El día que todo cambió.

56 10 17
                                    

   Recuerdo la vez que todo cambió.

   Ese día me había sentado a llorar durante una hora entera, estaba agotado de mi vida laboral, familiar y universitaria, sentía que no podía sobrellevarlos más. Esa noche Han insistió mucho que saliéramos y terminamos al lugar de siempre.

Me puse a tomar unas mezclas de tragos, estaba un poco pasado de copas, y como todas las noches estaba él dando vuelta a mi alrededor. No piensen que no soy consciente del amor y el cuidado que siempre me ha tenido, solo que nunca me he sentido digno, el hecho de sentirme inferior me ha llevado a llenarme de inseguridades y estoy seguro que muchos pueden entenderme, y otros tantos no. Sin embargo, eso no significa de que no lo ame. Amo a ese hombre como a nadie.
 
   El señor Alexander se acercó, me habló suavemente como el primer día que lo conocí, me sentí tan bien en sus brazos que solo atiné a decirle que lo extrañaba mucho y que si lo pensaba un poco más probablemente nunca lo hubiera dejado. Me respondió con su voz encantadora: "siempre estoy aquí"

   Estaba un poco mareado, tal vez fue por el alcohol o quizás por el perfume que se desprendía del cuerpo de Alexander que hizo sentirme totalmente embriagado y anhelante de amor. Enganché los brazos en su cuello y levante el rostro sonrojado buscando que nuestros ojos se encontraran. Una sensación única recorrió todo mi cuerpo hasta hacerme tambalear, pero las manos de Alexander me agarraron más fuerte de la cintura, quedando pegado a su cuerpo, haciéndome faltar el aire.
Seductoramente lo miré con ojos suplicantes y llorosos tratando de tentarlo y lograr que nuestros deseosos labios se fusionaran de una vez.

   Nuestros cuerpos siguieron el ritmo de nuestros deseos, sin darnos cuenta habíamos llegado a la habitación de Alexander. Me tiré en la cama y empecé a desvestirme lentamente mientras él  estaba a lado, contemplándome plácidamente.

Me sentí inmensamente deseado, mis emociones se notaban en mí respirar, gemía al rozar mi piel mientras iba sacando cada prenda de mi cuerpo.

   Me encontré totalmente desnudo con mis deseos a la vista, listo para rendirme al encanto del amor.

   Alexander parecía fascinado con lo que estaba viendo, me agarró suavemente de los pies y me dio besos en los tobillos que hicieron que una abrumadora sensación se apoderara de mi cuerpo, siguió besándome subiendo por mis piernas hasta llegar a mis muslos y sin perder la costumbre me mordió dejando su marca en mí.

Quise tapar la boca con mi mano para impedir que mis gemidos salieran, pero no me permitió. Me retorcí bajo su cuerpo, experimentando una vez más las sensaciones que me provocan cada vez que estamos juntos.

   Mis gemidos llenaron la habitación, cada roce de su cuerpo, cada toque y apretón de sus manos me hacían viajar alucinado en el mundo de la pasión.

   Cuando nuestros labios se encontraron nuevamente, abrí mi boca y dejé que su lengua entrara a jugar con el mío, absorbiendo y bebiendo todo a medida que avanzaba.

   Me giré boca abajo, Alexander aprovechó para quitarse la camisa, luego se deslizó sobre mi cuerpo, besando y lamiendo mi cuello hasta mordisquear suavemente mi oreja y susurrarme que ya no podía soportar la presión de sus deseos. La exigencia de sus besos me hizo consciente de ello.

Sus manos no estaban quietas, masajeo mi espalda y pasó las puntas de sus dedos suavemente por el centro de mi columna. Quería morder esas manos traviesas que me hacían perder la cordura y gritar de placer.

   Era condenadamente imposible no  caer en su trampa.

   Me recosté en la cama boca arriba, apoyado en un par de almohadas, levanté la vista para que nuestras miradas se encontraran, no había palabras, nuestros ojos eran los delatores que gritaban el deseo y la pasión que ambos sentíamos. Esperé expectante, Alexander se desnudó completamente frente a mí, en ese momento lo que pasaba por mi mente era que quería ser el único espectador de esa maravillosa vista.

             "Amor Casual"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora