1.0 ¡Aceptados!...¿a Hogwarts?

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Aria se sorprendió de lo pronto que el verano se había vuelto aburrido

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Aria se sorprendió de lo pronto que el verano se había vuelto aburrido. Ya no había mucho que hacer con todos sus amigos de vacaciones y las suyas todavía a un mes. Le había estado rogando a sus padres que las adelantaran, pero era el único momento en el que ambas agendas estaban libres. Por lo menos esperaba que los dragones del santuario rumano fueran mejores que los ridículos del sueco. Lanzando a un lado el libro que había estado intentando leer, decidió ir en busca de su madre. Eran pocas las veces que Ophelia Rostova no estaba en gira, en un evento o una importante reunión, así que por lo menos debía aprovecharlo. Llegando al estudio de su madre, observó a una elfa doméstica salir bastante traumatiza con los trozos de lo que era una taza en la bandeja de plata.

—¿Le pusiste lavanda? —preguntó Aria a Glimmer, era nueva con su familia.

—No fue la intención de Glimmer. La ama toma muchos tipos de té. Glimmer pide disculpas.

Aria no quería ser mala con los elfos en su casa, pero sus voces chillonas a menudo la estresaban.

—El té antes de las 12 no debe llevar lavanda porque le da sueño —contesto aun así— Ya no traigas otro té, solo la molestarás más. A las 3 trae su cóctel. Ni un minuto tarde.

Sin esperar a que contestará entro al estudio de su madre, que hablaba por teléfono.

—Hola, ¿qué haces? —su madre no contestó, pero hizo un ademán obvio— ¿Quién es?

Ophelia solo alzó su mano y volteó su silla. Debía ser de trabajo. Aburrida aún, empezó a jugar con los objetos del salón. Cuando ella no estaba en casa, Aria tenía prohibido entrar porque tenía muchas cosas delicadas, pero había una cajita de música que siempre le había gustado, tenía la joven voz de su madre grabada y una mini ella que bailaba. A la primera nota su madre se volteó y con su dedo la obligó a callarla. De ahí pasó al piano que estaba en la esquina, empezó a tocar una melodía que estaba intentando aprender cuando su madre le reclamó:

—¡Aria! —volvió a señalar el teléfono.

—¡Bien! —contestó. Pasó a los libros y Aria jura que este no fue intencional, en cuanto lo abrió una voz soprano casi la deja sorda.

—Dame un segundo. —dijo su madre al teléfono, dirigiéndose a ella, preguntó— ¿Qué quieres?

—Estoy aburrida, hagamos algo.

—Estoy ocupada. —se limitó a contestar, pero con la perspectiva de que Aria no se fuera del estudio pensó dos veces— Ve a revisar si el correo ya llego, debe haber una caja para mí, la traes y en la tarde haremos algo ¿de acuerdo? Y puedes estar aquí, pero sin nada de ruidos.

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