°•° 04 °•°

628 42 4
                                    

Un mes con exactitud llevaba Aegon en el hospital, su hígado se iba recuperando de manera lenta pero correctamente, y pese a ser doctor cirujano; su padre le prohibió la salida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un mes con exactitud llevaba Aegon en el hospital, su hígado se iba recuperando de manera lenta pero correctamente, y pese a ser doctor cirujano; su padre le prohibió la salida.

Luego de una discusión, Daemon amenazó a su hijo con dejarlo un mes de ser necesario. Enfurruñado tuvo que aceptar, no tenía otra opción, nadie se atrevía a desafiar a su padre y ni modo de sobornar a un interno, aunque si lo intento con Criston, pero este solo lo ignoro, recalcando que no tenía a nadie que lo cuidara fuera, lo mejor para todos era que se quedará ahí.

«¿Pero es que nadie piensa en mí? » Estaba aburrido, su celular se había dañado en el accidente; le entran llamadas pero la pantalla no entendía; y el maldito televisor solo tenía películas de los noventa.

Y los niños, no sabía nada de los tres pequeños y eso era el motivo de su gran aburrimiento, podría tener películas de los 90’s pero si tenía a los niños le parecería buena cualquiera y por ratos tenía que azotar el control para que pudiera cambiar las canales. Encontró divertido verse Hulk, definitivamente esa película era buena, pero carece de efectos especiales y ni como culparlos, ¿Que años eran esos? No tenía idea y a decir verdad no le importaba, al menos debieron ponerle un Netflix o Disney, o su padre debió de prestarle un maldito portátil. Estaba prácticamente aislado del mundo, sus redes sociales estaban descuidadas y peor aún, no tenía una forma de comunicarse con Jacaerys y los niños.

Jacaerys había dejado de visitarlo, si es que la última vez que se vieron contaba como visita, más bien el hombre mandaba cartas y regalos con alguno de sus padres y se iba, simplemente no se habían vuelto a ver.

Eran las doce de la noche y seguía sin poder conciliar el sueño, daba vueltas en la cama y nada, vueltas muy suaves debido a sus cirugías, la cual al mínimo movimiento sentía una punzada de un dolor sumamente grande.

Le dió la espalda a la puerta y cerró los ojos, su última opción era contar ovejas, iba por la oveja 23 cuando sintió que alguien abría la puerta de su habitación. Cerró los ojos con fuerza y maldijo a quien fuera el atrevido de entrar a esas horas.

Con lentitud y mucha dificultad se giró y cuando su vista se fijó en el intruso, su boca se abrió ante la sorpresa. 

— Hola — fue lo único que soltó el hombre de cabello negro cuando noto el incómodo silencio.

— ¿Qué haces aquí? Sabes qué, no me importa. Vete o llamo a los de seguridad. — se quejaba el rubio 

— No estoy aquí por ti, y tampoco me agrada la idea de estar aquí. — respondió el hombre en un tono tosco, el hombre se acercó, no sin antes cerrar la puerta. 

— ¿Entonces por qué? — cuestionó el rubio con enojo, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

— Pares un niño. — se quejó el mayor que ahora se encontraba sentado en el sofá de la habitación. — Es por Jacaerys. —

Tarde - Jacegon - | En Edición. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora