Chuuya caminaba por las aceras, las escurridizas hojas naranjas danzaban por los aires hasta aterrizar frente a sus patas. Se sacudía para liberarse de las pocas que quedaban atrapadas en sus pelos.
No recordaba mucho de cuando era cachorro, desde que tenía memoria se la pasaba vagando por esas calles.
Aunque no le molestaba tanto, las personas ahí siempre le dejaban un plato afuera de sus puertas con sobras de comida, incluso a la hora de dormir tenía una vieja casita de perros abandonada.
Quien más lo consentía era una mujer de fino porte, pelirrojo y de ojos carmín, siempre portaba kimonos elegantes y de las más finas telas.
A veces, la mujer se sentaba en las escaleras de su entrada, con la sombra qué su techo de tejas le brindaba. Lo dejaba recostar su cabeza en su regazo, mientras, ella le repartía caricias en su nuca.
Aunque no vivía con ella podía sentir lo que era que un dueño le brindará amor y se preocupara por él.
Su historia había empezado en el momento en que lo encontró jugando en su jardín junto a sus tulipanes.
Creyó que le lanzaría agua al ver como había acabado con varias de sus flores, mas allá de un ceño fruncido se ganó un plato de carne a compañía de un plato con leche.
Todos los días la iba a visitar, se quedaban en el pórtico a ver el atardecer.
Era agradable ir caminando a la casa de la pelirroja a desayunar. Fue hasta el jardín trasero, ahí encontró a la oji-carmín sentada en una pequeña mesa de madera negra, llevaba un kimono color durazno y su cabello recogido en un chongo.
Ladró llamando la atención de la humana, está al notarlo le regalo una sonrisa pintada en un labial coral.
——Chuuya, ven aquí pequeño. —Lo llamó, el canino obedeció sentándose a un lado de ella.
La femenina le acarició su cabeza antes de colocar un tazón de té de limón y un plato de pastel de carne en el fino pasto verde.
El chihuahua empezó a comer a compañía de la pelirroja.
——Me recuerdas a alguien muy especial... —Chuuya miró a la mayor en espera que terminará —. Pero él ha estado muy ocupado como para venir a ver a quien lo crió.
Ella suspiro con un ceño fruncido, el perro podía oler el disgusto y enfado plasmado en la humana.
——Es por eso que te tengo un regalo.
Se giro para tomar una larga y plana caja negra de tercio pelo con un moño turquesa, la abrió frente a los atentos ojos azules.
Un collar de cuero negro es revelado.
—¿Te gusta? —Chuuya ladro con afirmación y se paro en dos patas, recargandose en las patas de la silla de la pelirroja.
La oji-carmín se la coloco con cuidado se la puso.
—¡Que lindo te ves! ¡Digno de un caballero tan guapo como tú!
Chuuya ladro contento.
Un reloj cucu colgado al lado de la puerta sonó, anunciado las 8:00 am, la pelirroja suspiro frustrada, ya era su hora de entrada en su trabajo.
—Siento tener que retirarme y concluir con la visita, pequeño, pero tengo deberes que cumplir.
Como si el canino pudiese entenderle ladró y se encaminó a la salida a compañía de la pelirroja. Esta misma le regalo una caricia detrás de su oreja.
—Nos vemos después, no te metas en problemas.
Ambos partieron a distintos caminos.
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𝑬𝒍 𝑪𝒂𝒃𝒂𝒍𝒍𝒆𝒓𝒐 𝒚 𝑬𝒍 𝑽𝒂𝒈𝒂𝒃𝒖𝒏𝒅𝒐.
Fiksi PenggemarChuuya es un pequeño chihuahua que diambulaba por las calles de los barrios ricos de Yokohama. Dazai por otra parte era un labrador, el cual pasaba sus días por los abandonados callejones de la ciudad; huyendo constantemente para no ser atrapado por...