Parte I: ¿El niño mitad xeno?

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Ahí estaba el jovencito. Sobre una Alfombra roja deslumbrado por una luz dorada que venía del fondo de la habitación. Su vista era borrosa, pues había recibido varios golpes y estaba muy lastimado. Sin embargo, Sus heridas eran más que todo moretones, Recibido por su anterior golpiza. Nada que fuera lo bastante serio, como para dañar o matar. Y si recibió alguna de esas heridas ya fueron tratadas. Y curadas, El joven alzó la mirada. Y vio a dos de sus captores, que lo mantenían custodiado y lo escoltaron hacia aquella inmensa sala. Sus guardias eran enormes, tan grandes e Imponentes como sus varios de sus conocidos. Incluso les recordaba un poco a las amigas que había hecho en su hogar. No sabía dónde estaba, pero sabía que era cualquier sitio menos la tierra. Puesto que aquella imponente estructura, no le parecía que fuera hecha por manos humanas. Debido a la enorme complejidad de los tallados, el inalcanzable techo que por mucho que quisiera. Treparlas las poderosas y gruesas columnas que lo sostenían nunca podría llegar. El impresionante tallado de las decoraciones, los delicados y meticulosos trabajos realizados con toda clase de metales y joyas incrustados en las paredes, los vitrales con magnificas figuras. Simplemente estupefaciente. Para aquel jovencito ni en diez mil años se le hubiese ocurrido que la humanidad podría llegar a hacer eso. Sin embargo, pese que por tamaño le recordaba. En realidad, no se parecían en lo más mínimo, Debido a su tamaño, pero incluso eran hasta más grandes que ellas por una notable diferencia. Vestían una armadura, la armadura de coraza dorada, repleta de detalladas marcas y decoraciones con refinadas gemas preciosas de múltiples colores, con penachos rojos escarlata naciendo de la punta de sus cascos, con insignias y estatuillas de Águilas en sus hombreras, pechera y casco. Portando Lanzas gigantes con lo que parecían ser cañones en la punta y cuya hoja resplandecía en un azul celeste igual al de una estrella. Loos guardias tras dejarlo en el suelo se retiraron de su vista. Igual de grandes, igual de imponentes. Steven al estar en su presencia, ejerciendo enorme presión, estaba tan asustado por aquellos guerreros que simplemente no podía moverse. Tenía ganas incluso de llorar.

La mente de Steven estaba completamente en blanco, pero aun así tenía el ese pequeño instinto que lo obligaba a subir la mirada. Y es seguir comprendiendo contemplando sus alrededores, dirigió la vista hacia el origen de aquella luz dorada y cuando vio hacia arriba, contempló una larga mesa, con 17 asientos, algunos vacíos otros no. Mientras el contempló una presencia todavía más aplastante, y no solo era una, eran 6, Todas igual de potentes y una. Masque las demás, simplemente no se podía comparar. Las otras estaban por encima de aquello realmente. No existe una verdadera descripción de lo que sintió. Steven, sentía algo que estaba más allá del miedo o de la desesperación. Simplemente estaba atónito. Pero incluso Steven sentía que pese a sentirse intimidado a niveles estratosféricos podía llegar a ver o identificar al menos qué es lo que estaba haciendo esto, qué es lo que ejerce aquella presencia, trató de contemplarlas una a una y se quedó realmente sorprendido, puesto que aquellos rostros eran sorprendentemente humanos. O al menos parecían serlo, su nariz, su pelo, su boca, orejas, todo indicaba que lo eran, sin embargo, estos eran seres de magníficas dimensiones. Sus cuerpos parecían estar hechos de piedra, debido a que estos estaban en extremo tonificados y musculosos. O por lo menos los que llegaba a ver, puesto que sus cuerpos estaban, también respaldados. Protegidos por corazas de magnífica fabricación. Estas parecían auténticas obras de arte con toda clase de signos, símbolos y Decoraciones solemnes. Que las hacían parecer que eran ceremoniales y que no eran realmente una armadura de guerra.

Dentro de su corazón. Steven sintió aparte de miedo una sensación de complacencia, puesto que realmente las armaduras les parecían geniales. Las armaduras le parecían genial especiada, pese a que fueran muy atemorizantes. Las miradas de todos ellos estaban fijas en él. En especial, la mirada de más arriba. Dos ojos brillantes dorados resplandeciendo como soles en la cima de todo. Y en realidad Steven, se dio cuenta que el origen de aquella luz dorada no provenía de detrás del imponente vitral que se encontraba al fondo de la habitación. En realidad, aquella luz dorada emanaba de la séptima presencia, la más grande de todas. Cuando sus ojos por fin se terminaron de De aclararse y logró detallar aquello, vio al a la imponente figura de al menos más de 4 metros y medio. Vistiendo una armadura dorada que dejaba en ridículo a las otras en comparación. Portando íconos y decoraciones de águilas y relámpagos. Con una Enorme capa roja, carmesí con hilos dorados Entretejidos en la tela. Forjando toda clase de figuras al movimiento de esta. Portando una corona de laureles dorados. Sus largos cabellos negros reposaban en la base del cuello y en las hombreras de su armadura. Su mano derecha, era enorme, pero como la de un humano normal. La izquierda, sin embargo. Parecía más un guante, pues esta era en realidad. Una garra dorada que se veía era capaz de destripar con tan solo un movimiento, Las facciones de aquel enorme ser, eran tan hermosas como escalofriantes. Tan solo la mirada dejaba Steven de rodillas.

Steven conoce al EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora