27: OFRENDAS, PUENTES DE AMOR.

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En la penumbra de la noche ancestral,

se alza el día de muertos, un rito especial.

Ofrendas se erigen con amor y devoción,

un puente entre mundos, una conexión.

En el altar resplandece la luz de las velas,

testigos del paso de almas que fueron estrellas.

Caléndulas danzan con un aroma sutil,

tejiendo recuerdos en un suave perfil.

La ofrenda, un lazo que trasciende el velo,

un tributo a aquellos que partieron al cielo.

Cada objeto cuenta una historia querida,

como un verso en el libro de la vida.

Pan de muerto, con su forma y su esencia,

nutre el espíritu con pura indulgencia.

Azúcar y sal, mezcla de dulce y salado,

como la dualidad de lo humano, lo sagrado.

Retratos en sepia, miradas que perduran,

testimonios mudos de historias que curan.

El canto del copal, fragancia ancestral,

purifica el aire, alivia el pesar fatal.

En el papel picado, danza la alegría,

un festín de colores que el duelo aliviana.

La muerte, no final, sino un nuevo comienzo,

un ciclo eterno, un eterno regreso.

Las veladoras titilan, faros en la oscuridad,

guiando a las almas con amor y verdad.

En esta ofrenda, la importancia es clara,

un puente de amor que el tiempo no desgasta.

Así, entre pétalos y memorias encendidas,

se celebra la vida en sus formas compartidas.

Mostrando la conexión de la gente muerta y viva,

Que comparten unos días, para verse una vez más en el mes.

El día de muertos, un lazo que no se rompe,

Porque muestra a los familiares perdidos, que no vez desde su partida,

Haciéndote recordar historias vividas, que se quedan en la memoria eterna.

la esencia del amor, en el tiempo que redondea su estrofa.

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