Epílogo. Te amo, mi Luna.

21 2 0
                                    

- Y también quiero patatas con queso y bacon, oh, y la hamburguesa con muchos pepinillos, dile.

Estaba más que acostumbrado a tus antojos, más ahora que estabas casi en tu último mes, y sobretodo a esos que me pillaban a esta hora, sí, a las cuatro de la mañana.

- ¿Algo más, cielo?

Niegas, yo espero unos segundos.

- Bueno, y alitas de pollo también.

A eso esperaba.

Repetí todo el pedido bajo tu atenta mirada, abrazabas esa almohada para personas embarazadas, y desde tu cómoda posición sonreías con algo de timidez, sabía que no era tu culpa, y que no podías controlar esos antojos de nuestra pequeña, y sabías que a mí, fuera la hora que fuera, me encantaba complacerte.

- ... Y más le vale llegar en menos de quince minutos, ya sabe quién soy.

Con eso colgué, y dejé el teléfono por cualquier parte, pero cuando me dispuse a volver a mi preciado sitio, cinco ojos, siete contigo, me miraban expectantes.

- No me jodas, que yo quiero dormir.

- ¿Y cuando llegue el pedido?

- Yo me levanto, pero estos niños se tienen que ir a sus respectivas camas.

Me acerqué, cogiendo primero a la gata calicó, quien era bastante indomable, realmente hacía lo que quería.

- Lilith, Nero, fuera.

El gato persa, ciego de un ojo, y la perra mediana border collie se miraron, ahí empezó el caos, comenzaron a jugar sobre nuestra cama, saltando por todas partes. Rápidamente solté a la gata, y fui a cubrirte, me coloqué sobre tí, aguantando mi peso con mis antebrazos. Tú solo te dedicabas a reírte.

- ¡Joder!

Ríes más fuerte, sí, nuestro gato acababa de saltar sobre mí, clavándome las uñas en el proceso para huir de Lilith, quien hizo prácticamente lo mismo, solo que ella pesaba más, algo que me desequilibró levemente, pero nada más. Agradecía haber hecho aquello, porque cuando esos pequeños diablos decidían jugar, poco le importaba nuestra pequeña niña, proteger tu vientre era más importante que las heridas en mi espalda después.

- No te rías, Nero me ha clavado esas jodidas garras que tiene.

Con mi ayuda, te incorporaste un poco, de forma risueña.

- Ah, tenías que haber visto tu cara de pánico cuando los dos se miraron, anda, tráeme el agua oxigenada y una gasa.

Bufé mientras te hacía caso, tomaba las cosas del baño, y volvía a tu lado, tú ya estabas sentado en el borde, esperándome.

- Escuece como un infierno.

- Vaya, el mismísimo Jeon Jeongguk, quien se ha llevado heridas de bala, lloriqueando por un arañazo.

Me crucé de brazos después de encender la luz, claro que estaba indignado.

- Oh, cariño, no me mires así, te recuerdo que tiene que nacer esta criatura para que volvamos a tener sexo. Gírate.

Lo hice, y también me agaché porque tú eres muy bajito, pero también tenía otro problema, una jodida erección, ¿enserio pensabas que podía quedarme así después de todo? Sí era cierto que debido a tus casi nueve meses de gestación, tener sexo había sido casi imposible, sí, hacíamos cosas, pero no se comparaba al mete y saca que teníamos sin parar después de que tu herida de hace meses se curase, y que ahora mismo, después de que tú me curaras a mí, me permitieras devorar tus labios, no ayudaba en nada. Y menos que te retorcieras por el placer de mi mano sobre tu miembro.

Last breath, my Moon ♭ Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora