Sinopsis: Aioros es parte del ejército del gobernador de la ciudad de Atenas en el siglo V a.C, por azares del destino llega hasta tierras desconocidas donde le es ofrendado un guapo Omega del cual termina enamorado
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Las flores son delicadas como su aroma o sus bellos colores; en su tallo pueden tener espinas o simples hojas, pero aun así lucen bellas y frágiles, entonces, por qué el Omega frente a él no las representa como los de su casta teniendo esa etérea belleza esculpida casi por la misma diosa Afrodita.
Shura había sido entregado a él como una tasa de cambio por los peninsulares de la bella Iberia que creyeron que con ese intercambio sería suficiente para que diera la orden de que todos los colonos provenientes de Atenas se retirarán de la península, pobres ilusos, su ofrenda no era suficiente...
—Entonces capitán, ¿qué hacemos con él?— pregunto uno de los soldados que se habían encargado de traer consigo a ese hombre de piel blanca junto con metales preciosos a su campamento.
Aioros no era la máxima autoridad, solo era el fiel capitán del ejército marítimo del gobernante de Atenas, mismo que lo había enviado a buscar nuevas tierras que cultivar.
—Es un Omega, ¿estos hombres no tenían nada mejor que ofrecer?— el pelinegro lo observa de mala manera al no entender su propio lenguaje.
Para Shura escuchar los balbuceos de estos sujetos era como escuchar a cualquier animal emitiendo cualquier sonido.
—Dijeron algo de ser el elegido por ellos.
Un tributo, así fue tratado el Omega por los de su misma raza, donde lo eligieron para ser la ofrenda para este soldado forastero al cual veía con desprecio por atacar a su pueblo con armamento de arcos y flechas.
El dulce olor a claveles, llamó su atención del ateniense que se acercó a observar más a detalle al hombre que era sostenido por dos soldados Beta.
Aioros sostuvo su mentón estudiando cada rasgo facial con detenimiento. Su ofrenda tenía la piel suave, libre de cualquier impureza, pero deshidratada por el calor, fuera de ello los preciosos ojos verdes se le hacían enigmáticos y dignos de ocultar grandes secretos.
—Una belleza así merece ser apreciada, pero necesita ser educado.— se burla al ver como intenta soltarse del agarre de los dos individuos. —Es una pequeña bestia prometedora.
No le importa recibir una mirada llena de odio, está acostumbrado a esas miradas.
—El problema será controlarlo.— con astucia olfatea al Omega descubriendo más a fondo el aroma dulce que desconoce.
El hombre de cabellos negros desea resistirse más, pero sus propios camaradas y conocidos le dijeron que debía comportarse debidamente frente al hombre forastero porque de eso dependía el futuro de toda su gente, así que dejó de poner resistencia.