II.

25 3 1
                                    

Por muy curioso que fuera el destino y su miserable situación no podía parar de pensar en una manera de salir de ese encierro, si había algo que odiaba Elizabeth con todas sus fuerzas era sentirse amarrada y es que se sentía como un pajarito en un jaula sin poder volar, sin poder ir a su nido, estaba exhausta no había querido pegar un solo ojo en toda la noche y por más que sus ojos pesaran se rehusaba a bajar la guardia.

Si era verdad o no que aquel infame criminal buscaba ayudarla en lugar de matarla le daba totalmente igual, pero se negaba rotundamente a confiar a ciegas en ese ser humano tan miserable (si es que podía llamarsele humano), era un animal despiadado que dejaba en sus víctimas plasmado el miedo y la tortura. Empezó a divagar derrepente y llego al punto sobre la verdadera identidad del caballero Zafiro. Jamás le hubiera pasado por la cabeza la imagen de un hombre con aspecto joven y honestamente se esperaba a un hombre barbudo con tatuajes y demás características delictivas.

No podía creerlo hasta cierto punto, era un hombre por lo general, y no piensa mentir, atractivo.

¿A quien engaña? Es malditamente atractivo. ¡Para nada! Pero que rayos estaba pensando, un miserable de su nivel no podía ser atractivo a sus ojos, para si misma era el tipo más desagradable que había conocido.

-¡Buenos días! -la suave mirada que aquel dueño de sus pensamientos la puso nerviosa.- ¿Que tal dormiste?

Elizabeth volteó la mirada hacia el ventanal, no se había fijado que realmente parecía estar en un edificio departamental de los lujosos.

-¿Vas a ignorarme? Creí que estarías agradecida conmigo.

Siguió ignorando esa voz que por dentro le desagradaba, todo de ese hombre le daba náuseas, pensar en la sangre de cientos de inocentes que lleva impregnadas en sus manos le causaba una impotencia terrible.

-¿Beth? ¿Te puedo decir asi? -por fin cruzó miradas con ese sujeto topandose de nuevo con esos zafiros brillantes.- No soy tu enemigo, es comprensible que sientas odio hacia mi porque eres policía pero no busco herirte... Yo no soy así.

-Vete a la mierda.

El azabache rodó los ojos exhausto por la actitud de la mujer, entendía que no debía ser de sus personas favoritas pero no quería perder la paciencia con ella, después de todo su única intención era ayudarla y evitar que se cometiera una injusticia. Solo quería saldar las deudas del pasado que pesaban como la cruz de Jesucristo.

Soltó un sonoro suspiró que detonaba cansancio y se levantó saliendo de la habitación acompañado por la mirada intrigada de la morena, la cual sintió alivio de que aquel sujeto no le siguiera insistiendo, lo único que quería era estar sola en paz sin su espantosa presencia perturbando sus ideas.

Tal vez debería empezar a planear como huir de ahí o solo...

-Te he traído algo para que puedas comer. -la sonrisa amplia y brillante de su pesadilla viviente la tomo por sorpresa. - Le he pedido a Martha que lo hiciera, se que no confías en mí todavía así que no toque para nada lo que te prepararon.

-No quiero nada de tí ni de tu gente. -lo miró con cara de pocos amigos.

-Debes comer algo, podrías enfermar si no.

-¡Dije que no quiero comer tu comida!

El más alto parpadeo aún sin borrar esa suave y dulce sonrisa, Elizabeth estaba completamente segura de que si no fuera un vil asesino podría decir que fue la sonrisa más pura que había visto.

-No hagas las cosas difíciles. -murmuró para la mujer con gentileza.

Elizabeth estaba sorprendida de cierta manera, incluso estuvo a punto de dudar si de verdad estaba frente a ella el asesino más cruel del país, sentía la necesidad de borrarle esa estúpida sonrisa de su rostro. Aunque lo que Elizabeth no sabía era que por dentro Nicholas estaba contando hasta 10 aunque realmente ya iba por el número 37, trataba de calmar su ira, lo que menos deseaba era ponerse en evidencia frente a su protegida.

" I'm in love with a criminal „ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora