Para q vean

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          Uno de ustedes me pidió que le mande lo que escribí, y, pues, como no hay luz desde hace horas y no tengo nada mejor que hacer (no puedo terminar ese cuadro) me decidí a pasar uno de ellos y el más corto que escribí, para que entiendan un poco como fue la cosa anoche. El más largo... ese me da flojera, aparte es puro Usagi diciendo estupideces. Tremendo testamento.





La foto de Leonardo descansaba en el centro del altar, con la serenidad de los santos tallados en las catedrales de España.

Era del tamaño perfecto, del color perfecto; los rayos del sol iluminaban con la justa delicadeza el rostro de su amado recostado en el césped, acompañado por una mariposa posada en la punta de su hocico. Ojos negros azabache entrecerrados con pereza y una sonrisa lenta jugando en el borde de sus labios, lo miraba con cariño tierno mientras apoyaba su rostro entre sus brazos cruzados. Obra hermosa. Magnífica digna de la divinidad que capturaba.

Alrededor de la deidad mortal, adornaban el altar inciensos de mirra y velas de aceite perfumado, junto a ramos de las más perfectas flores de naranjo que cortó con sus propias manos. Eran su forma de ofrenda, sacrificios de pequeñas vidas a favor de una mayor, una que si quisiera las pintaría pétalo por pétalo y soplaría nuevo aliento de vida sobre ellas.

Su altar era simple, porque simpleza era lo que significaba la belleza en su musa, suave y frágil y lleno de una gracia tan sencilla como un ser etéreo podía poseer. Deidad sin otro templo más digno que su pobre corazón enfermo de amor.

Enfermo, intoxicado, envenenado, bendecido.

Sus piernas temblaron cuando se arrodilló delante suyo, sus orejas se inclinaron obedientemente en señal de respeto. Pudo sentir como la escencia que desprendía Leonardo inundaba todo el lugar cuando cerró los ojos, embriagó sus sentidos y tomó respiraciones temblorosas para calmarse, controlarse.

Así, con sus primeras palabras cuidadosamente elegidas en la punta de su lengua, susurros que empezaron a tejer juntos un rezo devocional quebraron el silencio de la noche.

"Para que mi amor proteja tu santa pureza, Leonardo, dueño de la juventud, tómate un segundo para escuchar los susurros de la luna nueva, que ella será la mensajera de mis plegarias."

Tras telones de Kame, UsagiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora