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          —Te prometo que va a quedar bien.

          —¡Lo mismo me dijiste la semana pasada!

          —¡Pero ese no nos gustó a ninguno!

          —¡A mí sí, idiota!—lloriqueó ella—¡Estaba muy orgullosa de él!

          El chico se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

          —¿No te habías quejado durante días porque gracias a ello tuvimos que ver esa película cinco veces?

          —¡Seis, fueron seis!¡Y muchas felicidades, por cierto, arruinaste mi película favorita para nada!

          —Yo te pedí que leyeramos el libro.

          —Ah no, no te iba a dejar torturarme así—se defendio la adolescente—¿Qué tan masoquista pensas que soy?

          Usagi levantó una sola ceja, lo que la llevó a cuestionarse ella sola la pregunta por un momento vergonzosamente largo.

          —...No respondas a eso.

          —No lo iba a hacer.

          —¿Ves lo malo que eres conmigo?—gimió dramáticamente y se secó una lágrima falsa mientras empezaba a caminar en círculos—El único que está de mi lado aquí es Diego.

            El bichito en la habitación, como si supiera que hablaban de él, movió sus alitas. Usagi también creía que el único con cordura que quedaba en la habitación era él, si no contaban al gato que entraba de vez en cuando para dormir en los papeles o fotos de Leo que todavía no se habían pegado a la pared.

          ¿De dónde habían salido tantas, de todos modos? El cuarto estaba lleno de ellas, pequeñas o grandes. Un par de velas y hasta él debía admitir que parecería una especie de lugar de culto.

          Al menos, en defensa de ambos, estar encerrados juntos por lo menos un mes con el único tema de hacer un prólogo dedicado a Leonardo no les había hecho muy bien a su sanidad mental que digamos. Aunque él tenía las esperanzas de que el trabajo en equipo prolongado mejoraría un poco su especie de enemistad con la chica que ahora mismo guardaba de mala gana el séptimo borrador fallido.

          No funcionó ni un poco. De hecho, ahora hasta se caían peor.

          Un suspiro desganado se escapó de sus labios y se apoyó, contra la única ventana del lugar. Afuera llovía.

          —Eres injusta conmigo.

          La dicha se apoyó a lado suyo, pero se quedó mirando a la mosca grúa que ya llevaba una semana con ellos y no se había ido.

          —Yo no fuí la que nos hizo hacer todo un reporte sobre la letra "l" y el subconsciente solo para tirarlo a la basura.

          —Pues yo no fui el que amenazó con quemar los poemarios el otro día.

          —¡Bueno, yo no chantajeé emocionalmente a nadie para escribir nada!

          —¡Ni yo espíe a nadie mientras dormía!

          —¡Que no te espiaba, imbécil, estaba viendo cuándo despertarte! ¡No soy tan desalmada!

          —¡Literalmente me diste una cachetada esta mañana para despertarme!

          —Es que nada funcionaba...

          —Bueno, perdón por querer dormir un poco después de días.

Tras telones de Kame, UsagiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora