3

78 8 0
                                    


— Gracias... — Mustié a la puerta del departamento debido a que Mina la había azotado está en mi cara.

— Si, sí, ya estoy llegando... — Antes de entrar a mi propio hogar saludé con una ligera reverencia a la mujer que pasaba justo a mi lado que me respondió de la misma manera y con una pequeña sonrisa, siguiendo así con su tarea de teclear la clave de la cerradura ingresando de inmediato en el departamento de mi vecina, ni siquiera diez segundos después de haber cerrado la puerta y ya podía escuchar la intensidad de una voz al otro lado de la pared, no entendía ni una palabra, no podía descifrar si hablaba fuerte de una manera buena o mala, pero me hizo sentir un escalofrío.

Entre minutos la voz cesaba y volvía a hacerse presente a través de mis paredes dándome cuenta que siempre era la misma voz la que se alzaba, así que sin pensarlo dos veces salí llamando rápidamente a la puerta con la excusa de devolver las herramientas que Mina me había prestado, pero mi cuerpo se congeló cuándo la puerta fue abierta y en el fondo del hogar pude divisar a mi vecina limpiando sus lágrimas y acariciando su cabeza.

Mi instinto me rogaba por correr hasta ella, abrazarla, y sanar todas sus heridas, incluso las que no dejaban una marca, pero la mujer frente a mí era el mayor impedimento a mis acciones "por favor solo devuélvemelos a mí, a mi esposo no le gusta que toquen sus cosas." Las palabras de Mina hicieron eco en mi cabeza por lo que mantuve mis manos detrás de mi espalda ocultando las herramientas de aquella mujer con una interna desesperación de no saber que decir.

—... ¿Aquí vive Park Chaeyoung? — Mi mirada quería volver al cuerpo de mi vecina pero una parte de mi sabía que sería peor si aquella mujer se diera cuenta de que yo era consciente de la situación, ni siquiera prestaba atención a sus palabras, no me interesaba nada, incluso llegando a mentir acerca de un matrimonio con un hombre, siendo muy superficial estereotipica esa mujer gritaba homofobica a kilómetros y era mejor no ganarse un enemigo.

— Aigo, que lástima, es decir felicidades pareces una buena esposa. — Sus palabras me sacaron nauseas pues ni siquiera las modero teniendo en cuenta que la ESPOSA de su hijo estaba unos metros más atrás pero que sin previo aviso la anciana cerró la puerta dejándome aún más preocupada por mi vecina, regresé a mi hogar quedándome exactamente detrás de la puerta mirando a través de la camara de la cerradura que la señora saliera del apartamento conjunto, conté hasta cien y al no ver más parecencia de ella salí nuevamente tocando el timbre de al lado, entrando sin permiso al departamento.

— Minari ¿Está todo bien? — Mi preocupación por su bienestar físico era más grande que mantener todos los honoríficos o respetar el espacio personal, revisando desde sus delicados dedos hasta lo que podía de su cuerpo expuesto, siendo detenida solo por la forma abrupta en la que la pelinegra se alejó de mí.

— N-no puedes estar aquí... vete. — Su voz salió entrecortada mientras sus ojos se cristalizaban. — Vete. — Repitió con firmeza dejándome con un amargo sabor de boca.

—Lo lamento, yo solo me preocupé porque esa mujer te lastimara, ella no debería ser así. — Alcé mi mano para intentar limpiar una de sus muchas lagrimas pero nuevamente ella me apartó.

— Mi suegra tiene sus razones, pero eso no se lo debo decir a nadie, vete ya, a mi esposo no le gustan los extraños y menos si él no está. — Ella abrió la puerta y se colocó de rodillas frente a mí con sus manos entrelazadas. — Te lo ruego vete. — Ella realmente estaba frente a mi de rodillas rogando, a ella le deberían rogar, no al revés, sin ganas de hacerla llorar más dejé las herramientas frente a ella y salí de ahí, abrumada por no entender lo que sucedía.

— ¿Qué es lo que pasa en esa casa? — Murmuré para mi en lo que caminaba escaleras abajo hasta salir del edificio llegando minutos más tarde a la tienda de conveniencia.

— ¿Está todo bien? — Di un pequeño salto por el susto que me dio escuchar repentinamente la voz de alguien más a lo que el joven detrás del mostrador soltó una risita que enrojeció por completó mis mejillas. — Lo lamento no quería asustarte, pero te veías tan preocupada que me dio curiosidad. —

—Estoy bien, solo cosas sin importancia. — Recorrí la tienda buscando mi ramen favorito tomando dos junto a un sobre de gomitas ácidas, dejé todo en el mostrador pagando lo que debía lista para salir del lugar.

— Soy Hwang Hyunjin, por cierto. — Detuve mis pasos y volví a mirar al castaño que se asomaba desde el mostrador con una encantadora sonrisa.

— Soy Son Chaeyoung, por cierto. — Respondí con una reverencia saliendo sin más del lugar volviendo a mi edificio, me quedé por unos minutos frente a mi propia puerta viendo hacía el hogar de Mina, y es que algo dentro de mí me rogaba por cuidarla ¿De qué? Ni idea, pero debía.

Por suerte hoy también era día de sacar la basura así que me apresuré a llevar mis reciclables a los contenedores esperando a mi vecina ahí hasta que la noche llegó, resignada me levanté de la acera caminando de vuelta al interior topandome por fin con la chica de al lado.

—Mina... — Mi sonrisa se esfumó cómo mis palabras al ver su labio inferior algo hinchado y con una línea de sangre seca que seguramente detenía su sangrado, su pómulo derecho estaba de un color rojo intenso al igual que su mejilla izquierda pero en esta última el color se extendía hasta el inicio de su ojo.

Ella solo bajó la mirada y siguió con su camino hasta el contenedor, no tenía idea de que hacer, a lo que saque de mi sudadera las gomitas qué había comprado hace horas. — ¿Quieres? — Por el bien de ella quité del camino el tema de sus marcas, pero aún seguía renuente a aceptar por lo que abrí la el empaque agarrando una gomita metiéndola entera en mi boca lo que contrajo mi rostro por tanta acidez obteniendo una débil sonrisa por parte de mi vecina. — Ahora tú. —

— Mi esposo no me dio permiso de comerlos. — La naturalidad con la que decía esas palabras me estrujaba, y más viniendo de una chica tan joven como yo, se sentía tan irreal.

— Solo es una gomita. — Sonaba cómo una drogadicta que intentaba intoxicar a una menor pero ella no era una menor y no eran drogas.

Y cómo adolescente persuadida Mina tomó una de las gomitas no sin antes asegurarse que nadie más la viera. La llevó hasta su boca mordiendo solo un poco de esta, su reacción fue tan dramática que incluso hizo mi propia boca salivar, escuché su risa por primera vez, no solo un débil sonido, sino una pequeña carcajada que mostraba sus encías, terminó de comer la gomita volviendo a tener una reacción un poco más controlada. — Es raro que sepa tan rico. — Estuve de acuerdo con sus palabras tomando otra gomita y ofreciéndole nuevamente está vez aceptando sin insistencia, nos mantuvimos comiendo por un par de minutos hasta que sus ojos se abrieron cómo platos.

—¿Qué sucede? — Pregunté alarmada mientras me levantaba después de ella de la acera.

— Yo... no debería estar aquí. — Mina comenzó a correr en dirección a las escaleras conmigo intentando seguir su paso unos metros atrás, hasta que en nuestro piso solo escuché su puerta cerrarse. Entre a mi casa en total silencio esperando a que mis oídos se adaptaran a los muros para intentar escuchar algo, pero aún con mi oreja pegada a la pared las voces no atravesaban hasta mí, preferí desertar en cuanto la alarma de mi celular me aviso de los mensajes pendientes que aún tenía para mi clase de universidad mañana temprano.
ㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡㅡ

Sana›

Dice Dahyun que te diga que no olvides el proyecto de mañana, que pongas una alarma qué te avise de la alarma que te va a avisar mañana de que no olvides la alarma que ya deberías haber puesto.

[22:22]

¿Ah? ㅠㅇㅠ??

[22:26]

Ni yo entendí ahora me duele el cerebro, pero así dijo, hasta mañana. 💀

[22:31]

_______________________________________________

BreatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora