La Carta de la Gran Tragedia

Capítulo Cuarto

Ahora nos encontrábamos en la cocina, mi primo batía concentrado los ingredientes en el bowl, mientras yo sentada en la mesada comía un poco de chocolate y verficaba que el horno estuviera a buena temperatura.

-Sigue así, si tienes suerte puede que saques algo de músculo y por fin consigas una novia- me burlo, el solo me ignora y sigue batiendo
  
-Cállate, al menos yo he tenido alguna novia, no como tú- lo miro interrogante, no dándole importancia en lo más mínimo su comentario.

Bajo de la mesada de un salto, voy hasta donde está mi primo, me apoyo con la cadera en la encimera, al lado de mi primo.
  
-Estoy perfecta sola, más vale sola que mal acompañada- le recrimino con una sonrisa de suficiencia en mi rostro
  
-¿Me tengo que tomar esto como una indirecta?- inquirió él, pasando una mano por su frente para secar el sudor en esta.

-Ah, no sé. Dime tú- digo inocentemente, levantando las manos en actitud de no saber nada, trato de reprimir una sonrisa, pero lo logro a medias ya que una media sonrisa asoma por mi rostro.
  
Él termina de batir los ingredientes en silencio, con actitud falsa de estar reflexionando mucho mis palabras.

Aún en silencio, vuelca la mezcla en un molde y lo mete al horno.
 
-Así que, soy mala compañía…- escucho que empieza a decir misteriosamente una vez salimos al jardín para esperar a que el postre se cocine, yo lo miro con precaución.

De repente se da vuelta bruscamente, y corre en mi dirección tacleandome, caigo al suave pasto con él encima mío.

Sus ochenta y pico kilos me caen encima, él se levanta del suelo y aprovechando que estoy con la guardia baja me levanta y coloca sobre sus hombros
   
-Como soy tan mala compañía para tí, supongo que no te importará que sea una mala influencia también- dice, llevándome hasta donde están nuestros familiares
   
-Hijo de puta, ni se te ocurra- le grito, tratando de bajarme
  
-No sé, ya no me importa lo que me digas. Mi mejor amiga dijo que soy una mala compañía- me responde alargando las palabras como si fuera un niño pequeño
 
-Y sigues con eso, está bien, perdón…Eres el mejor, mejor amigo y primo del mundo. Pero ya bajame, o te juro que los pelo rubios tan lindos que tienes y amas acabarán dañados- él se detiene pensativo, pero aún me tiene sobre sus hombros
 
-Me parece que no te escuché bien, puedes repetir lo del principio- me pregunta, ya había escuchado, solo me estaba molestando.

Pero su suerte no fue tanta, porque, a pesar de que midiera como diez centímetros más que yo, aún soy muy ágil.
  
-Mmmm, dejame pensarlo…NO- le respondo, al fin habiendo encontrado un punto débil, envuelvo mis brazos en sus piernas y mis piernas en su torso, y hago presión haciéndolo caer
 
-Y así, damas y caballeros, es como Carrie Gálvez vence a Elyan Gálvez, sin perder su dignidad jamás- me doy la vuelta para ver a Arion, y a Aslan apoyados en la columna del patio, nos dirigian miradas divertidas
   
Veo como se acercan hasta donde estamos, y ayudan a Elyan a pararse
 
- Cinco años de hacer artes marciales y aún así te sigue ganando- le replica Aslan, en cuanto se levanta
 
-Te faltó agregar; con ella, “Cinco años de hacer artes marciales…” con ella- se queja Elyan, aún así me acerco y le dedico una mirada entre divertida e interrogante, levantando ambas cejas.

-En fin, ¿A qué vinieron?- pregunto, una vez todos nos recuperamos del ataque de risa que surgió luego de las últimas palabras de mi primo y mejor amigo.

-Vinimos a decirles algo, pero vimos a este pibe con vos a los hombros y ni de broma nos lo íbamos a perder- me respondió Arion, negando con la cabeza
 
-Chusmas, y de todas formas, como yo siempre digo; “La dignidad se pierde cuando uno decide perderla”- recito, pero recuerdo las palabras de mi hermano y vuelvo a preguntar

-¿Qué nos querían avisar?-

-Nada, que la reunión estaba por empezar- nos informan nuestros respectivos hermanos, corremos hasta el salón, no sin antes apagar el horno al pasar por la cocina.