Los dulces diecisiete

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Y ahora, mirando atrás, supo todo lo que hizo mal, pero ya no había vuelta atrás. 

Apagó la alarma en su móvil y se dispuso a apartar el brazo de su mujer, el cual le rodeaba la cintura. Cada noche intentaba acostarse lo más lejos de ella, pero siempre despertaban juntos. Cuantas fueron las noches que fingió tener que trabajar y así quedarse a dormir en su despacho.

Una vez se vistió y recogió todas las carpetas que tenía que llevar al trabajo se dispuso a abrir la puerta y salir. Un soplo de aire fresco, por fin podía respirar.

Había pocas cosas que decoraran su despacho, apenas unas pinturas colgadas en a pared, cortesía de la empresa, una bola de nieve que su abuela le había regalado de pequeño y, oculto en el fondo de su cajón, una foto de dos jóvenes amigos el día de su graduación.

La gente se sorprendía de que no tuviera una foto de su mujer enmarcada en su escritorio, que no pensara en tener hijos o que rara vez se le viera con su anillo de boda puesto. A cada uno le daba una escusa diferente. Los mas nuevos de la empresa incluso no sabían que estaba casado con una hermosa mujer, a palabra de muchos.

Su trabajo le encantaba realmente, se mantenía absorto en el durante horas, completamente concentrado y si prestar atención a nada más, por lo que cuando la hora de la comida llegó y su estomago pidió algo de ingerir, a regañadientes se dispuso a bajar hasta el comedor. 

Miró su móvil por primera vez desde que entró en la oficina, pero había algo raro, no eran los más de diez mensajes que Claudia, su mujer, le había dejado. Lo habían añadido a un nuevo grupo "Reencuentro instituto", rápidamente y por encima leyó todos los mensajes que habían mandado a lo largo de la mañana, al parecer dentro de dos semanas hacía veinte años que se graduaron en el instituto y querían reunirse para ponerse al día.

Hacía años que Louis no pensaba en aquella época, y ahora, con treinta y siete años, volvía a recordar lo mucho que su vida había cambiado y no precisamente a mejor. Sin duda aquella graduación era el principio de un sin fin de tragedias, como le encantaría volver a antes de aquello. 

Durante el resto de la comida y del día no pudo dejar de pensar en aquellos años.

-Venga Harry, salta de una vez- Gritó un joven Louis desde el agua.

-No creo que sea muy seguro, esta cuerda lleva aquí años, esta medio podre- Le devolvió el grito un rizado, el cual tenía miedo de saltar desde unas altas rocas.

-Venga Hazz, arriésgate, dijiste a principio de verano que saltarías antes de que empezaran las clases. No volveremos a la playa más.- Lo animó el ojiazul de su lado, Niall.

-Venga Harry, yo te cojo- Le volvió a gritar Louis desde abajo.

Y Harry confía, confía en su mejor amigo. Agarró la cuerda y le dio unos leves tirones para augurarse una vez más que la cuerda no rompería. Dio unos pasos atrás, tal y como sus amigos le indicaran. Cogió carrerilla y saltó desde lo alto del acantilado agarrado de la cuerda, y cuando esta estaba por regresar a las rocas el se soltó y dejó que la gravedad lo devolviera a junto su mejor amigo.

Cerró los ojos y pronto sintió como su cuerpo era envuelto por una gran masa de agua, nadó como pudo hasta salir del agua, donde fue recibido por los vítores de sus amigos y un gran chapuzón donde Niall acababa de aterrizar.

Se pasaron el resto de la tarde saltando y riendo, para finalizar el día en la pizzería del pueblo, antes de irse a sus casa.

Empezar el año escolar era horrible, pero saber que era el último año en aquel instituto los alegraba un poco más, aunque en unos cuantos meses no pensaran lo mismo y se entristecerían por no volver a pisar aquellas viejas aulas. Pero todo era mejor junto a tus amigos.

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