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Silencio, miradas de desprecio, murmullos de soberbia y un ángel a punto de perder su valor, su identidad. Todo el pueblo estaba presente, observando aquella escena tan humillante. La pobre chica lloraba desconsoladamente con la intención de conseguir compasión por parte de los de su misma especie, pero sus inconscientes actos provocaron la deshonra y decepción de los que alguna vez consideró su familia.

Freya se encontraba sentada en la tercera fila observando la situación en silencio. En cambio su hermana, Venus, la cual estaba sentada junto a ella, comentaba lo sucedido con tres chicas más. La pelinegra prefirió no participar en aquella conversación, puesto a que toda su atención se encontraba en el injusto destino de aquel pobre ángel.

La ceremonia acabó y tanto Freya como Venus volvieron a su casa. Venus parecía haber olvidado lo sucedido apenas hace unos minutos puesto que su actitud parecía la de un día completamente normal, sin embargo Freya no se esforzaba en ocultar su preocupación e indignación, algo que su hermana rápidamente notó.

-¿Todo bien, Freya?-No hubo respuesta por parte de ella-¿Te duele la cabeza o algo?-.

El esfuerzo de Venus por evitar la razón del comportamiento de la pelinegra fue algo que la molestó, y por fin decidió hablar.

-¿Es que ya ni siquiera la mencionas?-La rabia en sus palabras era notoria-.

-Freya, no sigas por ahí- Dijo con seriedad al ver por donde iba la conversación-.

-¿No te parece injusto lo que le han hecho?-Su tono de voz empezaba a elevarse-.

-Freya, basta-Venus también empezó a perder los estribos-.

-¡Reah lo único que hizo fue enamorarse!-Estalló a tal punto que las lágrimas comenzaban a aparecer-.

-¡De un demonio!-Gritó la rubia por encima de la voz de su hermana-Freya, de un demonio-.

Las dos se quedaron en silencio mirándose la una a la otra. Venus mantenía una mirada de soberbia y Freya luchaba por no derramar ni una làgrima. Esta última tuvo la iniciativa de volver a hablar, pero la otra se le adelantó.

-Ella sabía perfectamente con quién se metía y las consecuencias que le traería, rompió las normas y fué castigada por ello, es completamente justo-.

Y dicho esto pasó por al lado de Freya dirigiéndose a su cuarto. Dejándola con la palabra en la boca se quedó parada en medio del salón con la mirada clavada en la pared. Por su mente escuchaba una y otra vez los gritos de su amiga, así como el momento exacto en donde se lo arrebataron todo. Hasta que hubo un momento en donde se vió a ella en su lugar. Un sentimiento de intranquilidad la invadió y desde sus lumbares hasta la nuca recorrió un escalofrío que la obligó a salir de su estado de trance. De un impulso, comenzó a dirigirse a la puerta principal y antes de darse cuenta estaba caminando por el medio de la noche sin rumbo alguno, solo hacia donde sus piernas la llevaban.

Desde niña siempre fue un ángel rebelde y curioso, quizás demasiado. Cuando le explicaron cómo funcionaba este mundo y como los demonios, a los que no debía acercarse, eran seres horribles y sin corazón, sus pensamientos contrarios y revolucionarios hacia el sistema del cual pertenecía no tardaron en aparecer. Por desgracia hasta un ángel, el ser más puro e inocente, puede llegar a mentir y fingir con tal de protegerse. Y aunque Freya sabía que no debía mostrar sus verdaderos pensamientos por ese mismo objetivo, en lo profundo de su mente no entendía qué era aquello de lo que se tenía que aguardar.

Una vez volvió en sí se dió cuenta de que sin pensarlo llegó a la frontera, el lugar que separa los dos mundos. Esta eran unos acantilados los cuales antiguamente estaban unidos por unas construcciones que, a día de hoy, nadie sabe lo que fueron puesto que estaban destruidas, en ruinas.

Mientras admiraba el hermoso paisaje que le brindaba la naturaleza, la pelinegra no pudo evitar desviar su mirada directamente hacia el otro lado. A pesar de la lejanía en la que se encontraba, se podía notar el contraste entre los que vivían con bondad y los que preferían la maldad.

No pudo evitar preguntarse cómo serían los demonios. Su única referencia fueron los libros de historia y, evidentemente, su imagen estaba manchada por un aspecto horrible y un estilo de vida dejado, sin dinero, y sin importancia. Le enseñaron a odiar a esos seres a pesar de nunca haber tenido la oportunidad de compartir espacio con ellos. ¿Y si en verdad no eran tan horribles como los pintaban? ¿Y si solo eran iguales que los ángeles pero con cuernos y alas negras? Esas preguntas rondaron la cabeza de Freya en aquel instante, y durante un segundo pensó en que si todo lo que le dijeron era cierto. La respuesta era obvia. O quizás no.


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¡Hola! Esta es la primera historia que escribo y estoy muy emocionada por compartirla. Espero que guste mucho y que entretenga. ¡Muchas gracias por leer el primer cap!

Cenizas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora