Hoy es una extraña mañana de octubre, o quizás noviembre, ya ni recuerdo que día es hoy, lo último que recuerdo haber hecho, fueron mil llamadas con el publicista y algunos amigos de Dulce, además también el haber hablado hace unas semanas con sus padres, Rossmia me bloqueó y no puedo enviarle mensajes, tratamos de hablar después de los acontecimientos de ese día, pero quedamos en nada, no sé en qué taza de café voy, pero siento que me quedan pocos días y no tengo la voluntad de vender las cosas de Dulce que me quedaron, para poder sobrevivir el mes que viene.
No sé a dónde iré cuando ya no pueda pagar la renta.
Hace casi dos semanas no voy a trabajar, o ya van tres.
Aun puedo sentir levemente el olor a cigarrillo, aunque limpie un poco el cuarto de Dulce, después de que sus padres vinieran a recoger algunas de sus cosas antes de ir al hospital a hacerse cargo de lo que quedaba de su hija.
He llorado, dos o tres veces, pero he llorado.He estado durmiendo en la sala estas últimas semanas.
No tengo intenciones de sentir la presencia de Dulce sabiendo que no estas o que no va a volver.
De las dos veces que tuve que salir, mi bicicleta se sentía más liviana, y pase tres veces frente la facultad.
Algunos de los amigos de Dulce me dieron el pésame, otros dijeron algo supersticioso, considerando que fue mi culpa lo que le paso.
Y no lo niego, siento lo mismo.
La refrigeradora sigue igual que hace tres días, quizás es porque no he comido mucho, o tal vez nada.
Rossmia me miro con algo de decepción la última vez que cruce con ella cerca de la plaza.
Como ya dije, no sé dónde iré, cuando ya no pueda pagar la renta, pero ni yo solo con mis trabajos inestables puedo pagarme un departamento como el que tenía antes.
por cierto, mañana tengo que pagar.
Puede que económicamente mi vida no esté tan bien, aunque mis pensamientos últimamente saltan mucho.
No sé qué hora es, pero tampoco me interesa saberlo, aunque ahora que lo pienso, de las cosas que no me han interesado, es el número del departamento que estoy pagando.
Trescientos seis Guion F.
No me concentro en la distribución de espacios, porque solo somos cuatro departamentos en este piso. Tampoco entiendo, ¿porque la F?
Hay muchas cosas que no entiendo, o que no quiero entender.
Hoy es otro día más, sin motivos del porque andar, a pesar de mis fachas y un contrarreloj vago, tomé mi bolso y empecé a caminar.
No me queda nada de dinero, pero algo es algo. La posición del sol me dice que es de tarde, y la poca gente en la playa me indican que hoy tenía que trabajar. A pesar de no saber ni donde estoy parado, nada me impide seguir adelante.
Pero estoy aun lleno de preguntas
Hoy es otro día más.
Miles de mis preguntas van en canciones volviendo o nuevas apareciendo, algunas de Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Mercedes Sosa o todas las de Dulce. Lo último que he hecho es usar los audífonos que Dulce solía usar, use un reproductor portátil que le regalo un amigo hace unos años, los archivos decían que se agregaron recientemente, bueno hace casi un mes, eran muchas canciones de Silvio, Dulce acostumbraba a escucharlas, solo para intentar dejar de fumar.
Mi caminata se ve interrumpida por una duda
"¿A dónde van?" es una canción sencilla que aprendí a los 22, fue en lo personal, una canción que me hacía llorar. A donde ira lo común, de todos los días, descalzarse en la puerta, la mano amiga, la sorpresa del atardecer, a donde va el mantel de la mesa, o el café de ayer, el olor a cigarro que Dulce dejo en ese cuarto y en especial, toda la casa, me pregunto con el tiempo a donde va.
Estoy parado en frente de una panadería, mi estomago recordó lo que era el hambre, yo todavía no concreto mis ideas, estoy en una canción de Víctor Jara, "El derecho de vivir en paz"
no soy tan fan de Víctor Jara, pero si la luna fuera una explosión que funde todo el clamor, no me sorprendería que callara mis pensamientos, si de ser por eso, el resto, viviera en paz.
Con mi poco dinero compre un pan, realmente venden panes por triadas, así que compre nueve panes, de los favoritos de Dulce, solo por su forma y apertura fácil, cada que volvía a casa de la facultad o de alguna reunión, si podía, compraba este mismo pan, específicamente nueve panes, ni más, ni menos.
Pasando por estas calles reconozco no solamente algunos árboles que se deshojan, no solo por la entrada otoñal, si no por los descuidos que recibe de esta zona, especialmente al fondo de esta calle, un niño durmiendo al ras de la acera, más sucio que yo, más abandonado.
Jamás tuve interés de ayudar al mundo, yo no soy nadie, como para salvar a otro montón de nadies
Pero mi estomago entendía la alegría de cesar el hambre, me quede parado en el rayado, esperando la luz roja que parara los autos, con los siete panes que quedaban en mi bolsa. Mi imagen ya estaba frente a la de él, tocando con mis dedos suavemente su cabello, como si se tratara de un pequeño perro, se despertó algo asustado, retrocedí un poco, extendiendo lentamente un pan, me miro con duda, como el resto de personas que pasaban.
Sus ojos, recién levantados y sucios, brillaron al ver el pan, parecía como poner una estrella en el vacío de su hambre, teniendo cierto olor dulce encima, se notaba que esa sonrisa sin dientes estaba más descuidada que la calle que estaba pisando, parecía que pasaba las lluvias sin un techo, con las uñas llenas de tierra, parecía ser las sobras de la guerra, con heridas no más curadas que con frio. Tuve conversaciones con él mientras comía panes, decidí acompañarle un poco y quizás ver si le podía comprar algo para tomar, preste atención a todas las cosas que me preguntaba, me conto que el poco dinero que tuvo lo gasto limpiando carros en estas mismas calles, caminando me paseo de memoria por todo el centro, no solo como un guía turístico profesional, si no como un casero mostrándote su casa.
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La chica de Sombrilla Roja.
Non-FictionUn extraño sueño lo llevo a cambiar mucho de su vida. ¡Acompañalo a descubrir quien es la chica de sombrilla roja!