Tal vez en otra vida... (Aquiles x Patroclo)

Introducción

Todo estaba siendo un caos en la guerra de Troya. El gran Aquiles había decidido quedarse en el campamento y no participar en la guerra. Todo porque su orgullo había sido pisoteado por Agamenón al quitarle a su concubina, Briseida. 

Mientras tanto, Patroclo, valiente y preparado para luchar, le robó la armadura a Aquiles y se la puso. Su idea era encabezar al ejercito troyano, del mismo modo en el que Aquiles lo hacía.

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Todo en aquella lucha contra los espartanos estaba yendo bien. Aquiles en el campamento y Patroclo luchando en su lugar. Patroclo se movía y luchaba igual que Aquiles, después de todo, entrenaron juntos durante mucho tiempo. Poco a poco todo fue de mejor a peor, Héctor se topó con Patroclo. Todo el mundo pensaba que se trataba de Aquiles, por eso mismo pensaron que podría vencerle con total facilidad, pero no fue así.

Después de una corta batalla entre ambos, Héctor logró darle a Patroclo. Él sabía que había sido demasiado fácil acabar con él, así que le quitó el casco, dándose cuenta de que no se trataba de Aquiles, sino de Patroclo. Eso hizo que Héctor se sintiera destrozado por dentro, sabía que Aquiles le tenía mucho cariño a Patroclo, demasiado. Veía como seguía respirando de forma pesada. Él no quería hacerle sufrir, así que, con tan solo un movimiento, le rajó el cuello.

Todos se retiraron de allí, sabían que Héctor iba a estar acabado por matar a Patroclo. Toda la ira de Aquiles caería sobre él.

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Cuando regresaron de la guerra, Aquiles se llevó aquella horrible noticia sobre la muerte de Patroclo. Se sintió más furioso que en toda su vida. Estaba tan enfadado y triste al mismo tiempo que no sabía como reaccionar.

Aquiles pudo ver el cadáver de Patroclo, el cual, su mano agarró. Con lágrimas en los ojos y apretando los dientes para no gritar, se acercó a su cabeza y posó un beso en su frente. Miró hacia el cielo, y con tan solo un susurro, los dioses planearían algo para él. 

― Patroclo, tal vez en otra vida nos volvamos a encontrar...  

Se le dedico un gran entierro a Patroclo. Aquiles no se separó de su cuerpo sin vida durante bastante tiempo, hasta que decidió que era hora de darle fin a Héctor.

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Los días pasaron. Aquiles logró acabar con Héctor después de una dura batalla entre ambos.

A Ulises se le ocurrió la maravillosa idea de crear un caballo de madera gigante, en el cual meter a unos 50 hombres en su interior para hacer un ataque sorpresa. Entre esos hombres, se encontraba Aquiles. 

Al entrar a la ciudad de Troya y acabar con la mayoría de los soldados dejando entrar a todo el ejercito espartano, los soldados que seguían con vida, no dudaban en luchar contra ellos. Mientras Aquiles luchaba valientemente, una flecha perdida le dio en el talón, su único punto débil. Él cayó de rodillas al suelo y, mirando hacia el cielo, vio aparecer una nueva estrella, Patroclo... Una pequeña lágrima salió de su ojo mientras la miraba. Con su último aliento, le rogó a los dioses un buen final.

 ― Dioses, os lo ruego... Patroclo, tal vez en otra vida logremos volver a encontrarnos y vivir la vida que nunca pudimos tener...  

Dicho esto, Aquiles cayó al suelo, falleciendo.

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Tetis, la madre de Aquiles, veía desde el Olimpo como su hijo fallecía. Lloró desconsoladamente hasta que se le ocurrió una idea. Fue con Zeus y arrodillándose frente a él, se abrazó a una de sus piernas.

 ― Gran Zeus, se lo ruego... Mi hijo no se merecía esto... Hágame un favor y haz algo...

Zeus sintió lástima por Tetis, él también había perdido a bastantes personas, a las cuales siempre les dedicaba algo en su honor. Sabía que Tetis era una buena diosa con todo el mundo y que Aquiles era el último hijo de los seis anteriores que tuvo que logró sobrevivir. Aceptó ayudarla, pero con una condición...

 ― Tetis, te ayudaré. Yo me encargaré de que tu hijo tenga un buen final, pero solo si es como yo decida

Tetis no dudó ni dos veces en aceptar

 ― Con cualquier cosa que conformo...

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Hasta aquí el final de esta pequeña introducción. Espero que os haya gustado. Acepto sugerencias de cualquier tipo, tanto de ayuda como de opiniones