Yo amo la naturaleza. Soy la naturaleza

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- ¡Cielos! -exclamó Lincoln, admirado ante tanto verdor.

En verdad lo estaba, y por partida doble. No solo no conocía aquel bosque, sino que se sorprendió a sí mismo por sentirse tan entusiasmado allí; rodeado por una naturaleza a la que nunca le había prestado atención.

Gran parte del mérito lo tenía Gaia, por supuesto. Era increíble cómo se iba animando conforme se acercaban al bosque. De pronto, iba dejando atrás todo su malestar; todo su pesar por no sentirse aceptada. La chica parecía querer volar para llegar lo antes posible.

Su entusiasmo era contagioso. Al principio, Lincoln se sintió un poco inquieto al darse cuenta de que no lo llevaba a ningún sitio que él conociera. Estaban saliendo de la pequeña ciudad, y comenzó a preguntar cada cinco minutos a dónde lo llevaba. Ella se limitaba a sonreír, a decir que era una sorpresa, y apresurar el paso.

Pronto estuvieron en secciones del bosque que Lincoln nunca había visitado. Todo era tan hermoso que comenzó a entusiasmarse tanto como ella. Además, la sonrisa de la muchachita se volvió tan radiante que era imposible no contagiarse. Nunca había visto una sonrisa tan franca y espontanea en una chica tan hermosa. Cuando por fin llegaron al claro que ella deseaba mostrarle, Lincoln ya se sentía tan entusiasmado como ella.

Aquello era un tanto desconcertante para Lincoln. El mundo y las cosas que valoraba eran muy diferentes a lo que estaba viviendo con Gaia. Era una sensación que no podía explicar; se le ocurrió que todo se debía a su alegría por salir de de paseo con una chica tan bella y espontánea; pero eso no lo explicaba todo. Había algo más.

Quizá... ¿empezaba a identificarse con la naturaleza?

¿Así, tan rápido?

No lo sabía, y en ese momento no se sentía con ganas de analizarlo. Gaia no soltó su mano en ningún momento, y Lincoln comenzó a darse cuenta de lo cálida y suave que se sentía aquella mano perfecta tomada de la suya

- Ya estamos aquí, Lincoln. ¿Qué te parece?

Lincoln abrió la boca por la sorpresa. El pequeño claro era hermoso y acogedor. Había pequeños macizos de árboles y flores por doquier, con un césped verde demasiado corto y bien cuidado como para que fuera natural. Le pareció ver una ardilla roja correteando entre los abetos.

- Es... ¡Es hermoso Gaia! -balbuceó Lincoln-. ¿Quién hubiera creído que había un lugar tan hermoso cerca de Royal Woods?

La sonrisa de Gaia se hizo aún más radiante. Entrelazó los dedos de su mano con los de Lincoln, y le habló con su voz suave y melodiosa.

- El mundo está lleno de bellezas así, Lincoln. Aunque estemos en una época de decadencia, hay más vida y belleza en el mundo de lo que el ser humano cree. A pesar de que haya tantos a los que no parezca importarles eso.

Por un momento, no dijeron nada más. Lincoln intentaba asimilar las palabras de Gaia, pero se distraía admirando la belleza del paisaje. El sol descendía y el crepúsculo ya estaba cerca. Las aves volvían a sus nidos, y llenaban la quietud del lugar con un agradable concierto de cantos y graznidos.

Lincoln volvió la vista hacia la muchacha y contempló su perfil. La combinación de sensaciones que tenía era tan maravillosa como desconcertante. Gaia era una belleza excepcional, y su singular cabello le favorecía de una manera que Lincoln consideraba imposible. Estaba seguro de que ninguna otra chica que él conociera se vería bien con ese cabello. Sus tonos azul y verde resplandecían a la luz del sol. Los patrones que formaban los continentes aparecían nítidos, perfectamente perfilados. Lincoln pensaba que ningún mapa, por perfecto que fuera, sería más exacto en reproducir las costas y los contornos de los continentes que el hermoso cabello de la muchacha.

Gracias por amarme (The Loud House)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora