El amor exige sacrificios

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A pesar del descanso que Gaia lo obligó a tomar, Lincoln no estaba en buenas condiciones. Se sentía tan débil que le costaba mucho trabajo trepar hasta la ventana. Casi se sentía desfallecer justo antes de llegar al alféizar, a pesar de los rebordes y las tablas en las que podía apoyar los pies y las manos.

Se animaba pensando en que muy pronto acabaría el ascenso y estaría en su cuarto. De seguro, una buena noche de sueño lo ayudaría a sentirse bien y a recuperar todas sus fuerzas. Como su familia tenía indicaciones precisas de los médicos, nadie se atrevería a despertarlo temprano.

Conforme terminaba el ascenso, sus fuerzas se agotaban. Estaba a punto de llegar, pero también a punto de desfallecer. La última parte era la peor, la más difícil; porque tenía que saltar, tomar la escala de cuerdas, y subirse sin casi ninguna otra ayuda que la fuerza de sus brazos y piernas. Pudo dar el salto, pero el último metro del ascenso se volvió un suplicio insoportable. Le faltaban fuerzas, y sentía que ya no se podía sostener. Comenzó a desesperarse, e intentó utilizar lo último que le quedaba para impulsarse hacia arriba y alcanzar el alféizar de la ventana.

Erró por un par de centímetros. Sus dedos se resbalaron, y supo que eso era todo. Ya no se sentía con fuerzas para sujetarse a la escala de cuerdas. Con mucha suerte, caería sobre sus piernas tras recorrer los cinco metros que lo separaban del piso...

Se preparó para resistir un impacto que sería terrible y doloroso; pero para su enorme sorpresa, nunca cayó. Unas manos lo sujetaron justo a tiempo. De inmediato levantó la mirada, y se dio cuenta de que su hermana Lori hacía un tremendo esfuerzo para comenzar a levantarlo.

- ¡Lincoln, ayúdame! -gritó la chica, tirando con todas sus fuerzas-. ¡Pon tus pies sobre las salientes de las tablas!

Lincoln obedeció, y poco a poco comenzó a subir. Ambos se coordinaron como pudieron y Lori encontró la fuerza para subirlo lentamente. Cuando llegaron al punto de mayor desventaja mecánica, las cosas se pusieron de verdad difíciles. Lori tenía los brazos completamente extendidos, no los podía estirar más, y Lincoln ya no tenía apoyo. La joven intentó sacar un poco más de su cuerpo por la ventana, pero estuvo cerca de resbalar y caer junto con Lincoln. Afortunadamente, el chico logró apuntalar sus pies, y Lori aprovechó para tomarlo de la cintura. Con un súplex digno del mejor luchador olímpico, lo metió por la ventana y ambos cayeron en el piso; agotados, y luchando por recuperar el aliento.

El chico había caído sobre su hermana. Empero, ambos estaban tan cansados y asustados que se quedaron sin moverse por un momento. Por fin, después de descansar uno poco, Lincoln reunió la fuerza suficiente como para quitarse de encima de ella; y Lori se incorporó para ver a su hermano a la cara.

- ¡Linky! -exclamó asustada- ¿Estás bien? ¿No te lastimaste?

Lincoln estaba tan alterado que solo pudo contestarle negando con la cabeza. Ambos lloraban. La joven se dejó llevar por sus emociones, y lo abrazó con muchísima fuerza. El muchachito correspondió, y se dejó llevar por el abrazo. Estaba profundamente agradecido con su hermana.

Lori se sentía aliviada porque su hermanito estuviera bien. Sin embargo, el miedo y el alivio comenzaron a ceder cuando se imaginó lo que hubiera pasado de no llegar a tiempo.

Un solo segundo hubiera sido suficiente. ¡Dios! ¿Qué hubiera pasado si Lincoln hubiera caído al vacío?

Su mente se llenó enseguida de imágenes terribles en las que su hermanito moría, o quedaba seriamente lastimado. Se imaginó su propio dolor; el terror de sus padres, y las lágrimas de sus hermanas. Todo esto pasó por su mente en menos tiempo del que tomaría contarlo.

Gracias por amarme (The Loud House)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora