Conociendo a Gaia

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- ¿Estás seguro de que quieres ir, Lincoln? -dijo Clyde, mirando con desconfianza a Gaia. La chica estaba sentada bajo la sombra de un árbol. Estaba leyendo, y parecía muy concentrada.

- ¡Claro que sí! -respondió el peliblanco.- ¿Por qué no tendría que hacerlo? Además, es una tremenda descortesía ignorar de esa manera a una chica nueva.

- Bueno. En primera, se ve muy concentrada en su libro. Y en segunda... No sé. No termina de inspirarme confianza.

Liam, Rusty y Zach asintieron. Ellos sentían exactamente lo mismo; pero no dijeron todo lo que pensaban. La verdad pura y simple era que la chica les inspiraba miedo y rechazo. Los intimidaba de una manera muy extraña, y no era realmente por su aspecto o su belleza.

Ocurría sobre todo cuando los miraba de frente, y ellos podían ver sus ojos. Era raro y desconcertante, porque tenía unos ojos preciosos. Pero esa mirada...

Era como un espejo misterioso en el que veían reflejada su propia actitud, y los hacía sentirse culpables. Lo peor de todo era que ni siquiera estaba seguros del por qué. ¿Por hacer evidente su rechazo? ¿Por el miedo que les inspiraba? ¿O era algo todavía más profundo?

No lo sabían, pero eso solo lo hacía más difícil de soportar. Era una sensación muy parecida a la que tenían después de haberle fallado a sus padres en alguna cuestión muy importante. Y lo peor de todo, era que no tenían la menor idea de porqué se sentían así con una chica a la que apenas conocían. A la que nunca habían visto, hasta aquella mañana.

Además, se dieron cuenta de que no eran los únicos. Al parecer, todos los compañeros sentían algo muy parecido; incluso los bravucones más desconsiderados y agresivos. Al menos dos de ellos habían escuchado la cháchara sobre la recién llegada, y pretendieron acercarse para ver qué podían obtener de ella. Bastó una sola mirada de la muchacha para disuadir cualquier intento por molestarla.

La recién llegada era tema de conversación en toda la escuela, y la conclusión era la misma por todas partes: era un bicho raro. Una especie de bruja muy extraña de la que convenía mantenerse muy bien alejado.

La única excepción era Lincoln.

Cierto, no era inmune a su mirada. Ni a la sensación de culpabilidad extraña que tanto perturbó a sus compañeros. Pero esa sonrisa... Los hermosos labios de la chica, su mirada serena y su expresión... ¿Invitadora?

¿Realmente lo era? ¿O qué significaba aquello?

Él conocía esa expresión. Su hermana Lori le había sonreído de ese modo varias veces; siempre en los momentos en que le expresaba todo su amor, su lado más dulce y tierno. Era la mirada que precedía a los abrazos, y a las actividades más divertidas y placenteras que solían realizar juntos.

Y no solo ella: casi todas sus hermanas lo habían mirado así alguna vez. Igual que su madre; y hasta su antigua enamorada, Ronnie Anne. Siempre una buena señal.

¿Por qué esa vez tenía que ser diferente? Después de todo, Gaia era una mujer.

Además, era evidente que la chica no se encontraba bien. Sus ojos se veían un tanto enrojecidos; y de vez en cuando se llevaba una mano a la boca, mientras su cuerpo se agitaba.

Era cierto que la chica le fascinaba, pero también le preocupaba. Quizá podía ayudarla de alguna manera. Después de todo, él nunca se había quedado de brazos cruzados cuando alguna de sus hermanas se sentía mal.

- Bueno, pues yo no le tengo desconfianza –sentenció-. Es una chica nueva; no nos ha hecho nada malo y, al menos yo, no quiero ser descortés. ¿No se han dado cuenta de que parece estar peor de su enfermedad? ¿Y si necesita ayuda? ¿A ustedes no les gustaría que alguien se preocupara por ustedes, si estuvieran así?

Gracias por amarme (The Loud House)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora