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Rodrigo no sabía qué hora era por culpa de la tela negra que cubría la ventana de la habitación en la que se encontraba. Pensaba en lo que había ocurrido mientras estuvo dentro de aquel cuarto, pero percibió que había perdido la noción del tiempo mientras había estado con Iván.

Iván ...

Su víctima seguía acostada en cama, durmiendo, con una sábana fina ocultando la mitad de su cuerpo y cubriéndolo del aire frío que insistía en permanecer en la habitación. Su pecho subía y bajaba despacio y tenía los labios entreabiertos, entre los cuales soltaba algunos leves gemidos, como si estuviese soñando.

Rodrigo sólo llevaba puesta la ropa interior, y permanecía sentado en el borde de la cama, agarrando un pequeño bloc de notas, en el cual era posible ver una página llena de garabatos con una palabra escrita repetidas veces: Ezequiel.

Ezequiel...

¿Realmente es su nombre humano? Rodrigo quería creer que sí. Había dormido lo que parecían ser apenas unos minutos junto a Iván, y en cuanto se despertó, decidió escribir el nombre antes de que se le olvidara de nuevo. Lo escribió innumerables veces en una página en blanco de su bloc de notas.

El nombre era demasiado humano.

Rodrigo cerró el bloc y lo dejó sobre la mesita de noche, junto a la cama. Volvió a mirar a Iván y sonrió mientras se aproximaba a él. El mayor avanzó a gatas por la cama y se alzó sobre su víctima, sin tocarlo. El colchón se hundió donde sus rodillas y manos se apoyaban, y contempló el rostro adormilado del joven pálido.

¿Cómo podía ser alguien tan adorable?

El inmortal rozó levemente la mejilla de Iván con sus labios y prosiguió hasta llegar a su cuello. Rodrigo no había hundido sus colmillos profundamente la noche anterior, y la herida no parecía muy seria. Sin embargo, aún así, probablemente tendría que ponerle una nueva tirita en cuanto Iván se despertase.

Se alejó un poco, y el menor, todavía dormido, no se movió. Todas las células del cuerpo del mayor gritaban, y su instinto le pedía que atacase a su víctima y le chupase toda la sangre. Pero, al mismo tiempo, algo en lo más profundo de su ser le susurraba que no lo hiciese. En el fondo, Rodrigo no quería hacer daño a Iván .

Asustándose de sus propios pensamientos, se alejó del menor, dejando de apoyar las manos sobre la cama y sentándose hacia atrás, sobre las caderas parcialmente desnudas de su víctima. ¿Cómo que no quería hacerle daño? Durante su vida como inmortal, Rodrigo ya había pensado muchas veces en no matar a más víctimas tras el primer encuentro, para poder divertirse y devorarlas cuando el alto ya hubiese sentido todo el placer que podía sentir con la comida.

¿Pero qué era eso de no querer hacerle daño?

Iván gimió en voz baja y Rodrigo lo miró, para darse cuenta de que el menor se estaba despertando. Sin tiempo que perder, lanzó sus manos sobre las de Iván, tirando de ellas y aplastándoselas contra la cama a ambos lados de la cabeza del recién despierto.

—¿Rodrigo? —Iván gimió suavemente, abriendo los ojos con dificultad. — ¿Qu... qué estás haciendo?

—Dándote los buenos días —respondió. A continuación se aproximó a Iván y atrapó su labio inferior entre los dientes, antes de pasar la lengua suavemente sobre su boca.

-—Qué forma tan extraña de dar los buenos días... —gimió, mientras cerraba los ojos de nuevo, como si volviera a quedarse dormido.

Rodrigo sonrió y movió con suavidad sus caderas varias veces, provocando fricción entre su cuerpo y la región pélvica de Iván. Aunque estuviese en ropa interior, era innegable que el roce de ambos miembros estaba excitando al menor, ya que, aún con los ojos cerrados, comenzaba a hacer un mohín con la boca

𝗦𝗢𝗗𝗢𝗠𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora