Una semana. Iván estaba contando los días.
Ya había pasado una semana desde que Rodrigo lo había echado de su apartamento. Él había dicho que lo buscaría cuando tuviese hambre, pero había mentido. Iván siguió con su rutina, yendo del hospital hasta su pequeño apartamento y viceversa, prolongando las caminatas por la calle y esperando al inmortal, que nunca más apareció.
El chico sentía que su corazón se encogía toda la noche cuando se acostaba en su cama, solo. Aunque intentase concentrar sus pensamientos en los acontecimientos del día, Rodrigo siempre aparecía como una imagen fija en su mente. Sonriendo con malicia, preguntándole si se sentía solo, si le gustaría sentir sus roces, sus besos...
Iván estaba, definitivamente, volviéndose loco.
El apartamento de Rodrigo quedaba en un barrio lejano al suyo y Iván sufría mientras esperaba su día libre para poder ir a buscarlo. ¿Y si le había pasado algo malo y por eso había desaparecido? ¿Y si la policía lo había encontrado y ahora estaba preso?
Aunque si hubieran capturado a un sospechoso de vampirismo, los medios de comunicación ya se habrían vuelto locos... Sólo hablaban de eso últimamente.
Rodrigo, según los periódicos, había sido más cruel en sus últimos ataques. Además, el «Vampiro de Arg» había comenzado a ganarse imitadores, que copiaban al asesino original, matando a sus víctimas en medio de la noche de la misma forma que el inmortal. La ciudadanía tenía miedo.
— ¿Iván? —llamó un compañero de trabajo en voz alta, y el enfermero en prácticas casi se cae de la silla en la que estaba.
— ¿Sí? —preguntó, esbozando una sonrisa forzada, mientras se recolocaba en la silla de la cafetería del hospital.
Hacía días que ese compañero había empezado a trabajar en el hospital y, a diferencia de los demás, hablaba con Iván sin problema. La compañía era bien recibida la mayor parte del tiempo, pero, en aquel momento, el chico de piel lechosa deseaba estar solo para poder pensar mejor.
Su nuevo compañero de trabajo era demasiado escandaloso.
—En serio, ¿qué te ha pasado en el cuello? Llevas eso ahí enrollado desde que empecé a trabajar aquí —el compañero alzó el brazo para darle un golpecito con el dedo en el codo, pero él lo apartó ligeramente.
No quería que nadie más, aparte de Rodrigo, lo tocase.
— Me hice un corte afeitándome —mintió Iván, y escuchó al otro riéndose en voz alta, llamándole mentiroso y cara-bebé; y es que, a decir verdad, él apenas tenía barba. —No, lo digo en serio... De...deja de reírte —las carcajadas de su compañero estaban empezando a llamar la atención de quienes los rodeaban, y el enfermero jefe se acercó a hablar con ellos.
— Ustedes... —llamó con voz autoritaria. —¿Hace cuántas horas que están aquí en el hospital?
— Cuatro —el compañero de Iván había dejado de reír y miraba seriamente al jefe.
—Casi seis —dijo Iván, centrando la mirada en la taza de café que tenía delante.
— ¡Mentiroso! —gritó su compañero, apuntando con el dedo de forma acusadora al menor. —¡Hace por los menos diez horas que estás aquí dentro! Puede preguntarle a quien quiera, jefe, ¡Iván prácticamente vive aquí, en el hospital!
Iván levantó el puño y le dio un ligero golpe a su compañero por delatarlo; su jefe suspiró pesadamente poco después. ¿Qué iba a hacer con aquel chico?
— Iván Buhajeruk, ¿no te he dicho ya que como enfermero en prácticas sólo puedes pasar en el hospital ocho horas como máximo al día?
Iván tragó en seco.
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𝗦𝗢𝗗𝗢𝗠𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)
RomanceAl perder el último tren, Iván se ve obligado a caminar solo por las oscuras calles de Argentina. Lo que él no sabe es que Rodrigo, un inmortal sediento de sangre, vaga por las mismas calles, en busca de su nueva víctima. ⠀⠀★ ⸧⠀𝗮𝗱𝗮𝗽𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻...