Mientras se terminaba de aprontar, se detuvo un momento para contemplar cómo los últimos rayos del sol se despedían, cediendo su lugar a una despejada noche estrellada. Un instante efímero de serenidad se apoderó de él, mientras observaba la luna con fugaz admiración, para después terminar de subirse el pantalón de un salto y ponerse sus zapatillas favoritas.
Era una noche especial. Hace apenas unos días había ganado el premio al mejor jugador de octubre de la Serie A, era algo que todavía le costaba asimilar y, cada vez que pensaba en ello, sus ojitos brillaban sin poder detenerlo, el aroma a victoria flotaba en el aire.
Él, más que todos, deseaba ese premio con todas sus fuerzas, con la esperanza invadiéndolo por cada segundo que pasaba; y lo había logrado. Ese premio era suyo y el trofeo descansaba en su casa, como un testigo silencioso de su logro y un recuerdo tangible de su esfuerzo.
Su familia se encargó de hacer un gran festejo, impregnado de música y una variedad exquisita de comidas, desde la más rica de las entrañas hasta el sushi más picante de todos. Matías, rodeado de sus seres queridos, se sentía pleno y recompensado, trabajó duro para estar donde estaba, le entregaba su vida al futbol, y estaría dispuesto a repetir esa entrega en cada vida que se le permitiese vivir. Cada logro, cada sudor derramado, se reflejaba en la sonrisa que iluminaba su rostro aquella noche.
Por otro lado, amaba ser el epicentro de todas las miradas. Le encantaba recibir elogios, se regodeaba en las felicitaciones que le llovían constantemente y, por encima de todo, apreciaba la sensación de saber que todos compartían el deseo de disputar un picadito con él. Era algo que no podía evitar, era el imán de atracción, pero sabía que no era su culpa que todos parezcan desear algo de él. A fin de cuentas, era la cara visible de la victoria esa noche.
Hace tres días que había pisado el suelo argentino nuevamente, en compañía de su hermano, Agustín, que necesitaba terminar de revalidar su título presencialmente. Se iban a quedar dos días más, por lo que sus ex compañeros de selección aprovecharon esa noche cálida de sábado para juntarse en la casa de Facundo y festejar el premio del jugador del Frosinone.
Matías había aceptado la invitación con entusiasmo, ya con la idea en la cabeza de la posible cantidad de regalos que iba a recibir. No lo mal entiendan, no se auto caracterizaba como alguien materialista, simplemente le gustaban los detalles.
Agustín lo dejó en la puerta de la casa de Buonanotte, donde rápidamente fue recibido con un olor inconfundible a asado y muchos abrazos efusivos y empujones juguetones. Había una energía contagiosa, un cariño que compartían entre todos y era palpable en el aire.
Se sentó entre Máximo y Federico, quedando enfrentado a Facundo y Agustín, y en los extremos de la mesa se encontraban los dos tocayos, Valentín Barco y Valentín Gomez. Luka, parlachin e inquieto como siempre, no se ató a un lugar en específico porque le gustaba ir y venir, de acá para allá, parado dando vueltas, preguntando cada par de minutos si alguien necesitaba algo. Sus amigos ya estaban por demás acostumbrados.
La cena transcurrió entre charlas animadas, acompañadas de risas y canticos antiboca, porque todos disfrutaban de provocar al colorado, quien amenazaba reiteradas veces con pararse e irse.
En ese momento, entre sus amigos y la complicidad, el pelinegro sentía que el tiempo no pasaba, como si fuera ayer cuando Mascherano les deseaba suerte antes de que empiece el primer partido que compartieron. De todas formas, intentó apartar la nostalgia súbita de tantos recuerdos felices a pesar del desenvolvimiento tan trágico, ya iban a tener la revancha, algún día la vida los volvería a cruzar en un mismo equipo, pero representando a la selección mayor. Matías se aferraba a la esperanza.
Un estruendo de aplausos lo atrajeron devuelta a la realidad, sus amigos coreaban su nombre y los empujones regresaron con fuerza.
— Felicitaciones, Matuuu — exclamó el dueño de la casa, revolviéndole el pelo con cariño antes de pincharle la mejilla con un escarbadientes.
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hadita; matías center
De Todoen un cuento de hadas, lo ideal es compartir. o donde matías, de visita en argentina, le reclama a sus ex compañeros un festejo digno después de haber ganado el premio al mejor jugador de octubre.