𝖊𝖆 𝖊𝖘𝖙...

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Y la admire.

La admire cual infante a su madre.

La admire hasta amarla con la loca pasión de dos amantes de madrugada.

La admire y me enamore sin amarla, un amor indescriptible, imperceptible a los ojos ignorantes de los ajenos a este sentimiento; después de entender y ver la realidad como se presenta ante todos.

La admire y observe con atención que ella es lo que yo desearía ser... llegue a un punto de inflexión donde todo lo que estaba en mi vista era mi admiración por ella, mi necesidad de protegerla, mi idolatración enfermiza.

Mi mente corrompida por querer todo lo que ella tenía, por ser todo lo que ella era; al no poder tenerlo, al aceptar que ella no es quien yo soy y que ella no es quien llegare a ser jamas me di cuenta que no soy mas que un inocente sin criterios ni escrúpulos...

Solo eso, un inocente que no conoce acerca de la verdadera vida, de la realidad como se vive y la oscuridad que en ella reside.

𝓒𝓪𝓻𝓽𝓪𝓼 𝓭𝓮 𝓪𝓶𝓸𝓻 𝓪 𝓾𝓷 𝓼𝓾𝓮ñ𝓸 𝓹𝓮𝓻𝓭𝓲𝓭𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora