1. Visita Inesperada

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 El domingo en la noche Mónaco se vestía de colores para la gran fiesta de la fórmula 1

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 El domingo en la noche Mónaco se vestía de colores para la gran fiesta de la fórmula 1. Las calles repletas de gente, cortadas y muchos bares abiertos para dar iniciada una noche de festejo. Tras una larga noche de trabajo Max volvía muy cansado de su trabajo como maestro particular.

Se detuvo en medio del pasillo al ver a un hombre sentado frente a la puerta de su departamento. A pesar de su inesperado malestar, sujetó con fuerza las correas de su mochila y se acercó sin vacilar y con calma en su dirección.

—Hola —su voz salió neutra cuando llamo la atención del chico frente a él.

Este mismo levanto su cabeza asustado por la repentina presencia, levantándose en un par de segundos frente al dueño de casa.

—Hola Max —se apresuró a saludar sintiendo sus manos sudar de los nervios. Las limpio en el sucio traje que llevaba. —Perdón por no avisar que vendría, no supe a donde más ir —.

Max lo escaneo rápido de pies a cabeza.

El logotipo de Red Bull en el traje de Sergio lo hizo suspirar y desviar su atención a otra cosa. Estaba agotado y solo deseaba tomar una taza de té y recostarse en su cómoda camada de Ikea diseñada para un buen descanso.

Dio un último vistazo a su repentina visita a antes de abrir la puerta y dar paso al moreno para que se adentrará al departamento. No demoró mucho en entrar el también, cerrando la puerta a su espalda y dejando cae la mochila a un lado de esta. Sergio se mantenía de pie en medio de la pequeña sala, mirando con minuciosidad cada detalle a su alrededor.

—Ponte cómodo, ya estás aquí —Max paso a su lado en dirección a la cocina arremangando las mangas de su camisa.

—No deseo ser una molestia Max, me iré si es lo que deseas —soltó con evidente frustración el México. Un inaudible quejido salió de sus labios al tocar la evidente herida en su rostro.

—No te estoy diciendo que te vayas solo... ponte cómodo y espera que traiga un botiquín para que limpies tu herida.

Con el botiquín en sus manos Max se acercó decidido, Sergio aún se mantenía de pie en la misma ubicación, por lo que tomó su brazo y lo guío hacia el desordenado sofá. De la caja saco un poco de gaza, yodo y se propuso a limpiar las heridas del mexicano, sin éxito cuando fue detenido por una de las manos de Sergio quien rápidamente tomó la gaza.

—No es necesario que hagas esto Max —se apartó un poco del rubio. La garganta de Max se secó de forma inmediata, trago duro antes de levantase y caminar hacia la cocina en busca de su tan esperada taza de té. Estaba realmente cuestionando que tan sano estaban sus cinco sentidos para poder haber dejado entrar a Sergio a su casa, nuevamente, después de años.

Ya servido su té, se preparó para ir rumbo a su cuarto a descansar de una vez por toda, mañana nuevamente tenía que ir al trabajo a primera hora. Sin embargo, solo dio pasos antes de que un incesante ruido y zumbido arruinará el frio silencio que los rodeaba. Sergio lo miro levantando sus manos en señal de que su celular no era.

De mala gana, resoplo y dejo la taza sobre la encimera de la cocina para después caminar hacia su mochila y buscar con rapidez su celular.

—Bueno.

—Hola buenas noches ¿hablo con Max Verstappen?

—Si con él, ¿Quién habla? —asintió inconsciente.

—Soy Christian Horner, trabajo para Red Bull Racing en la fórmula 1 —un uhm en aprobación salió de Max. —Disculpa que te llame tan tarde, pero Antonio Pérez dijo que podrías ayudarnos —

—El hermano de Sergio —el nombrado se levantó del sillón preocupado, Max le hizo señas para que detuviera su actuar.

—Así es. Sergio sufrió un accidente hace un par de horas durante la carrera, solo lograron asistir un poco antes de que desapareciera de la enfermería. Desde entonces no hemos podido contactarnos ni encontrarlo y es de vital importancia que vaya a un hospital por el golpe en su cabeza —

Max se mantuvo en silencio por una segundo, observo el cuerpo inquieto de Sergio frente a él. El traje de piloto aún estaba sucio de polvo, la herida que Horner hablaba sangraba a un costado de su rostro, mientras que la mirada de Checo no demostraba más que preocupación y suplica. Mordió su labio en un intento de calmar sus ansias.

—Christian ¿verdad? —afirmó la otra línea. —Bueno mira, con Sergio no he tenido comunicación de hace años y mucho menos ahora en el presente así que no sé cómo puedo ser de ayuda —finalizó.

—Comprendo Max, gracias y disculpa nuevamente la hora, ten buena noche— la llamada se cortó al segundo.

Se quedo observando el celular en su mano con un mal sabor de boca por haber mentido con tal descaro. Los recuerdos vinieron a su mente tan pronto como su mirada conecto con la del mexicano.

—¿Tú nunca aprender verdad? —paso a su lado molesto. Estaba cansado, cansado de la actitud de Sergio Pérez. —Porque no has aprendido que no puedes llegar y desaparecer como si nada—.

—Max—hizo el amago de detener el andar del holandés.

—No Sergio, no estoy dispuesto a pasar por esto de nuevo. Arregla tus asuntos— con su té en mano logro cerrar la puerta de su habitación.

Sentado al borde de la cama dio sorbos y más sorbos cuando las lágrimas comenzaban a acumularse en el borde de sus ojos, luchando por salir. No quería. Su orgullo no permitiría volver a llorar por algo que ya estaba superado para él.

Sergio Pérez solo era su pasado.

Sergio Pérez solo era su pasado

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