Dientes

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Dientes

Para los ninjas que rendían al Hokage directamente, ya era habitual encontrarse con uno de los dos habitúales escenarios que se presentaban en el despacho de su líder.

Uno de esos escenarios era el de su líder y el chico (el cual todos ya sabían era amante del Hokage) cargando a los bebés mientras ellos lloraban o exigían la atención de sus "padres". Naturalmente todo el mundo sabía que el Hokage sólo tenía un hijo, pero el hombre no hacía ningún tipo de diferencia entre Naruto e Inuyasha, por lo que prácticamente parecían mellizos.

El otro escenario posible de encontrar en la oficina, era el de su distinguido líder sentado en su silla tras el escritorio con Sesshoumaru sentado en su regazo y comiéndose las bocas.

Normalmente todos los ninjas evitaban llamar a la puerta para no encontrarse de repente con la mirada frustrada de Minato porque seguramente habían echado a perder una buena situación con el adolescente.

Pero hoy todo era distinto, no era que todo el mundo no tuviera nada que hacer, pero muchos de los ninjas estaban fuera de la oficina del Hokage. Cargados en la muralla o hincados en el suelo, mientras escuchaban los estruendosos llantos de los bebés. Finalmente uno de los ninjas más jóvenes se aburrió de esta situación y golpeó la puerta del Hokage.

-¿Hokage-sama, Sesshoumaru-sama? -Preguntó el joven, con el respeto que le merecían las personas dentro de la habitación.

-Oh, Iru-chan, pasa, pasa -le dijo Minato, mientras trataba infructuosamente de hacer callar a Naruto, que no dejaba de llorar en sus brazos.

Sesshoumaru no respondió al saludo con palabras, pero el mocoso los había ayudado en otras ocasiones, por lo que asintió con la cabeza mientras mecía a Inuyasha, que no paraba con su terrible berrinche.

-¿Los puedo ayudar en algo? -Les preguntó de pronto, sintiendo pena por los pobres bebés.

-No sabemos qué les pasa, Iru-chan, pero sería bueno que vallas por... -el gruñido de su amante lo detuvo de continuar, por lo que tranquilamente se dio vuelta para quedar frente al peli-blanco -necesitamos traer a alguien para que los revise, no soy médico y tú tampoco.

-Ya te dije una vez, Minato, no quiero a nadie cerca de él.

-Pero es necesario ahora -se giró y miró a Iruka que seguía esperando que alguien le dijera algo-. Quiero que vayas por algún medico al hospital para que puedan revisar a mis hijos.

-Sí, Hokage-sama.

El chico salió rápidamente por la puerta y la cerró tras él.

Un tenso silencio se cernió sobre la habitación. Sólo el sonido del llanto de los bebés inundaba las paredes del lugar.

Sesshoumaru estaba mirando por la ventana y meciendo a Inuyasha. Minato lo miraba y no podía entender muy bien que es lo que pasaba. Sabía de sobra que Sesshoumaru no quería gente cerca de Inuyasha, pero en momentos como estos, necesitaban contar con alguien de su entera confianza.

No dijeron nada. No se miraron. Sólo siguieron con lo que hacían, mecer a los niños para tratar de calmarlos.

Unos minutos después la puerta fue golpeada y por ella entró una chica con una bata de médico.

-Gracias por venir, Rin.

-No es nada, sensei -dijo la muchacha acercándose al bebé que su líder tenía en brazos-. Veamos, bebé, déjame revisarte -dijo al tiempo en que lo tomaba en brazos y lo dejaba en la cuna para empezar a revisarlo de arriba abajo-. Veo -dijo volteándose - ¿También quiere que lo revise? -Le preguntó apuntando a Sesshoumaru que seguía dándoles la espalada.

Minato se acercó con resignación y se paró junto al oji-blanco. Pudo percibir la tensión en el pequeño cuerpo de su amante, pero era primordial que revisaran a Inuyasha también.

-Sesshoumaru -lo llamó por su nombre completo, sabía que estaba molesto y no quería importunarlo más- ¿Puedes pasarme a Inuyasha para que mi alumna lo pueda revisar?

Sesshoumaru no dijo nada, sólo le entregó al bebé y se quedó apoyado mirando por la ventana y tratando de desconectarse del hecho de que otra persona estuviera invadiendo, lo que él creía, su espacio personal.

Rin revisó al bebé, pero a momentos le mandaba miradas sigilosas al chico, que sabía, era pareja de su sensei. No era que le molestara, pero ciertamente era desconcertante el saber que su sensei, el que ella creía completamente heterosexual, tuviera como amante a un muchacho que tenía unos años más que ella. Se concentró en el bebé que tenía en frente. Ciertamente era hermoso y esas orejitas sólo lo hacía más mono de lo que un bebé ya lo era.

Minato se sentía dividido. Por una parte quería estar atento a lo que le fuese a decir Rin sobre los bebés y por otra parte quería saber qué era eso que tanto perturbaba a su pequeño amor.

-Sensei -llamó la chica, logrando captar la atención del rubio-, los bebés están bien, sólo les están saliendo los primeros dientes y les duele bastante, pero les dejaré unos ungüentos que tienen que ponerles en las encías para aliviarlos.

-¿Los dientes? -Preguntó desorientado- ¿No son muy pequeños para eso?

-¿Cómo? -Preguntó la chica impresionada- Sensei... los niños van a cumplir ocho meses, es completamente normal que les empiecen a salir, de hecho, se habían demorado en dar muestras de dolor.

-Oh, ya veo.

-Por lo demás no debe preocuparse, pero me gustaría que me dejara supervisarlos más seguido, no es bueno dejarlos sin revisiones médicas apropiadas.

-Gracias, Rin -le dijo el rubio-. Bien yo...

La chica notó la incomodidad palpable que había entre los hombre.

-Yo me retiro, sensei. Cualquier cosa, no dude en llamarme.

-Gracias.

La chica se retiró, no sin ante mirar por última vez al joven que no se había movido de la ventana en ningún momento.

Dame tu amor y otra oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora