- Pero... ¿Por qué?
- No lo sé... aún. - suspira – la última vez que estuvo de visita en casa nos habló de unos negocios que aún no habían visto la luz. Estaba ilusionado y quería poner toda su atención en ese proyecto... No tenía ni idea de que entrelíneas se podía leer: mudarse.
- 'Proyecto hacerle la vida imposible a Brisa' - digo entre susurros.
- Brisa...
- No, Marcos... No quiero ni pensarlo. – Resopla.
- Lo que me imaginaba... Sabía que te pondrías así.
- Así, ¿cómo? – Ahora quien resopla soy yo.
- Pues así. – Dice y hace un gesto con las manos señalándome de arriba a abajo, exasperado, como si no fuera evidente mi actitud.
- Motivos tengo. – Sentencio.
- Y no digo que no. Soy tu mejor amigo y se que lo pasaste como el culo.
- Sí, mi mejor amigo y su hermano.
- Justo por eso tenía que decírtelo... - Finalmente, Marcos se desinfla y yo con él porque solo de imaginarme el reencuentro me salen por la piel miles de contradicciones.
El sonido de las voces ha pasado a ser en off y la música que sale de pub podría considerarse una sutil banda sonora. No me importa, lo único en lo que no puedo dejar de pensar es que Alexander está aquí y no me gusta.
- No me gusta tu silencio, Brisa...
-¿Qué quieres que diga? No quiero que esté aquí. No quiero verle. No entiendo nada.
- Ya te he dicho que te entiendo, Brisa...
-¿Pero? – Le conozco, se que hay un 'pero' que no me está diciendo.
- Pero... le entiendo. Alexander tiene todo aquí: Mis padres viven aquí, mi hermana sigue aquí, sus amigos están aquí y yo, como ves, sigo aquí. Había demasiadas papeletas para que en algún momento se planteara volver. – Cuando termina de decir esto, me mira, esperando mi respuesta. Sigue esperando. Y sigue.
- Suéltalo.
No me mira a los ojos cuando susurra:
- Me alegro de que esté aquí. Le echaba de menos. – Inspira profundamente, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. No puedo estar molesta con él, le entiendo. De verdad.
- Vayamos a por esa cerveza, tendremos tiempo de hablar largo y tendido de este tema. – Dicho esto, agarro su antebrazo y nos trasladamos dentro.
- Como siempre, evitando conversaciones incómodas...Tú especialidad. - Refunfuña Marcos y ya no puedo escuchar nada más porque el sonido de la música le silencia.
Nada más entrar, puedo divisar al fondo al grupito de colegas de Marcos. A decir verdad, son majos y siempre tienen tema de conversación por lo que, cuando estoy con ellos pocas veces me aburro, son interesantes y me caen bien, más allá de sus cositas, pero yo qué sé, como dice mi padre: como todo el mundo. En este momento agradezco mucho que estén porque, para ser totalmente sincera, la conversación con mi mejor amigo iría por caminos que no quiero recorrer ahora mismo.
Sí, he huido y seguiré huyendo hasta que tenga la cabeza lo suficientemente despejada como para hablar de ello sin:
1. Enfadarme con Marcos siendo que él no tiene la culpa de las decisiones de su hermano.
2. No escuchar.
3. Refunfuñar como una niña pequeña sin atender a cualquier tipo de razón.
La lista de contras para no abordar el tema podría ser infinita pero tranquis, no lo será porque, reitero: he huido. Soy una cobarde, gallina, capitán de las sardinas.
No me importa...
Bueno, sí.
- ¿Qué tal, chavales? – Pregunto al grupo. Ellos responden con un movimiento de cabeza como si se hubieran puesto de acuerdo y murmuran un 'eeeeeh'. – Entendido. – Giro la cabeza hacia Marcos, quien está sonriendo e inevitablemente, me contagio de él.
La noche pasa así, entre risas, conversaciones superficiales, cervezas que van y vienen. Nada que destacar. Me lo paso bien y esto me ayuda a despejarme, evadirme un poco de la realidad. Una realidad que no me gusta porque: Alexander ha vuelto.
Me parece tan, tan, tan inoportuno... Tan surrealista que esté pasando esto... ¿Hace cuánto qué no venía a casa? Miento. Reformulo la pregunta: ¿Hace cuánto que no nos vemos? ¿Cuánto tiempo hemos estado evitándonos?
Hasta ahora.
Levanto la mirada de la cerveza porque lo noto.
Veo la mirada de Marcos clavada en mi.
Lo sé.
No debería estar girándome hacia atrás pero no puedo evitarlo.
No le veo.
Pero sí veo su pelo negro azabache e inconfundiblemente se a quien pertenece.
Se aleja.
Bien.
¿De verdad tenía que ser aquí?
Marcos se levanta y se hacia quien se dirige.
Se aleja.
Tengo un nudo en la garganta y otro enorme en la boca del estómago. No puedo reaccionar, pero mi cuerpo sí lo hace.
Añado un cuarto punto a mi lista de motivos por los cuales ahora no sería apropiado abordar LA conversación:
4. Admitir que yo también le he echado mucho de menos.
|COMENTARIO DE LA AUTORA|
Mil gracias por leerme.
Ojalá os guste y me dejéis vuestras reacciones.
Os llevo en el 💕
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GRIETAS
RomanceSus sentimientos nunca fueron un problema hasta que la conoció. Brisa simplemente no tenía problemas hasta que él apareció. - La vida.. vaya vacaciones - fue lo que pensó nada más despertar. - ¿Cómo continuar? Quería ser cigüeña y volar. Cortaron...