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No soy el único que está jodido.

Minho Choi

— No es una buena idea —me cruzo de brazos.
— ¿Tienes o no? —insiste Lee.
— Si, mi tía tiene guardado dos.
— Entonces vamos a buscarla.
Lo fulmino con la mirada.
Lleva tres horas dándome una charla de convencimiento, para que acceda a salir en bicicleta y dar una vuelta por toda la ciudad.
— Ahí están.
Señalo sin ánimos las bicis viejas que guarda Amber.
— Supongo que la tuya es la de color negro —pasa por mi lado— Así que la roja es mía.
Casi me caigo, pero disimulo bastante bien y logro que Lee no se dé cuenta que esta es la segunda vez en mi vida que pedaleo en bicicleta.
Nos alejamos de la casa y salimos de carretera para llegar a un pequeño claro. Nos bajamos, Tae está más agitado que yo.
— Es lindo —me dice al oído.
Intento besarlo y se aparta.
— ¿Qué?
— Te traje aquí, porque necesito contarte algo—Arrugo el entrecejo—. Los días en lo que estuve ausente y enfermo, pues no era tan fácil como les hice creer a todos.
— ¿De qué hablas?
— Estoy enfermo —confiesa. Traga grueso— Tengo una enfermedad hereditaria o bacteriana, cualquiera de dos. En resumen ahora estoy bien gracias a la medicación, pero en un momento dado...
— Continúa —sigue con su silencio— No te quedes callado.
— Voy a necesitar un trasplante de corazón, para mejorar mi calidad de vida.
— No entiendo una mierda.
— Quería decírtelo, porque si vamos a estar junto mereces saber toda la verdad —agrega— Tú me contaste tu lado más oscuro, yo quiero compartir mi luz contigo y que seas mi ancla.
— No me puedes dejar —no sé ni lo que digo— Es decir eres muy joven para morir.
— No me voy a morir.
— Me quedo más tranquilo.
Siento que el que muere soy yo.
Estamos un rato más allí, contándonos cosas sobre nosotros, evitando la conversación de que uno va a morir y que el otro ya está muerto.
Volvemos a casa.
Planeo seguir con todo tal cual, que nada de nuestras jodidas verdades arruinen lo que hemos formado.
— Tengo hambre —digo una vez dentro. 
— ¿Quieres que prepare algo de comer? —Lee me sigue hasta el salón— Mi padre me enseñó alguna que otra receta.
— No hace falta —doy unos pasos hasta él. Retrocede y termina cayendo en el sofá— Tengo justo al frente lo que me quiero comer. 

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— Esta puede ser una muy buena forma de ver las películas más seguido —Taemin me fulmina con la mirada— Dime que no estás cómodo, tumbado en el sofá y desnudo. Cómo Dios te trajo al mundo.
— Es agradable —se encoge de hombros.
— ¿Solo eso? —enarco una ceja— Miénteme que me gusta.
— Tienes razón, es relajante.
Volvemos al silencio y continuamos con la película.
— ¿Te tomaste la medicación?
— Minho, soy más responsable que tú. No tienes por qué estar preocupado.
— Yo no estoy preocupado —bufo— Solo que no sé cómo te encuentras ni lo que puede llegar a pasar si la dejas de tomar.
— Voy a estar bien. 
Su cuerpo descansa sobre el mío, no puedo dejar de pensar lo mal que me he portado con Lee, lo mierda que he sido todo este tiempo y resulta que si existen personas con la vida más jodida que la mía. Y no van por ahí haciendo de las suyas.
Sin darme cuenta termino acariciando su cabello por largo tiempo.
Casi nos quedamos dormidos, pero los chillidos del freno de un auto sobresaltan al chico que babea sobre mi pecho.
— Mierda —Lee se levanta tropezando con todo lo que se cruza en su camino— Ese es el auto de mi padre. Nos va a pillar.
— Relájate —continuo tan tranquilo en el sofá— Tarde o temprano debes decirle la verdad. No vamos a estar toda una vida a escondidas.
— Es muy pronto —sigue con su intento patético de vestirse.
— Cuánto antes lo sepa mejor.
— No es el momento —me mira molesto— Vístete, y aprende de una vez por todas que no siempre tienes la razón ni puedes ganar.
Me arroja la ropa a la cara.
Contengo las ganas de mandar todo a la mierda y termino vistiéndome.
— Estamos de vuelta —saluda Joon-gicuando mi tía abre con su propia llave.
— Hogar, dulce hogar —Amber tira los tacones al suelo. 
— Buenas y adiós —beso a mi tía en la frente.
Subo las escaleras y siento como Lee me sigue. Me toma del antebrazo asegurándose que nadie nos vea. Están entretenidos.
— ¿Estamos bien? —me pregunta a centímetros de mi boca.
—Estamos bien —aseguro, para que me deje en paz. Obviamente, me molesta que no tenga el valor de decir lo que realmente siente.
Se engaña a sí mismo.
— Te quiero —dice en un susurro. Suspiro con pesadez.
— No vemos después —doy un casto beso en la comisura de su labio.
Me quedo solo, tumbado en la cama y con la vista fija al techo. Con la sensación de que si lo quiero por alguna extraña razón le voy a terminar haciendo daño.
Llaman a la puerta. Sé que es Amber.
— Entra.
— Sé que no estás bien —se acuesta a mi lado y me abraza.
— Si estoy bien.
— Cuéntame lo que pasó en estos dos días.
— Follamos —cortante y simple.
— Me lo imaginé —pone su boca en línea fina— ¿Sentimientos?
— Demasiados tía, y eso es lo que me asusta.

La Bestia (adaptación 2min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora