Capítulo 5: Buena vida.

26 2 1
                                    

-¡Dios! ¿Cómo es posible que nos hayan tenido cinco horas haciendo ejercicio?-Dije mientras caía derrotada en mi ataúd.

-Estoy reventada.- Dijo Irene.

-Y espérate, que mañana va a ser lo mismo.- Dijo Afri al borde de las lágrimas.

-No puedo más, te lo juro que no puedo más. Y encima hay algunos que todavía podrían seguir, como por ejemplo el Aarón. Yo flipo.- Me quejé.

-¡Chicas!- Gritó cansadamente una voz que entraba arrastrándose al dormitorio comunal y se metía al igual que todas nosotras en su ataúd.

-¡Ana! ¡Al fin llegas.! - Aplaudió Irene.

-No tengo fuerzas ni para hablar. Yo no me voy a mover de aquí hasta la cena.

- dijo la recién llegada.

-¡Ir!- Dijo un Chaval que irrumpió en la habitación a toda velocidad y se fue directo al ataúd de mi amiga.

-¡Eh! Si vais a hacer algo, cerrad la tapa del ataúd, o mejor, insonorizadlo bien para que no nos enteremos. - Dijo Lucía.

-Eso, Javi, si vas a hacer algo, hazlo cuando todos estemos dormidos. ¡Estás más salido que el pico de una mesa chaval!- Dije.

-Tiene razón- Me apoyó su novia.

-Bueno, vale, me voy a ver el fútbol, que hoy juega el Valencia Contra el Madrid.- Dijo con resignación.

-¿Qué? ¿Aquí hay tele?- Quiso saber África.

-No, yo lo veo en el móvil. ¿quién ve la tele en esta época a parte de los viejos?- Dijo mientras se perdía por el pasillo.

-Tía, tu novio está un poco más pallá que pacá-Opiné.

-yo también lo pienso.- Dijo Lucía.

-por tres.- Se sumó África y tras ella, todas las demás agregando un número mayor después de la preposición.

-¡oye! Escúchadme un momento. No habléis, por favor, que me duele la cabeza y el cuerpo por la migraña y el ejercicio y quiero dormir. Quedáis avisadas. ¡No me deis la lata!-Anunció África.

-Tranquila, creo que todas te vamos a copiar.-Dije mientras ahuecaba la cómoda y confortable almohada de mi féretro.

Dos o tres minutos más tarde, no se oyó un alma en la habitación. Morfeo había acabado por vencernos a todas, nos había aletargado debido a nuestro agotamiento físico y mental. Me despertaron de mi sueño reparador y placentero unos gritos plañideros provenientes de un lugar desconocido. Siendo vampiro y además ciego, puedes oír cosas que están a gran distancia de tu persona.

-¡Irene, despierta!- Susurré habiendo reconocido primeramente su caja mortuoria.

-¿Qué quieres?

-Voy a intentar averiguar de dónde proceden esos gritos. Necesito alguien que vea y me guíe.

-Va, me apunto, ya no tengo sueño y también quiero saber qué pasa.- Susurró saliendo del lecho y tomándome del brazo.

-¡Joder! ¡Entre los gritos y vosotras cuchicheando no puedo dormir!- Dijo África saliendo airada del suyo.

-Ahora por despertarme, me vais a tener que aguantar. ¡¡Me voy con vosotras!- Anunció con firmeza agarrándose al otro brazo de Irene.

Las tres salimos sigilosamente al pasillo procurando no despertar a las demás.

-Quitaos los zapatos y llevadlos en la mano hasta que salgamos. Así podremos movernos sin hacer tanto ruido. Si los monitores oyen algo, por mínimo que sea, seguramente, nos mandarán de vuelta a las camas.- Sugerí.

Innovaciones  vampíricasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora