Prólogo

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Ella se encontraba de pie en un vasto bosque sombrío, el susurro de las hojas por encima de ella enviándole un escalofrío por la espina dorsal. Miró a su alrededor, sintiendo una sensación de malestar que se apoderaba de ella al darse cuenta de que estaba sola, la oscuridad presionándola desde todos los lados.

Al dar un paso titubeante hacia adelante, un suave sonido de movimiento llegó a sus oídos, y se volvió para ver un par de ojos brillantes observándola desde las sombras. Su corazón dio un vuelco en su garganta al vislumbrar a la figura que emergía de la oscuridad: Un hombre tuerto, de rasgos retorcidos en una sonrisa cruel mientras avanzaba hacia ella.

El pánico recorrió sus venas mientras intentaba huir, pero no importaba lo rápido que corría, el bosque parecía extenderse infinitamente ante ella, atrapándola en su abrazo sofocante. Desesperada, se volvió para enfrentarse a aquel hombre, su voz temblando mientras exigía respuestas.

"¿Por qué me estás haciendo esto?", gritó, su voz resonando en la oscuridad.

La risa de aquel hombre resonó, enviando escalofríos por su espina dorsal. "Porque ahora me perteneces", siseó, sus ojos brillando con malicia. "Tienes un destino que cumplir, te guste o no".

Cuando las palabras del hombre resonaron en sus oídos, la muchacha sintió una oleada de miedo que crecía dentro de ella. Sabía que no podía permitirse ser controlada por él, o su alma sería hecha pedazos.

Con un grito desafiante, invocó su magia, el poder que recorría sus venas como un incendio forestal. Cuando el bosque estalló en una explosión de luz y color, la figura de su agresor se desvaneció en las sombras, su risa desapareciendo en la distancia...

Hasta que despertó, con una bocanada de aire y el corazón latiendo sin control. 

Otra pesadilla.

La joven de largos rizos rojos se limpiaba los muslos y retocaba su maquillaje en los vestidores del burdel

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La joven de largos rizos rojos se limpiaba los muslos y retocaba su maquillaje en los vestidores del burdel. Había terminado de atender a un cliente de la ciudad de arriba, de esos que bajan en busca de una probada de algo diferente, de salir de la monotonía de oro que siempre los rodeaba, allá de donde venían. Por supuesto, sin salir de su burbuja. De otro modo, la ciudad subterránea, las Fisuras, se los comerían vivos. Estaba más que acostumbrada a esas personas; ella era una gran parte de su entretenimiento ahí abajo. Todos querían algo, algo que no podrían conseguir allá afuera, ni arriba ni abajo. Pero ahí adentro, en Los Jardines, cualquier fantasía podía ser cumplida, por un precio.

Mientras se paseaba entre los adornos colgantes, las plantas y las múltiples voces, ahogadas por las paredes y la música suave, sonreía y miraba a los clientes pasantes por igual, detrás de su antifaz, rico en detalles en plateado. Las máscaras eran requeridas, para mantener la magia del anonimato. Era para lo mejor, pensaba. Al menos, combinaba con su lencería color azul cielo de una pieza, y su piel pálida, permanentemente espolvoreada en brillantina. Ella era una muñeca ciertamente inusual.

El ángel de ZaunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora