Capítulo 3: La visitante nocturna

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Habían pasado sólo unos días desde que Heaven aceptó trabajar para Silco. Aún no tenía muy claro su papel, pero ya se le había recompensado con una comida al día y una habitación en el mismo edificio de La Última Gota, en el segundo piso, dos puertas después de la oficina de Silco. Todos los muebles eran de madera y, aunque usados o reciclados, de estado decente. Tuberías de cobre y metal sobresalían de entre las paredes y a veces emitían sonidos. Para Heaven, era incluso más tranquilo que su antigua habitación. El jaleo de abajo apenas se escuchaba, las luces de la ciudad eran refrescantes y el ruido era distinto al del burdel – maquinaria de todo tipo haciendo eco en las paredes de roca que conformaban su ciudad, en vez de murmullos, risas y gemidos.

Por ahora, Heaven se pasaba sus días en el laboratorio de Singed, el Doctor. Necesitaban asegurarse de que estaba tan sana como pudiera estarlo, aunque Heaven no estaba segura de cómo iban a lograr eso, con todos los tubos de sangre que extraían de ella. También querían hallar un modo de 'desatar' su magia, como Singed decía. Más allá de hacer crecer lianas con flores que se abren paso a través de las grietas de concreto y roca de manera casi milagrosa, y de entenderse con criaturas no humanas, Heaven no tenía mucho uso en la práctica. Y eso le preocupaba.

- Eres la única persona en todo Piltover y Zaun que sabemos puede cosechar la magia de manera natural. – Le dijo el Doctor una vez mientras revisaba sus ojos con una linterna. El color esmeralda parecía un lago verde cristalino bajo la luz. – Silco sabe que eres demasiado valiosa como para dejarte morir.

Singed acostumbraba a ser directo con sus palabras, pero era gentil con Heaven, así como Silco y a diferencia de todos los demás. Todo el tiempo se sentía juzgada. Cada vez que regresaba a La Última Gota o la ignoraban, o su llegada acompañada por el matón que la estuviese vigilando causaba silencio. Le quedaba más que claro el por qué; ella era distinta. No en el sentido poético, no. Su belleza le era remarcada incesantemente en el burdel, pero ahí afuera la hacía ver exponencialmente débil y frágil, y lo sabía. Lo único que detenía los constantes empujes, maltratos y comentarios indeseables sobre su cuerpo o su cara aniñada era Sevika, quien obviamente tenía la posición y el poder para mandarlos a callar. Pero eso no exentaba a Heaven del desprecio de la temible mujer – es más, a la muchacha a veces le parecía que ella era la más ofendida por su presencia.

Un buen día, Sevika probó las habilidades de Heaven en un combate físico, las cuales eran nulas. La hizo pelear contra otra de las matonas de Silco – una mujer joven de aspecto introvertido pero hostil, maquillaje oscuro y dos perforaciones en los labios. Heaven cayó de cara contra el suelo en dos movimientos.

- Eres una niña débil –Le dijo Sevika, mirándola fríamente desde arriba-. Aquí eso ya no te hará ningún bien, ya no eres una puta. Cualquiera podría matarte, de no ser por Silco.

Heaven se tragó su vergüenza y se levantó sin decir nada. Sevika era innecesariamente cruel y mandona, le parecía. No sólo con ella; observaba cómo hablaba con el resto de la tripulación. La única persona que parecía tratar con verdadero respeto era a Silco – claro, Silco era el jefe. Y a Heaven no le gustaba para nada el miedo constante con el que respiraba cuando Sevika estaba cerca. Un solo error podría significar un castigo severo, pues la mayor tampoco era conocida por su tolerancia.

La muchacha entró a su habitación con un suspiro leve. La noche había caído y tenía estrictamente prohibido abandonar el edificio en esas horas. A veces eso la hacía sentir como un animal enjaulado, pero por lo menos tenía trabajo que hacer: Silco le había obsequiado un surtido de libros de varios temas: Historia mundial, geografía, biología y algunos tomos de magia. Le pidió estudiar tanto como pudiera, especialmente sobre la magia, quizás así aprendería a usarla mejor.

En el momento en el que se sentó en el colchón, escuchó un ruido, como si un trozo de madera tronase. Volteó hacia la pared y vislumbró algo que no había visto antes.

El ángel de ZaunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora