Al despertarme una mañana, me encontré acostado en la cama. Estaba echado de espaldas sobre un suave colchón y, al alzar la cabeza, vi mi torso al desnudo. Seguido por mis piernas que yacían cubiertas levemente por una sabana, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo.
Me pregunté que estaba ocurriendo.
La habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña y desordenada, tenía el aspecto habitual. Sobre una mesa había desparramado un montón de hojas rayadas con garabatos, y que al lado se mostraba una nevera con una foto pegada por un imán en su puerta. La foto mostraba a dos chicos, uno más joven que el otro, se mostraban felices.
Mire hacia una ventana; estaba nublado y sobre el vidrio frio se caían las gotas de lluvia.
<<Bueno –pensé--; mejor sigo durmiendo >> Pero no me fue posible, por más que me esforzase, no lograba mantener mis ojos cerrados por mucho tiempo. Intenté en vano esta operación numerosas veces; me terminé sentado al borde de la cama y tapé mis ojos para no tener que ver aquella habitación que, por alguna razón, me tenía confuso.
--¡Juancitooo!—Se escuchó detrás de una puerta que estaba a la cabecera de la cama.--¡Ya terminé!
Di un sobresalto al escuchar la voz. Esa voz aguda e infantil que me llamaba. Sentí como mi corazón empezaba a acelerarse y mi mente se preocupaba. Pues ya hace tiempo que Yo vivía solo.
--¡Juanci, Juancito!—Se seguía escuchando.
Por mi cuerpo sentí picor culpa del sudor que comenzó a emanar de mi, me levante y busque desesperado algo de ropa para cubrirme. Por suerte había unos cajones cerca de la cama con ropa.
--¡Hijo, atendé al niño, hace media hora te está gritando! —Se escuchó después del rechinar de una puerta.
Antes de terminar de vestirme, la voz, aparentemente de una señora, me congeló en el lugar. Aquel sonido que venía de atrás y parecía molesto, volvió a dirigirse hacia mí.
--Ya hace rato tendrías que estar listo para ir a la escuela—Dijo la voz.
Terminé de ponerme la camiseta, lo último que me faltaba, y giré mi cuerpo. Me encontré con una señora. Maquillada y con ropa formal abriendo la puerta de donde se escuchaban los gritos del infante.
<<¿Qué pasa?>>, pensé.
No supe que hacer en ese momento, << ¿Quiénes son ellos? ¿Qué debo hacer ahora? ¿Seguiré soñando?>>
Antes de poder reflexionar sobre todo esto, pasaron cautelosamente por la puerta la señora y el niño.
--Hijo—dijo la voz de la señora--, ya van a ser las ocho. Dale, prepárate que ya tendrías que estar esperando en la escuela para entrar a clases.
El sonido de la voz era más dulce ahora. En cambio, yo me sorprendí al escuchar la mía, que era la de siempre, pero más aguda y desafinada.
--Si, si, ya voy.
La señora parecía extrañada, pero alavés tranquilizada por la respuesta y se marchó de allí.
--¡Juancito, Juancito! –grito el niño desde otra parte del lugar-- ¡Juancito veni! —el peque no paró de insistir.
-- Voy – Contesté con pena. Me esforcé por pensar en qué puede estar pasando mientras me movía en dirección a la voz. Mi cabeza se giraba de un lado a otro negando lo que sea que estaba sucediendo, en unos de esos giros veo donde estaba antes el niño, era un baño que emanaba un olor potente, aparte de eso, parecía haber alguien que me estaba mirando, al devolver la mirada me percate que era un espejo.
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Yo En Un Isekai
RandomEn un estallido de caos, las grietas se abrieron y arrebataron todo lo que amaba. Ahora, como un alma errante en un mundo desgarrado, me esconderé en lo más profundo de la oscuridad para sobrevivir un día más de esas cosas que emergieron de las grie...