Insegura; Enzo Fernández.

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Ari se miraba al espejo por onceava vez en los últimos veinte minutos. El vestido que tenía puesto es negro, pegado al cuerpo y de tirantes. Se dio vuelta una y otra vez y siguió sin convencerse cómo le quedaba, la tela aprieta sus piernas y hace que sobresalgan sus muslos.
Los tirantes son demasiado finos y hacían que espalda se vea demasiado ancha.

"Me quiero morir"

Movía la cabeza de un lado para el otro, intentando repartir su pelo para disimular lo ancho de sus hombros.

"Tengo hombros y espalda de pibe" pensó.

Se giró enseguida cuando escuchó el ruido rechinante de la puerta abriéndose, dejándole ver al amigo de su hermano.

—me facilitás las cosas con ese vestidito, te queda pintado morocha— le dio una mirada rápida de arriba para abajo mordiendo su labio inferior. Ariadna se apresuró a agarrar una frazada e intentar taparse por la vergüenza que sentía —¿qué hacés? dejame disfrutar de la vista— Enzo dio un paso, entrando en la habitación de la morocha y no tardó en acercarse a la nombrada para agarrar la frazada con la que ella se había tapado, ella no tardó en volver a taparse—¿por qué te tapás?

—no me gusta cómo me queda, por favor Enzo, salí que me quiero cambiar— agarró el final de su vestido y se lo bajó. Sentía vergüenza bajo la mirada atenta de Enzo, quien cuestionaba el por qué de su desagrado ante la apariencia que le daba el vestido. Él ya lo había dicho, el vestido le quedaba pintado por más sencillo que fuera. La hacia ver preciosa y acompañaba de buena manera su pelo marrón, lacio y largo que llegaba hata su cintura.

—¿por? Si te ves hermosa, Ari.

—no.

—¿por qué siempre que te doy un halago me lo negás?— se alejó, imponiendo distancia entre ellos nuevamente.

—porque siempre que lo hacés pareciera que querés aparentar que todavía hay algo donde ya no hay nada. De verdad intento ser buena con vos porque sos el mejor amigo de Juli, pero no puedo si seguís así, simplemente no— largó harta. Cada que Enzo le hacía halagos, Ari pensaba en la forma en la que, después de haber terminado, él iba y se lo decía a alguien más. Le dolía porque para él todo era un juego mientras que ella aún lo amaba con total sinceridad, no había forma de odiarlo, no había forma de que ella pudiera odiarlo, fuera el daño que fuera que él le hubiera hecho, ella lo amaba. Pero no podía seguir aguantando esas cosas por parte de Enzo, así que solo se empezó a alejar —¿entendés, no?

—si tanto te jode, me voy a la mierda y no te vuelvo a dirigir ni un hola, flaca—  Enzo se dio vuelta, abrió la puerta y salió de la habitación, no sin antes pegarle una última miradita a la morocha —y usá el vestidito con los borcegos que te compraste para tu cumple— y finalmente, salió y cerró la puerta.

Ari se quedó en su lugar ya cuando Enzo se había ido, era desesperante tener que estar encerrada en una habitación con él, al mismo tiempo era incómodo pero muy por otro lado lograba que sus más explícitos pensamientos saliesen a flote.

Volvió a mirarse en el espejo, rozó sus muslos con las yemas de sus dedos y al instante abrió uno de los cajones de su escritorio para después sacar una cinta adhesiva. Después de encontrarle el inicio a aquél adhesivo, simplemente rodeó parte de su muslo con el mismo, parte la cual llegaba a ser tapada por el corto vestido que llevaba.
Cuando dejó la cinta, volvió a bajarse el vestido y mirarse en el espejo. Notaba que el vestido ya no le resaltaba tanto las piernas, no dejaba tanto a la vista y ya no se sentía tan incómoda al verse a si misma.

Haciéndole caso al comentario de Enzo, agarró los borcegos negros que ella misma se hizo de autoregalo el día de su cumple. Les bajó el cierre a ambos y finalmente se los puso.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2023 ⏰

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