Capítulo 07 (Maratón ²/³)

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Aún seguían abrazadas. No les importaba el tiempo que estaban en aquella posición, mucho menos las personas que volteaban a mirarlas, al único al que le valía la escena era el vocificador del lugar que empezaba a decir que el siguiente vuelo no demoraba en irse.

La colombiana cayó en cuenta de la voz, y jaló del brazo a su amiga. Empezó a correr como loca sin mirar como Rusia casi se cae por andar chocándose con varias personas a causa de las maletas que llevaba encima.

La rubia como podía pedía disculpas en español, pero tardaba en decirlas porque la latinoamericana no paraba su andar. Lo único que pudo hacer fue dejarse llevar y tratar de esquivar a toda persona que estuviera estorbando su camino.

Cuando por fin pararon, entraron rápidamente a la cabina. Lo cual fue justo a tiempo, ya que dieron el último aviso antes de que cerraran la entrada del vehículo aéreo.

Algo cansadas buscaron rápidamente su asiento designado, porque tenían una azafata nada paciente reprochando su llegada tardía. Simplemente hacían oídos sordos, encontraron sus asientos y se dedicaron a descansar después del maratón que jamás hicieron en su vida pasada.

-- Así que... ¿Ésta era tu sorpresa? ¿Meternos en un avión cualquiera para quien sabe a dónde va ir?-- Pregunto la europea con un poquito de preocupación, eso no estaba en sus planes. De por sí se estaba creando un todo escenario de cómo se metieron a un vuelo sin pagar a quien sabe dónde.

-- ¡No es lo que estás pensando! Hace rato había dado nuestros boletos, solo faltabas tú para irnos. Pero estuvimos por los pelos a no llegar a tiempo.-- Se rió un poco la colombiana por la adrenalina que aún tenía en su cuerpo, y también por la extraña cara que hacía Rusia.

El alma que salía del cuerpo de tierras frías volvió a su lugar, pudo respirar con calma y acomodarse en el asiento. Durmió parte del camino de su tierra a Colombia, pero no descanso lo suficiente gracias a un niño caprichoso que lloriquiaba por culpa de su madre despistada.

Sentía sus ojos pesados, le costaba demasiado mantenerlos abiertos y la voz de la colombiana se hacía más lejana. Perdió todo el hilo de la rara conversación que estaba llevando la contraria, cuando por fin cayó en brazos de Morfeo.

Colombia no se había dado cuenta de este hecho hasta que sintió un peso extra en su hombro. Examinó por un tiempo su rostro de cerca.

Su cara era muy delicada. A pesar que llevaba encima un maquillaje no tan notable, sus facciones se destacaban por encima de todo. Sus cejas delgadas, pestañas ligeramente encrespadas, nariz nada prominente, mejillas algo rosadas y labios delgados la hacían ver como un ser puro. Sus cabellos dorados poco desordenados rodeaban su rostro reflejaban un toque de pureza, pero algunos estaban estorbando el análisis colombiano.

Su mano paso suavemente y apartó aquellos pelos que obstaculizaban su vista, poniéndolos detrás de su oreja. Era perfecta, cualquiera que pusiera sus ojos en ella jamás se acostumbraria a su belleza.

Cuando Colombia se dio cuenta que estaba viendo más de lo que se debería, apartó su traviesa mano y la dejo en su pecho. Sentía los latidos de su corazón constantemente rápidos, el calor acumulándose en su cara y la vergüenza que lleno su cuerpo de un momento a otro.

Era solo su amiga, se recordaba. Estaba bien reconocer que la euroasiática estaba bonita, pero no le cabía en la cabeza que ella le empezara a gustar.

Era divertida, amable y muy confianzuda, ya que una vez le pidió que decidiera que traje de baño usar, le mandó fotos un poco prometedoras. Unas de ellas temblaban en el hilo de inocencia con sensualidad, algo que a la colombiana le fascinó pero a la vez la asustó. Le dijo que cualquiera le quedaría bien y salió a caminar por un rato.

Tú... ¿Me amas? - Ruscol -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora