Capítulo 01

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En algún momento de nuestras vidas hemos permanecido en las nubes, nos pasa tantas cosas buenas que pensamos que nada puede arruinarlo. Hasta que algo o la mayoría de veces, un "alguien", nos baja de aquella felicidad de forma brusca, haciendo que directamente nos caigamos a la triste e injusta realidad.

Todo esto pasaba por la mente de una desolada euroasiática que estaba apoyando su espalda en una de las paredes de aquel encerrado lugar que hace pocos minutos había encontrado.

Sus hermosos ojos, llenos de lágrimas, sólo miraban un punto fijo del objeto que tenía en su mano, específicamente un anillo de color plateado, brillaba y relucia su belleza al tener un pequeño pero hermoso diamante.

Recordaba en todos los momentos en el que paso con el país que conquistó su corazón, el que siempre estuvo ahí para ella, con el que tenía miles de fantasías formando una familia y viviendo felices hasta el fin de sus vidas.

Estaban a pocos meses de contraer matrimonio hasta que se dio cuenta de lo que le ocultaba su prometido. Pudo verlo besando a alguien que no era ella.

Ocultos en un pasillo pensando que nadie los veía, disfrutando cada minuto de aquel encuentro a punta de besos y caricias que ambos se daban, como si no se hubieran visto en años.

Esto rompió su corazón en mil pedazos, no soportó verlos más y rápidamente corrió fuera de ese despreciable ambiente que la torturaba en cada paso que daba, no aceptaba que justamente al que consideraba el amor de su vida, aquel que cada acción que hacía llenaba su corazón de alegría y siempre le decía "tu fuiste lo mejor que me ha pasado, no te merezco" le estaba haciendo esto.

Sus sollozos eran más fuertes, prefería quedarse el resto del día en aquel viejo cuarto en vez de salir e irse a esa habitación de hotel en la que se estaba hospedando, odiaba que la vieran débil, más si era por esa razón, tenía la esperanza de que todos ya se hubieran ido de las instalaciones de la ONU, aunque esto no fue cumplido al captar una voz muy conocida.

-- ¿Rusia? ¿Estas aquí? -- Rápidamente limpio sus lágrimas y fue a la salida de ese cuarto a un paso lento, salió al corredor y ahí pudo ver a su mejor amiga, Alemania.

-- Finalmente te encontré, te estaba esperando a la salida de las instalaciones para almorzar juntas, pero-- se interrumpió a sí misma al notar los ojos de su amiga estaban algo rojos y no tenía ese brillo característico que últimamente estaba acostumbrada a ver-- ...¿Por qué estabas en esta habitación? ¿Qué pasa, Rusia?. --

-- Estoy bien, no te preocupes. -- Trató de hacer una sonrisa forzada pero esta se fue formando más como una mueca triste. Por primera vez en toda su vida no pudo fingir estar bien, le dolía demasiado su pecho, como si le estuvieran clavando miles de cuchillas en su pobre corazón.

Al no aguantar más se desmoronó en el hombro de su amiga, soltaba pequeños sollozos y balbuceos inaudibles, mientras sus pequeñas lágrimas se encargaban de caer en la ropa de la azabache.
Aunque Alemania no sabía que hacer, dejó que sus brazos actuarán por sí solos y la acobijo entre estos, dándole pequeñas palmaditas en su espalda como señal para que se dejará consolar.

Después de algunos minutos la euroasiática se sentía un poco más calmada, se apartó un poco de la alemana para tratar de limpiar las lágrimas que seguían cayendo por sus mejillas. La pelinegra (Alemania) al ver las acciones de la contraria empezó a hablar.

-- Mira, no me digas que pasó hasta que salgamos de aquí. -- Sostuvo los hombros a la más alta con delicadeza-- Algunos latinoamericanos todavía están en este lugar y es mejor que no se enteren, ¿De acuerdo? -- Aunque le gustaba la energía y personalidad de estos también sabía la gran capacidad de oír a través de las paredes y crear chismes como bombas a punto de explotar.

Tú... ¿Me amas? - Ruscol -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora