chapter one,

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𝐭𝐨𝐨 𝐥𝐚𝐭𝐞

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𝐭𝐨𝐨 𝐥𝐚𝐭𝐞

[ obsérvate,
obsérvame,
obsérvalos,
y trae aquel
cuchillo. ]

Pero ahora eso era un recuerdo lejano en tu memoria, que aún te atormentaba por las noches cada vez que cerrabas los ojos al querer escapar, aunque sea por un momento, de tu pesadilla.

Ahora, ese dolor solo era un testimonio en forma de cicatrices que reflejaban tus errores y lo que significaban para la Federación: una marca de tu historial, para que jamás olvidaras el propósito de la Federación: la perfección.

Suspiraste, no tenías porque dejar que a tu mente divagar en cosas que podrían distraerte de tu labor, así que con una determinación en todo ojos, decidiste solo concentrarte en algo aparentemente más importante.

Podías sentir el aire acariciar delicadamente tu rostro, sintiendo una sensación de adormecimiento en tu cuerpo, aunque eso no era molesto, en realidad, era relajante.

Habías pasado el día cómo normalmente lo harías: despertar, tu rutina matutina diaria, completar las tareas que la Federación te encargaba, terminar y después descansar o leer. Claro, puede sonar normal y excelente, pero para ti era terriblemente monótono, sentías que la Federación te había inculcado una anestesia emocional que no parecía tener fin por si sola.

Era horrorosamente monocromático, y aburrido.

Las tareas eran siempre las mismas, por lo que pudiste adaptarte y acostumbrarte a ellas, a regañadientes, pero igual aceptaste que posiblemente toda tu vida, de la cual desconocías su pasado y origen, sería estar encerrado en la Federación, donde los pasillos pulcros y blancos te atormentaban hasta en tus más profundas pesadillas.

Limpiar las oficinas, pasillos y salas. Tu tarea principal y la que más detestabas. No es porque odiaras exclusivamente limpiar o barrer, pero cuando completabas tus tareas, un silencio sepulcral invadida todo el lugar, como si el sonido se hubiera vuelto inexistente por esas horas laborales las cuales considerabas un castigo penitencial y duradero para siempre.

Y no podías decir que tuvieras la mejor compañía durante tus momentos de descanso.

Cucurucho, aquel enigmático oso antropomorfo que hacía que tu mente se sobresaltada cuando aparecía de la nada, asustándote cuando su voz robótica e inexpresiva te dictaba órdenes o deberes próximos. Se suponía que era tu compañero de trabajo, aunque empezabas a sospechar de que en realidad su relación era de encargado-empleado, o algo así.

Definitivamente Cucurucho no era el encargado tras todas las acciones de la Federación, pero parecía tener un poder jerárquico mayor al tuyo, dándote órdenes, o simplemente su presencia te resultaba en un sentimiento agridulce de monocromía enigmática que aquel ser, del cual desconocías si era humano u otra cosa, te producía con tan solo estar cerca.

𝐭𝐨𝐨 𝐥𝐚𝐭𝐞!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora