Pedido de Candy_Invictor
Contexto: te llamas Haruto Kimura. Tus ojos son de color verde menta con ligeros tonos verde lima. Tu cabello es de color café canela. Eres un demonio.
Tu arte de demonio será: Florecer (controlar y crear vegetación venenosa para los humanos).Aunque Haruto no recordaba casi nada de su anterior vida como humano, algo que sí recordaba era que nunca había vivido nada mal.
Él era el hijo único de la familia Kimura, una familia muy adinerada y donde nunca faltaba de nada. Aunque tuvieran dinero, siempre fueron personas muy humildes dispuestos a prestar ayuda a los que lo necesitasen, motivo de que les dieran más dinero todavía sólo por sus buenas acciones.
Una noche, Haruto regresaba de cenar algo en un pequeño restaurante y luego de dar un paseo iba a casa, pero era algo tarde, de modo que no había casi nadie en las calles. Iba sólo y con las manos en los bolsillos, sin preocupaciones. Pero en un momento escuchó pasos de alguien que al parecer lo estaba siguiendo. Al principio no le dio importancia, pero luego de varios minutos de doblar esquinas e ir por callejones y seguir escuchando los mismos pasos empezaba a ponerse nervioso y a incomodarse. Sin quererlo, llegó hasta un callejón sin salida. Cuando se ponía nervioso perdía a medias el sentido de la orientación, y aquél día lo llevó a aquél lugar, donde su vida cambiaría para siempre. Un grupo de bandidos lo agarró desprevenido y lo asaltaron, golpeándole y dejándolo bastante mal.
Se quedó quieto en el mismo sitio hasta que, algún rato después, alguien se le acercó. Un señor con sombrero blanco. El señor Muzan Kibutsuji. Lo transformó en demonio a cambio de tener prohibido decir su nombre o de lo contrario moriría de forma definitiva.
Tras varias semanas de desaparecido, lo declararon fallecido y dejaron de buscarlo.
La familia se mudó a otro lugar y Haruto decidió quedarse en la casa, bastante grande para una sola persona. Tal vez demasiado. Por suerte, la apariencia de Haruto no se diferenciaba demasiado de la de un humano.
Lo malo era que, cuando salía a casar, a veces lo veían algunas personas y avisaban a los cazadores pero nunca encontraban nada.
Un buen día, hartos de las muertes de los de su pueblo, decidieron pedir ayuda a uno de los cazadores que se convertirá en Pilar en algún momento, Kanao Tsuyuri.
La chica fue sola, sin ninguna compañía. Le dijeron que había una casa grande, una mansión, en la que podría esconderse el demonio, de modo que ella fue allí. La casa estaba medio abandonada pero lucía bastante bien desde fuera, aunque no se podía decir lo mismo por dentro.
Al escuchar que alguien entró en su casa, decidió hacerse pasar por un humano para que no lo matasen. Fue con cautela hasta donde se encontraba la chica y al verla sintió como si una especie de luz la alumbrase, como esos focos que enfocan a la protagonista de alguna obra o algo así. Sentía atracción hacia ella, de modo que para que no sospechase de él, fue en silencio y con cuidado hasta la salida para luego fingir que entraba en ese momento.
- Eh...disculpa... qué haces por aquí?- preguntó de forma inocente.
- Busco un demonio.
- U-Un demonio...? Aquí hay alguno?
- Deberías irte. Es peligroso.
- Pero también es peligroso para ti...
- Soy cazadora.
- Oh...Si me permites...puedo ayudarte con eso...
- Vete antes de que algo te lastime.
- No, enserio, puedo ayudarte. Déjame por favor.
La chica suspiró.
- Ahora mismo tu vida está en mis manos. Ve con cuidado si aceptas el riesgo de morir.
Haruto asintió.Kanao y él pasaban juntos casi todos los días para lograr encontrar a aquél demonio que se escondía por allí. De algún modo, el castaño empezó a enamorarse de ella aunque sabía que estaba mal ya que nunca podría tener nada con ella, pero esos sentimientos no eran algo que pudiesen ignorarse sin más.
Muzan lo observaba desde la distancia y veía aquellos cambios de actitud de Haruto frente a la chica. Pensó que tal vez se trataría de un plan para matarla, pero pronto descubrió que él pretendía declararle su amor. El azabache no podía permitirse que sucediera lo mismo que con Tamayo, de modo que se vio obligado a tomar medidas.
Una noche fue hacia Haruto como una simple visita.
- Tenemos que hablar- dijo serio.
- Qué sucede mi señor...?
- Si no la matas ahora te mataré yo a tí.
- Eh...?
- Ya te lo dije. Tengo ojos por todas partes. Sé dónde estás a cada rato y qué haces. Los humanos y los demonios no van a poder estar juntos jamás. Asumelo de una vez.
- P-pero...
- Ya me has oído. Te doy hasta mañana para que la mates- dicho esto se fue.Al día siguiente, Haruto no estaba nada feliz de verla. No quería hacerlo, pero tampoco podía desobedecer a su amo.
- Qué te sucede, Haruto-san?
- Y-yo...tengo algo que contarte...sobre mi....
- Mm? Dime?
- Todo este tiempo...te mentí...
- Con que...?
- Aquel demonio que buscas....soy yo....todo esto....no fue más que una estrategias para atraerte y matarte....y ahora vas a morir...(no puedo hacerlo...lo siento...Kanao...)La chica sacó su katana y peleó contra el demonio estando dolida por lo sucedido. No podía creerlo. Debía haber una explicación. Haruto se negaba a matarla. No podía hacerlo, de modo que trataba de no golpearla nunca, cosa que ella notó, y supo en el acto que no lo estaba haciendo por voluntad, sino porque alguien lo había obligado.
- Haruto-san... quién te...?
- Kanao...pelea...no preguntes nada... sólo ganará el que quede vivo...
- Pero...
- Y quiero que ésa seas tú....por favor...termina con mi vida....porque me niego a matarte...
- Haruto-san...Él mismo se colocó la katana en el cuello.
- Vamos... córtalo...hazlo de una vez...
- P-pero....
- Hazlo...!!
A duras penas, Kanao cerró los ojos y cortó el cuello del demonio.Una vez el cuerpo y la cabeza cayeron, ya sólo cabía esperar a que se esfumase.
- Haruto-san...
- Kanao... ojalá no me olvides nunca...
- Haruto-san...
Ya casi no quedaba nada de él.
- Kanao...yo....te amo....
Dicho esto, Haruto desapareció por completo.Ella trató de no llorar ya que fue una de las peores despedidas que pudo tener. Era la primera vez que le sucedía algo parecido y tenía que terminar así. Se prometió ir a buscarlo en su próxima vida, aunque le costase 100 años.