Capítulo final

1.9K 144 5
                                    

Erkin

Siento el viento en mi rostro, así que abro los ojos. Me encuentro sentado sobre la rama del árbol, que está fuera del templo. Metafóricamente hablando, he crecido tanto como este roble, pero a la velocidad de la luz, casi ni me he dado cuenta. Veo a mamá salir de la catedral, se acerca hasta donde estoy.

—Erkin, bájate de ahí —se queja.

—¿Tienes miedo de que me rompa una pierna?

—Vamos, no me hagas preocupar.

Me río, pero luego salto, así que se asusta.

—Tranquila, ya bajé —expreso, animado, aunque ella me sigue mirando con temor—. Enana. —Le doy dos palmaditas en la cabeza, ya que soy tan solo un poquito más alto que ella.

Suspira.

—Mírate, ya creciste otro centímetro. Pronto dejarás de verte como un adolescente y serás todo un adulto. Solo unos meses, estás tan grande.

—Ya te hiciste vieja, observa lo pálida que estás. —Acaricio su mejilla—. Deja de preocuparte tanto.

—Es que no sé si entiendes mi preocupación.

Alejo mi mano, quedándome pensativo.

—A ver... temes que sea como mi padre cuando me convierta en un monstruo aterrador, pues yo...

No sigo hablando, ya que escucho el sonido de carretas. Mi madre no se ha percatado porque no tiene el oído como el mío, así que sigue esperando mi respuesta.

—¿Erkin?

—Te lo demostraré. —Sonrío.

Las carretas se aproximan, deteniéndose. Unos hombres con batas y capuchas negras, llegan hasta nosotros. Mi madre se asusta, lo veo en su gesto, aun así, se pone delante de mí.

¿Será esa famosa secta? La cual seguía a mi padre.

—Oh, Gran Señor —dice uno de los hombres—. Nos honra estar en su presencia.

—¿Son ellos? —consulto, pero mamá no responde.

—Oh, Gran Señor. —Se aproxima, sin embargo, mi madre no se mueve ni un centímetro, presiona mi mano muy fuerte—. ¿Nos permite? —le pregunta.

—Puedo escuchar —aclaro—. No necesita acercarse más.

—Mil disculpas, venimos a ofrecerle un lugar. No menospreciamos este templo, pero como sabe, usted romperá esa coraza humana muy pronto, y el castillo en el que vivimos es el sitio ideal para usted, con todos los cuidados que podría tener un ser así. Nosotros sabemos lo que necesita, déjenos venerarlo y protegerlo.

Los otros dos hombres detrás de este se arrodillan, haciéndome reverencias, así que les respondo.

—Entiendo su preocupación, pero estoy bien aquí, gracias.

—Señora. —Mira a mamá—. Ha instruido bien a su hijo, pero sabe que es mejor que esté con nosotros, aconséjelo mejor.

Ella sigue callada.

—Mamá tiene miedo que me convierta en mi padre, así que acompañarlos sería traición.

—Es la madre del monstruo, se entiende su dolor, pero si realmente lo quisiera, se lo pensaría dos veces antes de ponerlo en esta situación peligrosa, aquí está desprotegido.

—No... —Los labios de ella al fin se mueven, entonces se gira a sonreírme con cariño y alivio—. Él no es un monstruo, es mi hijo —declara, al comprender que se lo demostré.

A los hombres no les queda otra que marcharse y dejarnos en paz.

—¿Qué va a pasar ahora? —pregunta mamá, luego de un completo silencio.

—Me iré al bosque.

—¿Qué? —Me observa, estupefacta.

Me río.

—Cuando me convierta. —Le doy una palmadita en el hombro.

—Me diste un susto de muerte.

—Siempre te asustas. —Río otra vez.

—Por todos los cielos, Erkin. —Suspira—. Piensa un poco en mis miedos.

—Siempre puedes venirme a visitar, prometo no comerte.

Sonríe.

—Erkin...

—¿Qué, mamá?

Se hace un silencio, luego me abraza, así que le doy palmadas en su cabeza y le aclaro:

—No te preocupes, mamá, no soy un monstruo.

—Lo sé, hijo, lo sé.

Nos quedamos así, abrazados, un momento. El sol se va en el horizonte, demostrando la llegada del atardecer. Todavía se escuchan los pájaros, el sonido de la naturaleza que está cerca.

Yo, Erkin, un ser libre, un animal en su habitad natural, juro por lo que más quiero, que cumpliré mi palabra.

La madre del monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora