CAPÍTULO 9: ATACANDO AL BOTE BLINDADO

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Luego de usar unas maniobras literalmente indescriptibles logré atravesar todo el canal y llegar justo detrás del bote blindado amarillo de Aleta Segura.

—Creí que moriríamos unas 7 veces —me dice Gabi.

—Yo también, pero por suerte dimos un espectáculo impresionante hace unos momentos —le respondo— Lo malo es que estamos casi sin combustible.

—¿Cómo haremos para rebasar al bote blindado y que Venganza Dorada lo ataque? —me pregunta Gabi.

—Es imposible rebasar ese bote blindado con el combustible que tenemos.

—¿Entonces?

—Vamos a estrellarnos contra él, así Venganza Dorada mirará sí o sí el gigante trozo de carne pegado debajo de ese bote.

—Pero ¿qué pasará con nosotros? —pregunta Gabi.

—Debemos saltar al costado y esperar a que Juan haga su parte —le contesto.

—Nonono —me dice Gabi temblando— Esto no lo hablamos, esper...

—UNO... —empiezo a contar.

—¡LEGAL VAMOS A HACER ESTA PELOTU...!

—DOS...

—¡KOREEE ESPERAAAA YA VOOY!

—y....

—ESTOY LISTOOOO

—¡TREEEES SALTA CARAJOOO!

—¡AHHHHH!

—¡AHHHHHHHHHH!

Mientras estamos en el aire vemos como nuestro pequeño bote se estrella contra el motor del bote blindado, y un Juan sale debajo del agua en forma de delfín y nos agarra mientras que con ese mismo salto nos impulsamos a los dos muy lejos del bote blindado y muy cerca del bote que estaba usando Rubén para esperarnos. Mientras nadamos hacia Rubén, vemos como Venganza Dorada golpea al bote blindado desde abajo.

—Creo que encontró su carne —me dice Gabi.

—Sí —le respondo mientras sigo nadando— Ahora querrá buscar más y golpeará una y otra vez ese bote para ver si hay algo tan sabroso adentro. Mejor nos apresuramos a subir con Rubén, porque si permanecemos en el agua, capaz nos vea.

El bote empieza a hundirse, señal del agujero que hizo Venganza Dorada. Es lo suficientemente grande como para que un montón de agua entre por debajo y empiece a llenar el interior de esa coraza amarilla.

El conductor salta antes de que se hunda el bote tanto que ya no pueda abrir la puerta, y empieza a nadar hacia la orilla. El guardia de seguridad también hace lo mismo, pero en vez de nadar hacia la orilla, se sumerge con su equipo de buceo y su metralleta acuática.

Juan nos saca del agua y nos sube al bote de Rubén.

—Los de Ñeembucú sí que son excelentes nadadores —dice Gabi.

—Gracias, pero en realidad no soy muy bueno nadando —responde Juan—. Pregúntale nomás a Ñelson, él es testigo de los que sí saben nadar en Ñeembucú, ufff, yo no podría alcanzarlos en años.

—Parece que la misión está siendo todo un éxito —les digo a todos.

Nos fijamos en el bote blindado que se está hundiendo poco a poco en el agua producto de la terrible mordida de Venganza Dorada.

Rubén nos da a cada uno una metralleta semiautomática cargada.

—Apunten —nos dice Rubén— Y al primero que salga del agua lo llenamos de bala.

Rescatando a Paraguay?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora