Capitulo 1

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—Ten, mi amor, aliviará tu histeria un poco.

—Vete al infierno– Aemond arrastró las palabras, pero le arrebató al castaño la copa. Podía olerlo: el aroma del veneno que iba a apagar su vida. Era lógico, sólo que él fué muy estúpido para notarlo.

Diez años de matrimonio y tres hermosos hijos no habían valido para impedir esa masacre en contra de la facción de su familia. Y todo había sido su maldita responsabilidad, por creer en las promesas de ese alfa cuando le aseguraba se unirían y no debería preocuparse por su familia, que no permitiría Rhaenyra tocara a sus hijos y podían estar tranquilos.

Iluso, Aemond pensó se evitaría derramamiento de sangre y al mismo tiempo consiguiría estar con el amor de su vida. Una ceremonia en secreto, luego la cara de angustia de su madre al verlo con Lucerys vistiendo las ropas de los Velaryon, cayendo de rodilla al suelo lloriqueando “¡Aemond, no sabes lo que hiciste!”. Por años el Omega creyó hizo lo correcto, Rhaenyra se coronó como reina y vivieron en relativa paz, Aegon era libre y con los años se casó voluntariamente con Cassandra Baratheon, junto a su suegro halló una buena conexión y sus actitudes mejoraron con su amada esposa e hijos, saliendo de cacería con Lord Boros incluso su complexión fué más fornida y sana. Helaena tenía un buen matrimonio político con Jacaerys, Alicent incluso se calmó jugueteando con sus nietos en paz.

La gente de afuera protestaba porque una Omega adúltera estuviera en el trono y un bastardo fuera su heredero, se sabía en susurros que el reino comenzó a pensar que Viserys El Pacífico se equivocó al saltarse su primogénito varón para mantener a su primera hija. Era reina sólo de nombre, se presentaba a todas las reuniones del consejo pero era su esposo quién tomaba las decisiones. Daemon recibía muchas denuncias por su mano dura pero su familia aparentemente estaba a salvo.

Las cabezas de muchos lores fueron colgadas e incluso niños se ejecutaban casi a diario. Aemond escuchaba las preocupaciones de su madre porque era obvio que no se sostendría por mucho tiempo ese reinado y aunque el omega estaba inquieto también, confiaba sin importar el destino que les deparara, Lucerys y él lo enfrentarían juntos protegiéndose mutuamente como la familia que eran.

Y de pronto, ocurrió la misteriosa muerte de Aegon envenenado con su vino favorito junto a sus hijos y esposa, los hijos de Helaena y la propia beta muriendo de forma que no pudo ser descubierta aunque le fué atribuido la locura que surgió en ella una vez escuchó cómo murió su hermano y sobrinos. Para cuando Aemond abrió los ojos una vez su madre recibió una carta de Antigua mencionando Daeron fué asesinado, decidiendo escapar con sus hijos y madre a Antigua, los pequeños empezaron a retorcerse y quejarse entre lágrimas que sufrían mucho dolor.

A las horas, Aemond tenía en sus brazos sus cuerpos inertes y su madre vociferó una maldición mientras se rasgaba su vestido lloriqueando, cayendo de rodillas al suelo.

Rhaenyra y sus hijos lo negaron, por supuesto.  El dolor fantasmal en su cicatriz reapareció recordando siempre era así, desde que él perdió su ojo vió esa hipocresía, esa falta de empatía hacía sus propios hermanos, pero se cegó a pesar de todas laa advertencias por las lindas palabras de Lucerys y promesas, ignorando lo evidente.

La reina se burló de Aemond cuando el Omega tomó una espada con dificultad dispuesto a rebanarle el cuello. Lucerys con ayuda de Jacaerys lo detuvo antes de forzarlo a beber leche de amapola. No tenía idea si su propio esposo fué cómplice ni le interesaba, detuvo su venganza y se negaba creerle, estaba seguro no podía ser tan ciego para no sospechar de Rhaenyra, simplemente Lucerys también fué culpable. Vaghar repentinamente también dejó de respirar.y aunque los maestres juraron fué por la vejez, Aemond había sentido por horas la agonía de su dragona impotente. Ella fué asesinada.

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