Capitulo 2

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Los sesos de Aemond palpitaban, mientras se esforzaba recorriendo y hurgando en una de las habitaciones vacías de la fortaleza roja con vehemencia. El rencor golpeaba más fuerte que sus malestares diarios por culpa del dichoso veneno que bebió antes de volver al pasado, así como la angustia, mirando lo que en el futuro fué el aposento de su primogénito.

Su dulce ángel. Era la viva imagen de Lucerys, pero sus ojos eran lilas, irradiaba la misma tierna inocencia que Lucerys a su edad, e incluso en los onomásticos de Aemond, nunca faltaba el regalo de su alfa y el de su hijo mayor. Aethan siempre besaba su mejilla al darle los buenos días y buenas noches, era dedicado tanto a sus estudios como a aprender de su padre sobre navegar, declarando esperaba ser como su padre algún día en tanto sacudía sus rizos abrazando la cintura de Lucerys, recibiendo un beso del castaño, que hacía creer a Aemond sinceramente que amaba a sus hijos.

Jamás sospechó nada, e incluso ahora no veía ninguna fisura en su farsa. ¿De verdad los amaba o que estuvieran en una posición vulnerable luego de ganarse su confianza era un plan desde el principio?

El corazón de Aemond se hundió y sus piernas temblaron, con un nudo en la garganta rememorando las mejillas frías de su primogénito una vez la vida le fué arrancada antes de poder cumplir once años. Pensó también en Daera y su pequeño Laenor, aferrándose a él lloriqueando mientras se quejaban algo les dolía. No importa qué tan rápido se movió Aemond, no hubo forma salvarles la vida.

La impotencia de no haberse dado cuenta antes del error que estaba cometiendo al no huir luego que Aegon fué asesinado misteriosamente con su esposa e hijos, quizá en el proceso evitando Helaena con sus propios cachorros también fallecieran en circunstancias raras y Daeron resultara en un destino fatal con su cuerpo no apareciendo por ningún lado, corroía el alma de Aemond. Él empezó ese problema, fué como si les hubiera colocado la soga al cuello. Todo por creer en las palabras de Lucerys cuando le pidió casarse en secreto en vistas la reina no lo aceptaba, advirtiendo era peligroso a esas alturas se unieran. Por supuesto Aemond fué tan iluso creyendo sus promesas, pensando en verdad su madre exageraba juzgando a la otra facción, metiendo las manos al fuego por su alfa.

Intentaba no pensar en sus cachorros, evitaba ver a Lucerys otra vez porque no sentía pudiera estar frente a él sin tratar de asesinarlo. La peor parte era saber que sus pequeños ya no existirían nunca más, jamás iba a poder recuperarlos. Sólo vivirían en su memoria, donde no podría abrazarlos ni volver a leerles un libro...

Pero sus hijos no quedarían impunes, ni sus sobrinos y hermanos.

El hambre ni siquiera atravesó a Aemond, saltándose el desayuno para seguir buscando un posible pasadizo secreto. El día que supo algo estaba raro y planeó huir junto a sus hijos, le llevó el desayuno a Aethan, Daera y Laenor, en la habitación del mayor de los tres. Específicamente puso a Criston Cole a vigilar que nadie entrara mientras él preparaba el viaje en forma sigilosa. Ellos estaban bien antes de eso, alguien tuvo que haberles dado algo desde dentro.

Solía llevarse bien con Daemon, muchas veces pareció insinuar sobre esos pasadizos en conversaciones. ¿Él mismo aprovechó los niños confiaban en él y les envenenó su comida? ¿O fué el propio Lucerys usando la información?

Golpeó la pared invadido por una desmesurada rabia. Sus manos enrojecieron pero el omega no sintió dolor. Su sangre ardía, tan fuerte que se mareó y cayó al suelo, apretando los dientes.

“Van a pagar, todos van a pagar...”

“¡Mami, mi papá me felicitó por aguantar cinco minutos más en el agua, ¡Dijo que soy su mayor orgullo, por fin me llevará a mi primer viaje!”

—Lo siento tanto– Murmuró con voz ronca, sin poder resistir más la angustia. Iba a poder reclamar a Vaghar de nuevo, pero nunca vería de nuevo a sus cachorros. Ni siquiera le importó después de tantos días la pared se movió un poco, revelando una entrada a los pasillos secretos– Aethan, Daera, Laenor...

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