Nueve

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«Dividir una casa desde dentro es una de las mejores estrategias en la guerra»

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«Dividir una casa desde dentro es una de las mejores estrategias en la guerra».

Anker ahogaba con su boca los pequeños gemidos que salían de los labios de Sugar. El beso se tornó tan intenso que el raciocinio de ella la abandonó, solo percibía un calor asfixiante que se extendía por todo su sistema.

La piel se le puso de gallina en el momento en que él le tocó las piernas y la levantó, quedando apoyada entre la pared y el cuerpo de Anker. Le enredó las caderas, de esa forma, pudo sentir los abdominales que cubría el traje a la medida.

Él dejó su boca en paz, pero se adueñó del cuello de la chica que temblaba bajo su tacto. Las caricias llegaron lejos, aunque no tanto porque un ruido fue el causante de que ellos se alejaran de golpe.

—Lamento la interrupción —dijo Abia desde el umbral de la puerta—, pero Sugar necesita el té.

Un resoplido cargado de frustración salió de la garganta de Kabana, quien dio pasos hacia atrás con la vista puesta en la chica que sostenía una taza humeante. Era una mirada amenazadora, capaz de estremecer a cualquiera, excepto a ella. Abia se mantuvo en calma.

Sugar, en cambio, estaba avergonzada. No sabía a dónde dirigir los ojos y las mejillas le ardían. Su rostro se tornó rojo debido a eso.

Sin mediar palabras, Anker salió de la habitación deprisa.

—¿Sí...? —Sugar rompió el silencio.

—Estoy aquí para que te mejores. Bueno, supongo que ya lo estás...

Las palabras de Abia le molestaron, aunque no se lo dejó saber.

—Gracias —dijo mientras agarraba el recipiente y le dio pequeños sorbos a la bebida bajo la intensa mirada de la intrusa.

—¿Qué se siente besar al enemigo?

Sugar dejó de tomar cuando escuchó la pregunta.

—¿A qué te refieres?

—Tú y Anker —aclaró—. Se supone que deberían estar en guerra.

—No te entiendo...

—¿Estás dispuesta a amar al hombre que destruirá...?

—¿Terminaste? —interrumpió Kabana, quien había entrado sigiloso.

Abia se espantó, y eso era muy raro que pasara, pues no había percibido su presencia.

Anker ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora