Si hay algo que Maki puede llegar a envidiar de otras escuelas de magia es la perspectiva de menos días de clases. Porque Gojo suele ser un profesor más o menos relajado, pero cuando despierta con los cables cruzados se encarga de exprimirlos como frutas. Los de segundo ya están acostumbrados a los desmanes del peliblanco, pero los de primero (a excepción de Fushiguro) apenas estaban empezando a experimentar la clase de desgaste físico al cual tendrían que someterse durante, mínimo, tres años.
Nobara fue un coro de quejidos de cansancio desde el baño de la habitación de su novia. Maki estaba sobre su futón, cruzada de piernas y contemplando la pantalla de la pequeña televisión que había tomado de su hogar cuando decidió marcharse. El agua de la ducha caía con fuerza mientras el vapor abandonaba el baño y se entrometía en la habitación, Kugisaki exclamando insultos contra su sensei que perfectamente podrían ganarle una sanción. Su novia solo sonreía con gracia, guardándose comentarios demasiado desalentadores, hasta que la castaña decidió emerger por la puerta con una toalla rosa envolviendo su cuerpo y el cabello castaño ya pasado por el secador.— ¿De verdad estás tan cansada, o solo exageras? -la más alta dejó sus gafas especiales sobre el suelo a un lado. No las necesita para ver con normalidad, pero está tan acostumbrada a ellas que siempre las encuentra danzando en el puente de su nariz. De la boca de su novia solo brotó un bufido.
— Quizás, si me quejo lo suficiente, Gojo-sensei me oiga y sea un poco menos maldito la próxima vez.
— No te equivoques con él -Maki dibujó una sonrisa burlona con los labios, dándole un par de golpecitos al espacio libre del futón. Kugisaki se acercó, suspirando como la damisela en apuros que definitivamente no es- le gusta el papel de profesor juvenil y buena onda, pero en realidad puede ser muy desgraciado si se lo propone. Tus quejidos de cansancio lo llenan de energía.
— Lo odio -la castaña se dejó caer a su lado, hundiendo los dedos en su cabello chocolate, aún un poco humedecido- lo siento. Te robaré un pijama y me iré a mi habitación.
— Aún no, no te vayas -Maki dejó una mano sobre los hombros de Nobara, repletos de pecas, y ella volteó a mirarla con sus mejillas como dos manzanas maduras. Siempre se sonroja muy rápido cuando la toca, es adorable- hay algo que quiero enseñarte. Solo si tú quieres, claro.
— ¿Qué cosa?
El ala de habitaciones femeninas estaba del lado opuesto a las habitaciones de los hombres. Les separa todo un edificio inmenso, y a este punto todos han de haber caído rendidos a los brazos de Morfeo, o a punto de hacerlo. Puede que la zona de habitaciones tenga un estilo oriental propio del país, pero la construcción en sí era más occidental. Paredes gruesas, techos altos. No les llega ni un sonido de los demás, solo los ruidos del patio que, como un círculo, rodea la escuela de magia metropolitana de Tokio. El trino de algunas decoraciones, agitadas por la brisa del verano que poco a poco los deja. El chapoteo del agua y el susurro de las hojas de los árboles. Así, era imposible que alguien oyera los quejidos que Nobara ahoga contra su piel lo mejor que puede, presionando los labios contra la piel de su clavícula, agitándose hasta que Maki termina de introducir un dildo con cuidado por el ano de su novia.
— Por favor, dime si te duele -murmuró la peliverde contra la frente de Nobara, dejando allí un par de besos. Pasó un buen rato desde que le comentó aquello, sintiendo una timidez impropia de ella. Pero Kugisaki accedió porque “no perdemos nada intentando cosas nuevas”.
— No, no… -abrazaba con fuerza los fuertes hombros de la peliverde, quién se había tomado todo el tiempo del mundo con tal de que ella no sintiera ni un atisbo de dolor. Es probable que sea cerca de la medianoche ya, pero ninguna de las dos se interesó en ver la hora- no me duele.
— ¿Segura? -Maki hizo sus mejores ojos de cachorrito (nada creíbles para cualquiera que la conozca un poco) y su pecho se relajó al oír a Nobara reír. Pegó los labios en su cuello, llenándolo de pequeños besos y mordidas cuidadosas mientras retiraba el dildo con cuidado, más o menos hasta la mitad, y volvía a hundirlo con el mismo cuidado. La castaña ahogó una exclamación, y Zenin besó con ganas su cuello. Solo quería distraerla, no dejar alguna marca. Por razones claras, nadie tenía ni idea de que estaban saliendo. A Maki le daba igual, pero Nobara le pidió algo de tiempo y la peliverde accedió sin poner peros- ¿Se siente bien, princesa?
— Sí -exhaló ella y, casi buscando pelear contra la timidez, pegó sus labios contra los suyos en un beso ansioso. La peliverde sonrió para sí y la besó de regreso, con ganas, asegurándose de que sus dedos húmedos de lubricante no resbalaran a la hora de meter y sacar el dildo, teniendo cuidado de no ser demasiado brusca. Su mano libre bajo, acariciando la vagina húmeda de Nobara y procediendo a frotar su clítoris, sintiendo sus piernas temblar y sus dientes atrapando su labio inferior cuando un gemido la sacudió. Estaba empapada, una suerte, porque Maki aún no había terminado con ella y sabe que su novia lo tiene claro. No le molesta saber que no recibirá placer esa noche, porque la visión de Maki disfrutando le es más que suficiente.
— Aguanta, un segundo… -aguantando la sonrisa diabólica que necesitaba esbozar, Maki dejó el dildo hundido y apartó los dedos del clítoris ajeno. Nobara dejó ir un quejido de protesta, aun sabiendo que se preparaba algo mejor. Hacerle el amor era entretenido para la chamán, porque Kugisaki es exigente y siempre la compensa con la más dulce de las voces. Estiró su mano derecha y tomó el siguiente objeto que le había enseñado a su novia un buen rato atrás: un strap-on.
Era un cinturón de tela que Maki se ajustó con calma, hundido a un segundo dildo más o menos del mismo tamaño que el primero. Nobara dejó caer su frente sobre la de la más alta mientras ella se lo ajustaba alrededor de la cintura con parsimonia, jalando las cintas y asegurándose de que quedara bien puesto y no le causara molestia alguna. Tomó con sus manos firmes la bonita cintura de Kugisaki y, mientras se fijaba en su mirada oscurecida, pegó los labios al mentón de la castaña.— Quiero que me montes, princesa.
Aún con una vida tan repleta de mierda como la suya, Maki descubre que puede ser sorprendida por momentos de grata felicidad. La mayoría son en compañía de sus compañeros, pero esos momentos se han multiplicado desde la llegada de Nobara a su vida. Y verla ahora, saltando sobre el dildo de su strap-on con las facciones congestionadas de placer, es uno de los mejores momentos de su vida.
La dulce voz de Nobara al gemir es tan hermosa que a Maki se le olvida por completo que ahora no está recibiendo estimulación alguna. Puede que la contagie de su placer porque jadea de tan solo verla, y no detiene la mano que saca y mete el dildo mientras Kugisaki brinca sobre el que introduce en su vagina. Entra y sale con facilidad, y llora de gusto cuando Maki lleva la mano libre a su clítoris, atendiéndolo con ahínco mientras ella se retuerce sobre su cuerpo.— Ma…ki… -lloriquea mientras aprieta los dientes, y la peliverde no se molesta en responder. Es tan hermosa que no desea interrumpir ese coro con su voz, y guarda silencio mientras la voz de Nobara se vuelve más y más aguda, más y más alta. Solo puede hacer algo: sonreír, sonreír mientras la penetra y la estimula. Sonreír mientras la contempla y la oye gemir, gritar, jadear, deshacerse sobre su cuerpo. Es hermosa. No siente merecer nada de lo que está viviendo.
El clímax ataca a Nobara, no existe mejor forma de describirlo. Chilla y se mueve con fuerza, sus preciosos ojos almendra se van hacia atrás y no para de brincar, buscando alargar esa chispeante sensación lo máximo posible. Lágrimas de gusto empapan sus bonitas mejillas rojas y, cuando al fin se detiene, luce tan cansada y agarrotada como al finalizar una sesión de entrenamiento.
Maki jamás le quita la mirada de encima.
— ¿Nobara? -estira una mano, apartando con cuidado un par de cabellos adheridos a la frente de la castaña por una película de sudor. Ella exhala, despacio, y descansa la mejilla sobre la palma de la mano de Maki, casi como un gatito. Con cuidado, su novia desliza el dildo fuera de su interior y lo deja a un lado, usando ahora ambas manos para apartar todos los cabellos de su rostro. La castaña ni siquiera se molesta en abrir los ojos- ¿Te gustó, cierto?
— Que egocéntrica -exhaló, una vocecita débil tras el angelical coro de gemidos. La peliverde no se molestó en disimular la sonrisa, porque sí: le produce un orgullo especial saber que su novia disfruta con cada cosa que le hace- …es, alucinante. Creo…que no recuerdo donde estoy, espera…
Una risa ronca brotó desde el pecho de Maki, mientras Nobara hacía de tripas corazón para incorporarse y dejarse caer a su lado con un bufido cansado, boca abajo sobre el futón.
— Tienes suerte de que mañana es domingo -murmuró Maki, dejando una mano sobre sus cabellos castaños- ¿Te imaginas tener que enfrentarte a un entrenamiento de los de Gojo con los cables cruzados, mañana por la mañana?
— Encontraría una forma de acabar con el chamán más fuerte del mundo -masculló Kugisaki, y la risa de Maki se perdió en el viento.