Capitulo 5

68 11 2
                                    

Will se despertó con el recuerdo táctil de la sangre solidificada en su piel y las uñas desgarrando su carne. Sus pies estaban atravesados por los pinchos de hierro de una valla. La sombra del Destripador se alzaba sobre él, hecha de retorcidos insectos y oscuridad, y Will supo que había salido de él, que él había dado a luz a aquella criatura.

Trastabilló desde la cama hasta el fregadero de la cocina y el agua helada lo despertó de golpe. Las sensaciones del sueño persistían, inconmoviblemente reales. Se obligó a respirar con normalidad, a no jadear en busca de un aire que parecía demasiado escaso. Inspiraba y espiraba, con los pulmones desesperados. El silencio de su casa le ensordecía. Las cosas se movían en cada esquina, más sólidas cada vez que apartaba la mirada.

Se llevó el teléfono al pecho. ¿Cómo sería llamar a Hannibal, intentarlo, no estar solo en esto?

Hannibal acabaría enfadándose con él, pensaría mal de él. Lo ocultaría bien, pero Will lo percibiría de todos modos, lo percibiría cada vez que hablaran. Un "Déjame ayudarte" se convertiría en un "¿Por qué no estás mejorando?" rápidamente.

Pero tal vez sólo una vez. Tal vez eso sería suficiente.

Estaba marcando el número de Hannibal antes de que pudiera pensar en una mejor razón para no hacerlo.

El teléfono sonó y sonó. Hannibal no contestó. Siete veces antes de que saltara el buzón de voz. Will volvió a marcar y escuchó otros siete lejanos chirridos electrónicos.

Su mente se calmó mientras escuchaba. Los hilos de su pesadilla se desvanecieron. Se sentó en el borde de la cama. El teléfono podía estar silenciado. Hannibal podía haberlo dejado en otro lugar que no fuera su dormitorio, demasiado lejos para oírlo.

Pero había sido sincero en su oferta. Quería que Will lo llamara. Tendría el teléfono encendido, lo tendría cerca. Will volvió a marcar. Nada.

No perdió el tiempo tratando de convencerse de lo contrario. Se vistió, tomó su pistola y se subió al coche para su tercer viaje a Baltimore esa semana. Pasó el trayecto luchando contra el impulso de llamar a Jack o a la policía de Baltimore. Había demasiadas posibilidades de que estuviera equivocado, de que no pudiera salir de su propia cabeza lo suficiente como para ser objetivo sobre cualquier cosa. En lugar de eso, circuló a 90 por la autopista y rezó para que los policías de tráfico estuvieran todos dormidos.

*

*

La casa de Hannibal lo observaba con ojos negros. El Bentley permanecía en silencio en la entrada. La paz se había establecido sobre el vecindario como la nieve. Will se acercó despacio a la puerta, medio convencido de que, después de todo, todo estaba bien, de que había exagerado, de que debía dar media vuelta e irse a casa.

La puerta estaba entreabierta. Will la empujó y entró. Le dolía la mandíbula por la tensión. Desenfundó su pistola y sacó la linterna.

Nada en el vestíbulo. El cuadro que había al pie de la escalera estaba apoyado contra la pared. Un Narciso desnudo recostado sobre la hierba miró a Will con reproche cuando el haz de la linterna lo alcanzó. Will subió corriendo las escaleras, pero no necesitó ver lo que le esperaba. Se desplegó ante sus ojos antes de que llegara al dormitorio.

Sábanas arrancadas de la cama, sangre en el suelo, cristales rotos. Todo oscuro, todo en silencio excepto la música en su cabeza. Vio los gruñidos de Hannibal, la lucha, el paño empapado en cloroformo. Estaba en el suelo, medio debajo de la cómoda.

Se arrodilló y lo tocó. A su lado había un pequeño cepillo plateado. Vio cómo caía al suelo y daba vueltas y vueltas, con las incrustaciones de ámbar agrietadas por el impacto.

Taken for Rubies (Hannigram)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora