Cuando les conté a mis padres sobre mis sentimientos hacia Jimin, mi madre fue la más emocionada.
Siempre lo había visto como un hijo más y lo consentía en todo.
Cuando empezamos nuestra relación, mi madre solía invitarlo a cenar, a hacer compras, a paseos familiares y a reuniones.
Poco a poco se hicieron muy cercanos y eso me hacía muy feliz.
Pasaban tanto tiempo juntos que a veces bromeábamos mi padre y yo de ser los terceros de la relación, y Jimin una vez llegó a sentirse mal por eso.
Decía que jamás intentaría quitarme a su madre y hacia cualquier cosa para disculparse.
Para mí, mi mamá siempre fue mi súper heroína. La mujer de mi vida. Por eso sabía que si Jimin y yo llegáramos a terminar, no solo mi corazón se rompería, también el de mi madre. Razón de más para luchar con fuerzas por llevar adelante mi noviazgo con él.
La primera persona que supo que nos mudariamos juntos fue ella.
Estaba tan feliz por nosotros que nos ayudó a elegir el departamento y nos acompañó en cada cosa que necesitábamos.
Y mi Jimin parecía tan feliz con eso.
La relación con sus padres era cordial, sí, pero la relación de él con los míos era mucho más estrecha.
Claro que no ayudaba el hecho de que viajaban mucho y no prestaban mucha atención a su único hijo.
Tal vez esa sea la razón por la que ama tanto a mi familia.
Mi madre solía decir que cuándo fuera a pedirle matrimonio a Jimin, buscara la sortija más bonita, algo que estuviera a la altura de él. Concordar con ella fue inminente. No había pensado la posibilidad de contraer nupcias con él, pero desde ese momento fue mi meta a seguir.
Quería reafirmar que, sin importar qué, Jimin y yo estaríamos juntos hasta que la muerte nos separe.
La muerte.
De todas las que pudieron haber pasado, ni en mis peores pesadillas me hubiera imaginado vivir la de mi madre.
Recuerdo la llamada de mi padre desde el hospital. Su voz rota diciendo que había sufrido un accidente en su trabajo y que estaba inconsciente.
Recuerdo no saber cómo decírselo a Jimin, pero no recuerdo cómo llegamos a la clínica del hospital.
Ese día el sol brillaba más que nunca, pero no sentía la calma que siempre nos proyectaba.
No recuerdo lo que pasaba al rededor, solo sus manos sobre las mías. Quería llorar, y yo con él, pero quién definitivamente estaba llorando era mi padre.
Allá dentro estaba el amor de su vida.
Recuerdo ver al doctor acercarse a llevarse a mi padre con él, dejándonos a Jimin y a mí en la sala de espera.
– Jungkook, no me gustan los hospitales.
El lugar era frío. Y había mucho caos.
No era un lugar acogedor, ni tranquilizante.– A mí tampoco.
Recuerdo cómo nos aferramos el uno al otro, hasta que llegó mi padre.
Estaba deshecho.
Fue en el momento en que me miró y luego a Jimin que sentí que la vida se me iba.
No dijo una palabra, solo nos abrazó tan fuerte mientras lloraba con todas sus fuerzas.
Se había ido.
Mi madre ya no estaba.
Y yo sabía que no solo mi padre y yo sufriríamos.
Al morir mi madre, dejó al amor de su vida, a su más grande amor y al nuevo amor que encontró.
Dejó a su hijo. Dejó a su esposo. Y dejo a Jimin.
El mundo era muy cruel, y no entendía porqué las mejores personas eran las primeras que se iban.
No recuerdo mucho del funeral. Recuerdo que mi padre accedió a donar sus órganos, y nos recuerdo esperando sus cenizas.
No recuerdo cuando la dejamos en las criptas ni como fue la vida después de ello.
Solo recuerdo que mi padre no resistió más y poco tiempo después se fue con ella.
Me habían dejado.
Pero Jimin siempre estuvo ahí para consolarme.
Durante ese tiempo conocí a Seokjin.
Era nuestro vecino.
Si pudiera definirlo, diría que es cómo el arcoiris después de la lluvia.
Seokjin nos rescató del abismo dónde Jimin y yo habíamos caído. Nos cuidó y nos salvó.
Seokjin es el ángel que estoy seguro mis padres nos mandaron para que estuviéramos solos.Tres.
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Rainbow - Kookmin
FanfictionA Jimin le gusta que llueva porque puede ver el arcoiris.