‹ O3 ⸻ drown me.

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hyunjin había sido un niño maltratado física y psicológicamente por sus padres, quiénes desde pequeño recurrían a castigos crueles que muchas veces consistían en golpearle hasta que no pudiera sentarse al día siguiente.

hyunjin miraba a sus padres y luego miraba a los de jeongin, y se daba cuenta de cómo jeongin tenía una relación mucho más estrecha con los suyos y a veces simplemente fantaseaba en escapar con jeongin por la eternidad.

sus padres podían jugar a los buenos frente a otros, podían fingir que no eran los que tenían objetos de tortura que solían usar en su contra de pequeño y que ahora le obligaban a usar en sí mismo, pero no era muy difícil notar la manera en la que hyunjin se encogía asustado cuando ellos se le acercaban. aunque siempre fingían ser una familia feliz y normal frente a todos, era muy evidente que hyunjin no se sentía cómodo estando cerca de ellos.

hyunjin pensaba en cómo habría sido todo si su madre estuviera muerta y no la de jeongin, que en realidad era una mujer tan dulce y buena para la vida de su hijo, un hijo que la amaba tanto. un hijo que la adoraba de la manera en la que hyunjin jamás adoraría a su madre, pues sólo sentía cosas amargas por ella.

de verdad no quería llegar a esos pensamientos, pero a veces su mente era muy oscura. a veces estaba tan destruido y triste que no podía evitar pensar así. a veces sentía tanto dolor y odio al mismo tiempo, y no era nada lindo ni bueno. estaba cayéndose poco a poco y no podía detenerlo.

entrando enero, el padre de jeongin le pidió como favor especial al padre de hyunjin que dejara que jeongin se quedara en casa de ellos por unos meses. resultaba que el señor yang tenía unos viajes pendientes y jeongin se encontraba en un estado delicado en ese momento, por lo que no quería dejarlo solo, y sólo como un amigo, le pidió al señor hwang que invitara a jeongin a dormir en la mansión hwang por un tiempo.

hyunjin escuchó que jeongin estaba tan deprimido que raramente aceptaba o estaba de acuerdo con algo, pero que enseguida que le dijeron de quedarse con los hwang, aceptó.

hyunjin no pudo evitar tener la esperanza de que aceptaba por él. pero no tenía sentido ilusionarse con jeongin.

jeongin llegó y al principio estaba distante, sólo a veces regalando sonrisas leves, claramente falsas a la vista de todos, y entonces luego no comía nada y se la pasaba retirado por las esquinas de la gran mansión, o bien encerrado en la habitación que se le había sido asignada.

pero una noche, jeongin mismo fue a ver a hyunjin a la biblioteca, y lo encontró enrollado en una manta, en el suelo leyendo la biblia.

sonriendo un poco cuando sus ojos se encontraron fijamente en la oscuridad algo opacada por las velas a sus alrededores, jeongin le dio a hyunjin lo que parecía ser su primera sonrisa sincera de esos días.

hyunjin decidió no hablarle, pues quería que jeongin fuera el que decidiera cuando hablar sin sentirse presionado. entonces sólo regresó la mirada a las páginas de la biblia.

jeongin se sentó a su lado en silencio, su sombra reinando en la biblioteca gracias a la luz de las velas en las que él se reflejaba. eran cuatro, sus sombras y ellos, uno junto al otro a una muy corta distancia. y las sombras escondían todo lo que se querían decir, pero que nunca abandonaría sus bocas.

no insistas en que te abandone y me separe de ti...— comenzó a leer hyunjin, pero la cercanía de jeongin le hizo estremecerse y callar totalmente.

porque jeongin apoyó su cabeza en el hombro de hyunjin, tiernamente.

porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré— lo finalizó jeongin con voz suave, su aroma siendo lo más dulce en ese lugar.

hyunjin cerró los ojos, deleitándose con su olor y sus muslos rozando contra él.

sentirlo cerca lo mataba.

e intentaba decirse que estaba mal, como le habían enseñado desde niño, pero se daba cuenta de que con lo que sentía estando a su lado, nada podía estar mal.

no se dijeron palabra alguna, pero no hizo falta.

sólo se quedaron uno junto al otro en silencio y se sintió bien. ir más lejos les regalaría el cielo, aún si eran llamados pecadores.

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