‹ O6 ⸻ drown me.

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escapar junto a jeongin a la hora del almuerzo le causó miles de sensaciones que nunca antes había experimentado, todas al mismo tiempo chocando unas contra otras de manera eléctrica, uniéndose para hacerse un solo sentimiento al que hyunjin ni siquiera podía ponerle nombre, porque no creía que existiera la palabra correcta para explicar aquello que se había mudado a su pecho al estar a solas con jeongin en un lugar donde hyunjin sabía que nadie iría a buscarlos jamás.

se sintió inmortal, invencible. por un momento todo era posible. por un momento encontró su lugar seguro, y ese lugar estaba junto a jeongin en una casita en medio de la nada que su madre le había dejado al morir.

comieron al aire libre en un pícnic improvisado que armó jeongin, tumbándose en una manta de rayas para disfrutar de vino, dulces, frutas y otras cosas que jeongin se había encargado de llevar consigo al pequeño viaje secreto.

si el cielo era un lugar tan divino y feliz como todos decían, hyunjin sabía que no había manera de que quedara en otro lugar que no fuera ese.

luego de terminar la comida se acostaron con la mirada perdida y sus cuerpos muy juntos, ambos bastante conscientes de la respiración agitada de cada uno, la cual se debía a la cercanía de ese momento.

hyunjin estiró su mano un momento para agarrar varias uvas en su puño y empeza a comerlas para calmar la ansiedad, sus mejillas sonrojadas inflándose como si fuera una linda ardilla.

jeongin giró su cuerpo hacia el de hyunjin, acostándose de costado, apoyándose en su codo para mirarlo fijamente con una sutil sonrisa en los labios.

hyunjin imitó su acción, para así mirarlo de frente y que sus rostros quedaran bastante cerca de una manera íntima.

—en mi opinión la biblia es el libro más asqueroso del universo— susurró jeongin de repente.

hyunjin guardó silencio un instante, perdiendo sus ojos en los de jeongin y sintiendo un infinito y placentero dolor en el pecho. recordó todo lo que su madre le había enseñado y la manera en la que se lo había enseñado, y no pudo estar más de acuerdo. jeongin tenía razón.

y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.— recitó hyunjin de memoria, sin tener idea de cuántas veces su madre se lo había hecho repetir a gritos mientras lo mantenía amarrado en medio de la sala, desnudo y golpeándolo sin piedad cuando era sólo un niño—. "el uso natural de la mujer", como si ellas tuvieran un uso como un simple objeto. es repulsivo, ¿soy el único que se da cuenta de lo muy problemáticas que son esas palabras?

sonriendo con leve tristeza, jeongin extendió su mano y tomó la mejilla de hyunjin de manera dulce.

—es el mundo en el que vivimos— se lamentó jeongin—. a veces creo que sólo tú y yo podemos darnos cuenta que la gente es cruel, viendo cómo bien lo que está mal y viendo cómo un problema a algo que realmente no lo es, simplemente porque les da la gana de creer en un libro lleno de ficción que se ha reformado por quién sabe qué clase de persona y simplemente los tiene tan deslumbrados como para poder ser conscientes del nivel al que nos afecta a las personas tal libro. haciéndonos buscar la santidad perfecta o simplemente poniéndonos en peligro por sus estrictos textos que se contradicen entre sí... a todos nos ha afectado alguna vez. sólo que nadie va a querer verlo.

hyunjin suspiró, apoyándose en la mano de jeongin. dejándose ser débil y recargándose en su reconfortante contacto de piel contra piel.

el cuerpo de jeongin se sentía tan cerca, su respiración y aliento le golpeaban la cara. hyunjin sentía cada vez que jeongin se tensaba y siempre que hacía algún movimiento.

poco a poco hyunjin se estremecía, tenía cosquillas por todo el cuerpo y aguantaba la respiración sin darse cuenta, lo que causaba que terminara respirando con dificultad. aquella cercanía lo estaba matando.

—y no sólo la biblia es un asco, sino la gente que vive de las reglas en ella. los religiosos como mis padres— susurró hyunjin a jeongin de manera confidencial, como si temiera que hubiera alguien cerca que escuchara las cosas que realmente pensaba, cosas por las que podría morir si todos se enteraban de que estaban en su mente—. las iglesias también.

—ya lo creo, porque de hecho tienen un historial criminal bastante largo. el cristianismo tiene una historia de asesinatos y abusos que todos se niegan a ver. han matado y cometido crímenes contra las personas, sobre todo mujeres— hyunjin pudo ver lo apasionado que jeongin era con el tema, cómo su ceño se fruncía y sus ojos se llenaban de furia—. me da miedo vivir en un mundo donde todos hagan caso a la gente dentro de la iglesia, donde incluso esas iglesias se mezclen con la política y el estado, cuando esas creencias patéticas no deberían dirigir un país. menos cuando son tan equivocadas y de todos modos quieren forzarlas obligatoriamente en las personas, como cuando los asesinatos por no seguir a la iglesia. fue una época oscura. aún lo es.

hyunjin pensaba mucho acerca de esos temas, pero ahora oír que jeongin pensaba totalmente igual a él, hacía que sintiera por primera vez en su vida que existir valía la pena.

—siento que en algún momento las personas perdieron la cabeza, el cristianismo siendo el culpable de aquello— admitió hyunjin—. y me estoy cansando de tener que vivir una vida donde todo es así.

—quieren vivir en la imaginación e ignorancia de su religión, y juro que también me cansa— jeongin apoyó su frente en la de hyunjin—. otra cosa que odio de esa religión: no les permite expandir sus mentes.

hyunjin sentía que ya no podría aguantar las ganas de besarlo, nunca antes había deseado besarlo tanto como ese momento. sus labios estaban en agonía y sólo los de jeongin podían aliviarlos.

—me pregunto si algún día el mundo será diferente— jeongin pareció soñar con esos tiempos que aún no existían—. ojalá que la gente que venga después de nosotros lo haga mejor.

—ojalá. porque hay otra cosa por la que odio a la gente de ahora y las creencias de la iglesia, jeongin— confesó hyunjin sin antes pensarlo bien, pero ya no era capaz de parar.

—¿cuál?— jeongin le preguntó con los ojos llenos de un brillo que hyunjin no pudo descifrar.

entonces hyunjin se alejó rápidamente, poniéndose de píe para darle la espalda y empezar a avanzar hacia donde comenzaba el bosque.

—¡hyunjin! ¡espera!— lo llamó jeongin con cierta necesidad en su voz, persiguiéndolo—. no respondiste mi pregunta.

jeongin alcanzó a hyunjin y se paró detrás de su espalda, rozando su pecho contra esta.

hyunjin apretó su mandíbula.

porque jamás podré tenerte como quiero hacerlo— susurró débilmente hyunjin, reanudando su paso enseguida y esta vez de una manera más acelerada.

jeongin se echó a correr detrás suyo.

—¡tengo algo que decirte!— insistió jeongin, pero hyunjin se hizo el que no escuchó nada.

finalmente jeongin alcanzó a hyunjin y enredó su brazo en el del más alto, negándose a dejarlo ir muy lejos otra vez.

no mencionaron nada del tema, pero mientras se paseaban debajo de los árboles con sus brazos juntos, cada vez que se miraban a los ojos parecían confesarse todo lo que estaban escondiendo.

en un momento el suelo se volvió inestable y jeongin casi se tropieza con una piedra y cae, pero hyunjin fue rápido al reaccionar y pasó sus manos por la cintura de jeongin para sostenerlo con fuerza.

—ya te tengo— le dijo mirándolo con sus ojos negros iluminados como nunca.

cuando jeongin le regresó la mirada, sus ojos se encontraron con demasiada intensidad para el bien de ambos.

entonces jeongin le sonrió y hyunjin nuevamente quiso mandar todo a la mierda y besarlo.

no importaba lo que ocurriera en el futuro, al menos siempre llevarían consigo el recuerdo de estar lejos de todo. sólo ellos dos juntos y en paz.

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