Extra [01]

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Un año después...

Alayna

La profunda voz ronca de Luca llegaba desde el pasillo. El pobre hombre se estaba volviendo loco. La paternidad no era fácil, sobre todo, cuando tenías que lidiar con dos niños traviesos.

—¿Estás listo? —grité.

Verifiqué que mi bolso tuviera lo necesario antes de abandonar la habitación y acercarme a la sala de dónde provenía el escándalo. Había juguetes esparcidos en la alfombra, restos de comida y perros que corrían de un lado a otro. Nada nuevo.

—Dame unos minutos, por favor—dijo Luca un poco sin aliento y me reí.

La vista me derritió el corazón. Luca Vitale se veía increíblemente atractivo. Más aún con una niña pequeña en sus brazos. Sentí sus ojos sobre mí antes de que me acercara. No tenía su traje habitual. En cambio, vestía unos simples pantalones de deporte holgados que enseñaban el borde de su bóxer. Estaba sin camisa. Suspiré mortificada y enamorada.

—¿Por qué no estás listo? La función es dentro de una hora —protesté.

En ese instante, Thiago entró a la habitación como un maldito tornado, tirándose en la alfombra con Milo y Coco. El niño gritó, riéndose a carcajadas mientras los perros le lamían la cara. Solté otro quejido de frustración.

—Le pedí el favor a Kiara de cuidarlos—explicó Luca—. De ninguna manera van a comportarse. Lia está muy cansada y Thiago, bueno...

Thiago era un caso perdido. Un niño travieso que amaba el caos, muy capaz de destruir la casa entera si lo descuidábamos. A diferencia de su hermana era inquieto y rebelde. Ya no quedaba nada del pequeño que adoraba perseguir las mariposas.

Me puse de cuclillas y le sonreí. Los mismos ojos grises de Luca me devolvieron la mirada.

—Hey, cariño. ¿Quieres ir al teatro? Es importante para mí y amaría que estés ahí. ¿Por qué no dejas que papi te cambie?

Thiago negó con la cabeza y me reí. Era imposible. No había forma de convencerlo. Los dulces ya no funcionaban como soborno. Ahora quería dinero.

—¿Cuándo llegará Kiara?

Luca miró el reloj en su muñeca.

—Dentro de veinte minutos.

—Tienes suficiente tiempo para darte un baño —extendí mis brazos—. Dame a mi dulce princesa.

Me entregó a la niña y miré fijamente esos extraños ojos azules. La acuné en mis brazos mientras Luca recogía los juguetes de la alfombra. Mi pequeña era tan afectiva, dulce e inocente. Desde que nos cedieron la custodia algo en mí había cambiado. Era diferente cuando estaba con ella. Lia me enseñó que podía ser una buena madre y persona.

—¿Tienes hambre, cariño?

Negó y se chupó el pulgar. Ella era tímida e insegura. Le costó acostumbrarse a nosotros. Se volvió muy cercana a mí. Muchos niños eran escandalosos a su edad, pero Lia amaba dormir. ¿Lo mejor? También le gustaba el ballet. La llevaba dos veces por semana al salón de baile y ella intentaba imitar mis movimientos. La primera vez que le compré su leotardo y su tutú se veía adorable.

—Se está durmiendo —Le dije a Luca.

Me miró con afecto.

—Buena niña.

Trató de atrapar a su hijo, pero el pequeño corrió por el salón, seguido por Milo y Coco que amaban acompañarlo en su locura. Laika bostezó en el sofá, aburrida del caos. Se estaba volviendo vieja y amargada.

El Rey Oscuro [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora