Capítulo III; Arena de Italia

401 43 24
                                    

"But I am not allowed to forget. The taste of the tears of yesterday."

―Anna Akhmatova









MAX

Ciao, Italia!"

El Gran Premio de la Emilia-Romaña por fin está aquí.

Y, sorprendentemente, me encuentro de excelente humor.

Jules, detrás de mí, grita sus saludos al cálido cielo del atardecer en cuanto ponemos un pie fuera de mi avión. La humedad en el ambiente me golpea en el rostro, agitando el desastroso cabello que delataba mis largas horas de sueño durante el vuelo y, irremediablemente, haciéndome romper en una sonrisa. A unos cuantos días del viernes aún, nuestro equipo había tenido la idea de pasar el tiempo en la región de la Rivera antes de meternos al garaje el fin de semana (mis condolencias a los ingenieros que tienen que trabajar en el coche). Y estando a solo una hora del circuito de Ímola, varios pilotos se nos han ya adelantado en llegar a las playas del país, de esta en zona en particular, según por lo que he visto en Instagram.

Tenemos todavía que ir al hotel a dejar las maletas y reclamar nuestras reservaciones, y aunque podría simplemente pedirle a alguien del equipo que lo haga por mí, se me hace de mal gusto no acompañar a Jules, así que tengo que sentarme todo el viaje hasta el lobby moviendo mi pierna de arriba a abajo como un niño emocionado en el asiento de atrás de nuestra van, pensando en todo lo que hará en cuanto se le permita correr a la arena.

"¡Ya vete a la playa, Max Emilian!" Mi ingeniero me susurra gritando cuando rompo finalmente su paciencia mientras nos hacen esperar por sus tarjetas.

Niego con la cabeza sin dejar de mover mi pie, mis manos juegan la una con la otra.

"Necesito ir al baño. Y me muero de hambre." Susurro de vuelta. "¿Te molesta si me adelanto y nos vemos en la cena?"

Jules sonríe, descartando mi presencia con un suave ademán. "Anda, ve. Vamos a la playa después de comer algo... Si es que no te surge algo mejor." El hombre me guiña un ojo, desconcertándome, pero ya voy cuatro pasos adelante y casi con un pie en el elevador, como para detenerme a preguntarle a qué se refiere.

La habitación que reservé no es tan grande como la Suite que Sergio pagó para mí hace dos días. Y estoy seguro que esta no me costó la mitad de lo que sale la noche en cualquier hotel medianamente decente en Baréin. No me sienta bien no haber pagado algo que solamente yo utilicé. Y tal vez esa es otra de las razones por las que mi pie no se deja de mover mientras decido entre un par de shorts para bajar al restaurante: ¿Cómo voy a convencer a Sergio de dejarme pagarle por la Suite?, no... Una mierda.

Estoy mintiéndome otra vez.

¿Cómo voy a verlo a la cara después de la estupidez que hice?

¿Qué piensa de mí ahora?... ¿Siquiera ha pensado en mí?

¿Y qué mierda pienso yo de mí ahora?, después de tanto tiempo... Aún hay días en los que la sola idea de lo que pueda pasar con Sergio tan cerca me da ganas de vomitar, y lo peor es que ni siquiera sé si es por lo aterrado que estoy a que pase o a que no lo haga en lo absoluto.

"Agh, da igual." Mascullo entre dientes, tomando la bermuda verde de encima de la cama. No hay que pensarlo tanto. De ser mi decisión, andaría todos los días con el jersey del equipo, pero justo ahora una playera blanca lo suficientemente ligera para no hacerme sudar de más con el calor de la Rivera está más que bien.

Mientras me siento en la cama, tomo mi celular de la mesita de noche y busco el contacto de Sergio para enviar un mensaje antes de comenzar a atar las agujetas de mis tenis.

SHATTER | A Max Verstappen x Sergio Pérez BookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora