Capítulo IV; Siempre

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"And this urge to run away from what I love is a sort of sadism I no longer pretend to understand"

Martha Gellhorn, from a letter to Stanley Pennell


MAX

"Estás tan jodido."

"Vete a la mierda, Daniel."

"¿Prefieres que te mienta?"

El australiano se estira contra el sofá, suspirando cuando sus aún adoloridos músculos de la sesión de clasificación resienten sus movimientos contra los duros cojines. Y su boca se abre en otro lastimoso quejido ante el golpe que dejo caer sobre su estómago.

"Agradecería un consejo. O por lo menos unas palabras de aliento." Replico, enojado. A pesar de que quería tomar esto con la mayor tranquilidad posible, el nulo tacto de mi mejor amigo me está comenzando a sacar de mis casillas. "Pero no sé que esperaba siendo tú."

"Siendo yo..." El de rulos rectifica, agudizando su mirada acusatoriamente. "Me estaría acostando con Rico, que está allí, listo y disponible para ti en el momento que se te ocurra; en lugar de estar fantaseando con un hombre casado que parece hacer todo por evitar respirar cerca de ti."

"Pero, el también me tocó... Esa noche." Murmuro, batiendo mis ojos con resentimiento como si Daniel hubiera ya olvidado todo lo que le conté hace tan solo unos minutos.

"Porque estaba ebrio..." Escupe el australiano, dejando caer una patada contra mi costado. "Y solo..." Otra más. "Y no sabe lo que quiere."

Bajo mi mirada, frunciendo mis labios. "Ni siquiera yo sé lo que quiero. No sé en qué estaba pensando."

Daniel está a punto de hablar otra vez cuando el celular vibrando en su bolsillo lo detiene. Una llamada entrante de uno de los mecánicos de mi amigo aparta toda la atención a la conversación que estábamos teniendo, exigiéndole quedarse en silencio mientras el hombre al otro lado de la línea le proveía de indicaciones, seguidas prontamente por varias preguntas de parte de Daniel, quien no acaba de comprender la urgencia en la voz del ingeniero, pues aún rueda los ojos cuando es finalmente capaz de dar por terminada la llamada.

"Como sea..." Suspira, levantándose del sofá en un perezoso salto y, después de erguirse en toda su altura, gira su cuello de un lado a otro, destensando sus vértebras en suaves crujidos. "Requieren de mi maravillosa presencia en la sala de juntas. Esta aportadora conversación tendrá que esperar..."

El siguiente en suspirar soy yo, dejando caer mi cabeza contra mis manos, con los codos sobre las rodillas. Presiono mis palmas contra mi rostro, frustrado con todo. Los pensamientos me están carcomiendo. La duda, la culpa. ¿Qué diablos estaba pensando?, ¿qué diablos estábamos pensando? La relación finalmente iba mejorando, las cosas estaban perdiendo tensión entre nosotros, podíamos hablar y reír, y ahora ni siquiera nos vemos a los ojos otra vez.

Daniel súbitamente detiene su andar lleno de palabrería a la que ya no estoy prestando atención. Aunque no lo puedo ver, siento la manera en la que su torso gira lentamente de regreso hacia mí y su cabeza tira hacia atrás cuando la realización de mi pésimo estado mental lo golpea.

"Argh, mira..." Alzo mi vista para encontrar al hombre presionando el puente de su nariz entre su índice y pulgar. "Sé que nunca voy a ser capaz de entender cómo te sientes, pero soy tu mejor amigo y viví contigo cada época desde el momento que conociste a Checo, así que te voy a decir algo que tal vez te pueda doler pero que sé, en el fondo de mi corazón, necesitas oír..."

Frunzo mis labios, sabiendo perfectamente hacia dónde iba esto. Ya me lo veía venir, era solo tiempo que alguien me lo dijera a la cara. No sé si me molesta más de lo que me alivia.

SHATTER | A Max Verstappen x Sergio Pérez BookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora